sábado, 9 de noviembre de 2013

La tercera vía, ante la pérdida de Mundo


En las últimas semanas, la gran exaltación nacionalista ha reculado, los grandes posibles logros, la voluntad emancipadora, la gran heroicidad y los aire de victoria, se difuminan y disuelven en el horizonte de experiencias políticas comunes, así lo ha determinado la negativa abusiva e irracional, no dialógica sino analógica de un gobierno que no gobierna y un estado que ya no representa. En una posición distante, frente a la sociedad y el mundo político, y frente a los problemas y desafíos que plantea, el ejecutivo permanece invisible e inaudible.

El gobierno central o unionista, no ha sabido resolver la papeleta, no ha sabido jugar al diálogo ni al debate, no ha conseguido reunir al grupo secesionista, que por mucho que me pese, obtiene un gran y abrumador apoyo dentro y fuera de Cataluña, y problematizar y polemizar las demandas, disposiciones, intenciones e intereses de ambas partes. Todo hay que decirlo, ninguna de las partes, ni unionistas ni secesionistas, nacionalistas españoles o catalanes, entiende el juego de la política, de la acción y la palabra, ninguno entiende que lo propio de la política ese "entre" nosotros, ese espacio que nos separa a los distintos y diversos, ese espacio plural constitutivo de libertad, que representa la libertad política, y la condición de gestionar y administrar desde la palabra. El que posibilita establecer las relaciones de realización o reconocimiento entre unos y otros, y con nosotros mismo, esto es entre colectivos e individuos, con sus propios intereses, pero que comparten un "mundo" (Welt), esto es un espacio de significación y sentido político, de lo común y colectivo, lo que compartimos, que no es, ni mas ni menos que lo público.

Las naciones no se constituyen por colectivos o peticiones de la mayoría, de la misma manera que la simple voluntad no basta para hacer bien las cosas en lo personal o lo profesional, puedes tener muy buena voluntad y las mejores intenciones para hacer algo, y cometer un daño irreparable. De la misma manera, el mero colectivo, de facto, no constituye nada. Es necesario la creación de "mundo" contingente e inesperado donde aparecer, interrumpir o irrumpir, y ese es precisamente una nación política ya establecida. Esta debe cambiarse y moldearse según necesidades racionales, propuesta razonables, proyectos sometidos al criterio y evaluación de principios justos y libres, principio primeros que están dados en el mundo, como diría Aristóteles. Y no meros actos de resentimiento, pertenencia a la tierra y entorno, conceptos propios de los animales, sino a un mundo propiamente humano.

Propiamente humano, quiere decir, en que se asumen las múltiples, expresiones, problemas, y requisitos de la existencia en cuerpos políticos, esto es, la racionalidad, la conciencia "para y hacia algo" y la libertad constitutiva individual en política. No valen creaciones de ficciones identitarias, abstracciones emotivas y sentimentales que abarcan y representan a colectivos enteros, los sistemas políticos basados sobre cuerpos familiares, con relaciones de fraternidad y hermandad, son apolíticos y extra-mundanos. El amor y este tipos de sentimientos (propios del pensamiento Alicia altamente extendido en nuestra época) no pueden estar en la mesa de negociaciones, y es precisamente el sentimiento de catalanidad, el "jo hem sento català", lo que conduce ha no admitir sus peticiones apolíticas y sus demandas extra-mundanas.

El mundo es lo que nos relaciona e interpela a distintos y diversos, lo que nos hace pactar y consensuar,  discurrir, conceder y ceder.  Pero la identificación de "lo otro", de la alteridad y lo ajeno, la negación de mundo y en consecuencia separación de cuerpos legislativa-mente, históricamente y políticamente unidos, basada en el catalanismo, idea-fuerza que contiene todo ese conjunto de relaciones familiares, de hermandad en una sola tierra y demás... Es lo que conduce a la perversión de la política. Conduce al derrumbe de de la emancipación racional y consciente, a la no ilustración de los pueblos, de la sociedad y al no apego a la objetividad como norma y ley.

De la misma manera, los unionistas también cometen ese erro, de no escuchar, de no atender y de negar sin argumentar, más que lo mismo formalmente, pero con distinto contenido nacional, misma posición pero a la inversa. Difícilmente puede pensarse el problema, ya que se escapa del margen, del marco y esquema del discurso y la palabra, todo serán opiniones, legitimaciones epidérmicas y voluntades gratuitas, ingenuas y pueriles de lo que quieren ser, sin pensar en ser, simplemente queriendo.

Como decíamos al principio de este artículo, no se ha sabido resolver la papeleta políticamente desde el gobierno central, visto lo cual, el nacionalismo catalán, se ha planteado la tercera vía, la moderación, el conceder y ceder demandas, intereses y exaltaciones, en rebajar la exigencia de su voluntad y en pensar vías alternativas, para solucionar el problema. Podemos decir: que no hay mal que por bien no venga, aunque jueguen al ratón y al gato, y no al debate entre hombres.





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