En el artículo anterior, nos quedamos con una síntesis esquemática del problema, una introducción a la problemática de formular como un derecho la libertad de expresión; podríamos decir que la primera conclusión, hasta ahora demostrada, es que la libertad de expresión es una "idea fuerza" (Fourier), más que un planteamiento político teorético o gnoseológico. Si avanzamos en la argumentación, podemos establecer una distinción entre: a) libertad negativa y b) libertad positiva (I.Berlin) o la aún más clásica distinción entre, la libertad de los modernos y la libertad de los antiguos respectivamente (B.Constant). En la acepción negativa, es decir, "libertad de", se entiende como una ausencia de sanción, trabas, obstáculos y límites para la realización de la "expresión" (de opinión, pensamiento etc.), un ejercer el derecho de libertad de expresión sin coacción, sin encorsetamiento o barreras que impidan su extensión locucionaria, su capacidad de ser dicho y oído por otros. La acepción positiva, "libertad para", sólo es posible si se ha dado de alguna manera a), si dicho momento se ha dado, entonces b) puede sucederse, pues consiste en un "llevarse efectivamente a cabo", un "realizarse " o "materializarse", es decir, empezar, iniciar algo nuevo, interrumpir una serie causal y acontecer iniciando un programa efectivo que implique e involucre un pensamiento o discurso dotado de una potencia y una fuerza causal suficiente. Por lo tanto la noción positiva implica un iniciar una cadena o serie causal de determinaciones en el mundo (material y empírico), un "llevar a cabo" o "sacar adelante" algo concreto con poder causal que implique una lógica de condiciones. Podríamos decir que la libertad abstracta y negativa, es la libertad suficiente y propia de los liberales al estilo S.Mill o J.Locke, por no hablar de I.Berlin o R.Rorty, ya más recientes; y la libertad positiva (Kant, Marx etc.) la encontraríamos en la respuesta que lanzó Lenin a Fernando de los Ríos cunado este tras un congreso y la exposición del proyecto político, le pregunto dónde quedaba la libertad. Lenin le contestó: ¿libertad para qué? Ese "para qué" no es un desprecio o negación del valor de la libertad, pues en la propia pregunta se presuponen cuatro aspectos:
- La libertad existe de forma concreta y material y no abstracta y formal (liberal).
- Deben definirse explícita-mente los valores y atributos de la libertad antes de formularla universalmente, es decir, la libertad debe estar determinada y no indeterminada.
- La libertad es un concepto operativo y funcional, y como tal, necesita de una dinámica contextual, teleológica, con propósito y final, con un fin operatorio y no eterno, absoluto y sin final.
- No cabe presentarla como algo evidente, inmediato y acepado por todos de manera necesaria, sino contingente (por lo tanto no puede decirse: "en este país hay libertad de expresión, así lo dice la constitución"; hasta que no se establezca, se inicie o empiece una cadena o sucesión causal nueva que altere o cambie lo dado, no hay libertad; la lógica es en dirección contraria, primero hay libertad y luego se proclama, no al revés, pues es in-operativa. Lo mismo sucede con el estado de derecho; no debe operarse así porque lo dice el estado de derecho, sino que si actuamos "así" se actúa como en un estado de derecho, y entonces es existente de facto.)
De este modo, vemos que la distinción entre libertad negativa y libertad positiva no comporta una des-conexión ontológica, una separación, abismo o ruptura radical (corte epistemológico) entre ambas, sino más bien al contrario, implican una "symploké", que es necesaria para ejercer la "libertad" completa: la sucesión de una libertad negativa y una libertad positiva como dos momentos asimétricos pero complementarios de una realidad material discontinua e inconmensurable en sus partes sectoriales. Siempre que hay libertad para algo es porque hay una "libertad de" obstáculos, una ausencia de trabas; aunque si hay libertad negativa, no implica necesariamente la libertad positiva, cosa que sí se da viceversa; del mismo modo, los límites de la negatividad, es decir los obstáculos, trabas y barreras, sólo son posibles si "apriori" y a la luz de una, ya existente libertad para en potencia, esto es, un proyecto, algo que decir, algo nuevo a iniciar o un programa; podríamos decir que ya existen unas "notas" que deben realizarse. Es decir, los límites y fronteras sólo aparecen ante un proyecto-para ya dado y "anotado", un proyecto de expresión que se viera imposibilitado por ellos; pues sin proyecto, sin libertad-para-anterior, no habría obstáculos, ni libertad-de, que posibilitara la libertad-para-causal. Con esto demostramos:
- (a) la libertad no basta con su formulación universal, que meramente es una "pre-condición" (dependiente de un "para-anterior") necesaria, pero no suficiente para la "libertad".
- (b) poseer libertad negativa de expresión "en-si" (sin un para-si), no opera ni funciona para nada, y puesto que la libertad es un concepto operativo, sin operación ni función, esto es, sin alteración relacional o causal del estado y orden de cosas establecidos en el mundo, no existe como tal la libertad.
- (c) si el sujeto cognoscitivo posee libertad negativa, pero no tiene poder causal, nada que decir, o sólo repetirá mitos y propaganda, falacias y estereotipos; o lo que es peor, "presupuestos tautológicos", es decir afirmaciones reiterativas de la dimensión unidimensional cerrada; la culminación con el inicio de una serie o cadena de implicaciones causales no se realiza. Pues si no se dice nada, o nada nuevo con sentido, nada cambia en el estado de cosas o las relaciones causales del mundo, y por lo tanto no hay libertad efectiva o material (con contenido).
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