jueves, 17 de diciembre de 2015

Hombres malos






A nuestro presidente Rajoy, el de - es el vecino el que elige al alcalde, y es el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde, o el de - ETA es una gran nación ¡perdón! España es una gran nación; se le ha ocurrido la brillante idea, made in Spain, de colocar, con la inocencia y arbitrariedad de quien coloca un imán de Benidorm en la nevera, las elecciones a cinco días de la Navidad: -ese tiempo religioso que tanto costumbrismo laico ha producido, como dice Rigalt ¡Para que luego digan que el presi tiene menos talento que una berenjena de invernadero! (mi querida R. es amiga de las coles, amigos donde los haya, y no entiende cómo puedo pensar que son el origen del mal en el mundo; evidentemente no soy yo el que se equivoca). Debemos entender que todo esto no es un acto de vanidad, una farrucada, sino una muestra más de la burbujeante inteligencia de Rajoy y la evanescente astucia (el verdadero acero que da a las armas su filo y su brillo) del aventajado asesor Arriola. El ilustre hombre que odiaba a los periodistas y menospreciaba el fenómeno Podemos (¡vaya con el sociólogo! ahora los podemitas están creciditos y ya tienen vida propia, andan solos sin tutela de las televisiones y le amarga los días y las noches al PP...) el de los andares tipo Fraga en su mejor momento, es decir, cuando actuaba en el espacio político como Wanda Jackson actúa hoy en los escenarios de medio mundo (pues menuda es la criatura, octogenaria avanzada, y de gira por ahí al ritmo vacuno de la guitarra del cigarral y del taconeo country: rancho, cerveza y arena).  

Los tiempos electorales son tiempos para la desidia y el tedio más absoluto, pues el "pueblo", convertido en público que es autor y en espectador que acuña la soberanía con el mando a distancia, ya conocen el vaivén de los políticos profesionales, que en las socialdemocracias, son como buitres que ya no planean en busca de cadáveres y residuos de cuerpos en descomposición, sino que comen educadamente en vasijas ordenadas por el papeleo, la burocracia. Tiempos en los que se buscan tibias y calaveras como quien busca mariposas por el monte; un monte que ya no huele a la pólvora de los maquis, sino a la pólvora de los cazadores de domingo de la Sierra madrileña. Los políticos hoy, desde la otra esquina del tiempo, desconocen que por sus corazones pasa la historia de una nación, doliente y sensible como todas, que grava a fuego en su memoria los signos que serán presagios de su propio final. No exagero si digo que estas elecciones son las más importantes desde las del "77" en España, nombre que rompe en el jardín catalán de los enanos como nombre maldito. No exagero si digo además, que su decadencia se muestra con nítida claridad audiovisual, en los detalles, en forma de maldades que se han lanzado, como rosas a vírgenes y caballeros, en las televisiones, rodando huecas y vacías, lleno de pura inanidad y vacuidad, produciendo billetes de la nada. Que es de donde sale el dinero, a pesar de lo que diga Rand. Debates y más debates, producidos con el frenesí industrial, en que los políticos, de todos los sexos y precios, venden su intelecto y moralidad, igual que las putas de carretera venden sus rudos y usados cuerpos al bribón con la cartera más rebosante. Ya sé que puta, al igual que gordo (mi culo, cada vez más, encuentra dificultades para aposentarse en las sillas de los bares) y maricón, son palabras prohibidas por la ideología del bienestar y su aparato socialdemócrata, pero la subversión, al contrario de la subvención, al menos evita, entre otras cosas, las boberías de feminismos mal digeridos de algunas miembras del PSOE como Pilar Cancela, que a la consigna de - las mujeres no nacimos para putas, la joven pícara del ancien regime Rosa Belmonte, le responde desde el ABC - hombre, tampoco para abogadas del Estado.  

Las palabras más nimias y paupérrimas, tacos o  insultos como sombreros de la oración que diría aquel, toman una importancia colosal en forma de injurias y calumnias, transformándose mediante la televisión en arietes de guerra arremetiendo contra su "rival" electoral, esperando el beneplácito y satisfacción de su electorado. Un electorado educado ( y yo me incluyo) en el sentido literario de la vida y modulado según las necesidades de la máquina de deseos que es el cine y la televisión. Una artificio del arte y la imaginación que no sólo te impone el hecho de desear, qué desear, y el querer desear, sino que te obliga, igual que Kant con el deber, a disfrutar y gozar con el deseo (la vida copia al cine y no al revés) a sentir placer en el deseo de desear algo. Relativizando así el contenido, en este caso, el mal en la realidad, y encontrando en él y en la picaresca algo digno de admirar y considerar en cualquier figura de lo social o lo político. La conocida admiración por lo maligno, por los malos, los villanos, el antihéroe, las distopías, y que en nuestro caso concreto, el de los tiempos electorales, se articula entorno al periodista y el político. Es más que conocida la película del maravilloso Billy Wilder, Primera Plana (1974), en la que los recortes humanos muestran unos vicios inquebrantables en el periodista, y una corrupción inherente al poder, en el político, o en cualquier figura de autoridad; a los que el espectador profesa un extraño sentimiento de afinidad cómplice, un modo de identificación perverso, pues se identifican también en la realidad. Wilder que fue periodista y sabe de lo que habla, los define así - un atajo de pobres diablos, con los codos raídos y los pantalones llenos de agujeros, que miran por la cerradura y despiertan a la gente a media noche para preguntar que opinan de Menganito o  Fulanito. Que roban a las madres fotos de las hijas que han sido violadas en los parques para hacer las delicias de las dependientas y amas de casa; y que al día siguiente, su reportaje, sirve para envolver un pajarito muerto. Para añadir que los beneficios de la profesión son - acabar corrigiendo pruebas encorvados, con el pelo blanco, sin vista apenas y mandando pitillos a los empleados.  Esto que retrata Wilder con ironía, comicidad y sátira en todos sus personajes, causa una cierta aceptación del fenómeno en las mentes más indolentes y perezosas. Así, en el polo opuesto, que también juega un papel político, se causa la identificación con la víctima en los individuos más sentimentales y patéticos. La lectura en términos verdugo y víctima de las figuras políticas, es generada por el cine y la televisión, y hace al villano más comprensible y simpático, más humano y soportable de lo que es, en vez de verlo como un ser deleznable; y a la víctima, un sujeto patológico, enfermo, al que hay que socorrer y ayudar sea cual sea su condición, en el que la responsabilidad queda diluida en el sentido general de la cinta; sentido del que la realidad carece, por supuesto. 

La campaña electoral y los espectáculos de los políticos en televisión: los hemos visto hablando de fútbol con sus hijos y colegas, escalando montañas, ir en globo, cenar y beber copiosamente, bailar, jugar al futbolín y practicar deportes varios; ayudan a hiperhumanizar y edulcorar unas figuras reales, y convertirlas en personajes fílmicos, que se enjuician, valoran o aceptan, según los criterios superficiales de la estética deportiva y televisiva. Una competitividad, que no muestra en su crudeza y rotundidad la dimensión agónica o trágica de la oposición política, pero que opera como tal en la realidad, se la tome uno como se la tome.  














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