viernes, 14 de marzo de 2014

El aliento del lobo y de la princesa (II)






Las dos figuras descritas como el lobo y la princesa, son al fin y al cabo la concentración simbólico-explicativa de dos momentos de la historia ideal de la política. Es decir, un razonamiento poético-mítico de en qué dos momentos se encontró la política, y en qué se convirtió ella misma y sus productos o elementos cosntitutivos, según teóricos políticos, hombres mundanos e individuos académicos visitantes; que o bien trataron de racionalizar la política y simplificarla a un acto de construcción organizativa y gestora de bienes y posibles. O bien, la concibieron como el paliativo, la medicina, o el obstáculo de la generación de un instinto o condición intrínseca en la naturaleza humana, que convertía al hombre, por una generación o energía metafísica en un ser impropio y negador de sí mismo, una bestia amenazadora para su propia existencia.

Matizando y exponiendo más claramente lo que pretendo decir, he tomado la princesa como la representación poético-mítica de la Ilustración, entendiendo por eso: sus propios presupuestos y principios filosóficos, su momento histórico: sus estructuras, creaciones y nuevas formas, su proceso de racionalización del mundo y su imagen científica del mismo, el nuevo puesto del hombre y de la razón en el centro del mundo y de los distintos discursos de saber, su propio testimonio material: inicio del capitalismo y creación de una burguesía efectiva y aposentada como clase dominante (ostenta el poder). Y por supuesto, su larga tradición de ideales y pensamiento: portadora de la idea de progreso, naturaleza humana, emancipación, dirección de la propia conciencia, "sapere aude" (ánimo de pensar por uno mismo...) y un largo sin fin; innumerable en negro sobre blanco.

Tomando a su vez, al lobo, como la visión contraria y opuesta (a mi juicio equivocadas las dos) como el Mito que se opone al Logos ilustrado, como la figura del instinto de muerte, la perversión del hombre tras la imagen demoníaca, una bestia surgida da la desvalorización de este mundo, de la inversión de lo terrenal por los infiernos. Mito como perspectiva o sistema explicativo que describe y analiza ambas figuras, pero que en un caso (Lobo) no se resiste a tal calificación, y otra, que la niega, se contrapone, intenta suprimirla y superarla en la razón, sin darse cuenta de que en ambos; el aliento de uno sobre el cogote del otro, les delata como falsas máscaras de una verdad de la realidad que ha sido vista de distintas maneras. Para justificar intereses materiales y egocéntricos, como es el caso de lo político. La falta de crítica y examen neutral, imparcial y desinteresado ha conllevado a cambiar de forma, a variar su naturaleza y esencia en distintas etapas de la historia tanto real como ideal del hombre.

Se ha visto lo político bajo "prejuicios anti-políticos", como muy bien decía mi idolatrada Hannah Arend. Que vieron la política (dentro de la categoría medios-fines) como un medio o proceso de mantenimiento, trasformación o perfeccionamiento, que conduzca y aspire a unos fines superiores en la existencia del hombre, principios tales como que la política esta para garantizar o lograr la libertad, la justicia o la felicidad, cuando Arendt - y yo suscribo sus palabras- ve la política no como un medio, o como un fin, sino como "el Fin" del "nosotros". De nuestra unión y separación en un espacio "entre" que tanto nos aproxima los unos a los otros para conformar un espacio político, como que nos distancia lo necesario para salvaguardar nuestra libertad y nuestras diferencias de habla y acción entre iguales, que caracteriza a todo sistema que se diga político.

Pero el que nos interesa aquí (de los muchos prejuicios), es el prejuicio anti-político del "lobo", en tanto que es una mezcla de la política como objeto sacrificial para un bien o fin superior esperado y esperanzador para el hombre. Y el tópico peyorativo de la política como artilugio, instrumento o sistema de control de la bestia humana, puesto que no somos ángeles celestiales, en todo caso, ángeles caídos que han perdido sus alas, que deben redimir sus pecados y purificarlos en el largo devenir de la historia (mal entendida, como algo indiscernible o sinónimo de política) creciente, del progreso de la humanidad, como camino de penitencia y salvación. Sólo en sistemas políticos, que representarían el credo, la comunidad religiosa o la iglesia (estado), espacio dónde solo allí cabe amor, culto, veneración y "perdón", el perdón que buscamos por ser bestias y lobos entre nosotros, constantemente auto-dirigidos a Dios.

Así pues, el lobo no es más que la figura que me sirve para expresar tanto la mala interpretación de Hobbes y del cristianismo sobre el hombre y su organización; mostrando en la figura del lobo, la doble mentira o hipocresía, de ser en si mismo un mito y negar al propio mito, enemigo de sí mismo y de su propia conciencia. Necesario es destacar dos apuntes sobre la alegoría del cristianismo en la forma del lobo, puesto que cabe matizar y entender mi postura. Por un lado, el cristianismo como muy bien expone H.Arendt (¿Qué es la política?) pretende desprenderse y renunciar a la política reivindicando cuanta más libertad mejor para el buen desarrollo de su credo y actividad. Renuncia que es la oposición y negación de la política en un primer momento histórico, puesto que cuando la iglesia se abrió al espacio público, lo que pretendió es teologizar o cristianizar el espacio público, que por ser meramente público aún no es político. Subsumiendo lo público en la generalización de la "vida privada cristiana"  ocultando y aislando el espacio público que podría llegar a ser político, exiliando así la libertad de habla y acción fuera de los muros de la ciudad, convertidos ahora en iglesia.

Esta privatización de lo público, se produjo a través de ideas promovidas por San Agustín como "el estado de Dios", el "amor al prójimo", la "hermandad entre los hombres" y "el rebaño de Dios" (...) que convertían el ágora y el mercado, los espacios de libertad políticos, en el reino de Dios o el cielo en la tierra, y convertir al hombre en mortal, es decir aquel que desaparece, que perece y se hace invisible, que desaparece de lo público, que se hace invisible y perece en su acción política (libertad positiva). Negando la natalidad del hombre, aquel que irrumpe, interrumpe en el espacio político, iniciando una cadena de acontecimientos, y posibilitando un sin fin de acciones constitutivas de un cuerpo político plural y libre. Entendiendo así, que la política no es un mero espacio público de reunión, de congregación, de unión cultural, en que todos los hombres e individuos son homogéneos, iguales - no en la horizontalidad o en capacidad de habla y acción, sino en mimesis- traslúcidos y sin posibilidad de habla; puesto que el religioso (político profesional) habla por ellos. Sino que la política es aparición, visibilidad, habla y acción (en horizontalidad) libertad positiva, inicio de acontecimientos y cadenas de sucesos que cambian el presente etc.

Y en segundo lugar, el cristianismo secularizó y suprimió la idea de mito (crítica en el Nuevo Testamento), la idea del lobo como mito; puesto que es la constatación de la transición a algo mejor, testimonio y generador de transformación y cambio de forma (aunque no de contenido). Ese terreno que abrió y despejó, fue llenado por lo que luego sería su mayor enemigo, la ilustración y el predominio de la razón, bajo la forma de cándida y dulce princesa iluminada. El cristianismo no sólo produjo lo que M.Weber afirmó como el "Desencanto del mundo" que es la pérdida y caída del mito, y consecuente dominación de la razón sobre el mundo, sino que preparó y perpetuó, garantizó y protegió un espacio para una nueva concepción de la política (pre-juiciosa y anti-política) y la filosofía. Que luego darían una imagen del mundo científica y racionalista que se tornaría contra el propio cristianismo (religión) en una convivencia tensa y agresiva. Entendiendo este proceso ilustrado como el nuevo fin, la nueva salvación, como el proceso que iluminaria al hombre, lo formaría, lo intelectualizaría, liberaría y emanciparía en un acto de transmigración de lobo a princesa. Convirtiéndose así en la ley del desarrollo universal de la historia humana. Aunque como Gadamer dijó: la Ilustración no es la ley universal de la historia, es un hecho más en la historia de la humanidad, y ahí esta, la princesa es una princesa más, no es Dios, es una princesa con aliento de lobo.



PD: La figura de la princesa y la conclusión final, serán  analizadas en artículos siguientes: 




































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