viernes, 25 de septiembre de 2015

Dietario voluble (I)





Lunes, 21/9/2015. Meditación que se torna advertencia.


<< El "Internet de las cosas" es un proceso en marcha del que, como de cualquier acontecimiento o serie de acontecimientos susceptible de ser modelizada, puede postularse un ideal regulativo que, rápidamente, se transforma en sueño al hipostatizarse por su uso ideológico y trocarse en pesadilla. Así, el propósito de interconectar los dispositivos mecánicos (y quizás incluso en un futuro los biológicos mediante la nanotecnología) ha dado origen a un horizonte del que ya se habla: la digitalización de lo real, la subsunción de lo real a lo digital. Un sueño que es, para algunos, sueño de dominación y para otros, los más, pesadilla de dominados.

Ahora bien, de la misma manera que el proceso de subsunción de lo real al capital descrito por Marx sigue en marcha y tras décadas sigue presentando lagunas, deficiencias, resistencias y vaivenes hasta el punto de que quepa más pensarlo como tendencia que no como realización integral y total, convendría aplicar las mismas reservas a ese escenario futuro dibujado de digitalización absoluta y no dejarse llevar por la dinámica sueño/pesadilla y entrar en su territorio de juego proclamando el apocalipsis o la utopía.


Gracias a lo que sea, como acostumbra a pasar, todo será menos ideal y más sórdido y, por supuesto, además fallará. >> 

  

(J.J. Sánchez; Bajo la Lluvia) 


Sin necesidad alguna de elogiar la cita pues, la claridad soberbia de su escritura - me recuerda a la sugestiva pero geométrica prosa de Weil - y su exactitud acaparadora, se bastan. Con un estilo de sobrio lenguaje contenido ausente de falsas metáforas que oscurecerían su franqueza, en el que la idea es acompañada por el estilo en su contundencia y moderación; no podríamos encontrar una advertencia razonada más adecuada, concisa y contemporánea a la tendencia más propia del hombre  (especialmente español) como animal poético: entender la historia (el tiempo) como tragedia. Convertir la historia en un baile de máscaras entre ídolos y víctimas, en una representación extra-terrenal del recuerdo y la memoria del origen como condena o salvación; proyectando sus subjetivos resultados a un futuro, siempre de incertidumbre y posibilidad, hipostasiado por un presente identificado con la fe en su fracaso y la victoria del pasado elaborado, en un juego de sustituciones metafóricas de la nada. El giro zambraniano es importante pues, acarrear a la historia con mayúsculas y vientre maternal las consecuencias negativas de la responsabilidad de nuestra ontología personal y nuestras acciones en la red infinita de relaciones, es pretender vaciar el mar con un rastrillo en un cubo de agua. La responsabilidad se disuelve y absuelve en lo contextual, pero se dibuja a pleno color y precisión en la persona, y paga la pena de la autonomía de la voluntad, que de serlo, es limitada. El hombre es la ratio de ese proceso de hipostización del tiempo contingente, distraído y personal, en un tiempo histórico, trágico, unitario, ascendente y sin fisuras con el que nos proyectamos hacia el futuro, más inmediato y cercano que nuestro presente. Así lo creyeron los personalistas (Ortega, Zambrano, J.Marías... ) de nuestra tradición, que engañados y engañando, dibujaron al hombre historizado como una proyección de la imaginación existencial de su fluida literatura: animal poético; más que como un animal climático de determinaciones sensuales. Inclinados claro está, a no entender que moverse por el tiempo histórico es como moverse físicamente por la vida, real y acabada; y no como proyección del llegar a ser. Tan tenaz en su pluralidad erótica y material que imposibilita su encarcelamiento binario en lo que el autor de la cita denomina, y nos advierte, dinámica de sueño/pesadilla, o territorio de juego entre el apocalipsis o la utopía. Caminos poéticos en los que si se adentra el hombre, irremediablemente se pierde en el vacío: "todo será menos ideal y más sórdido y, por supuesto, además fallará" concluye; conociendo la lógica del animal humano sin complejos metafísicos. Aplicar el escepticismo y esas reservas a los procesos o acontecimientos de lo real, que parece que lo acaparan en su totalidad y como absoluto, ya sea en la subsunción de lo real al capital, de lo real a la digitalización, al nacionalismo o la democracia (socialdemocracia o partitocracia); no es una coquetería del pensador que se aleja del mundo, sino la única forma ética y estética, decente y bella, de estar y actuar en el mundo al que, por otra parte, le somos totalmente ajenos e indiferentes. 












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