domingo, 28 de julio de 2013

El Reino de la Opinión (I)



La eterna pugna y tensión entre política y filosofía es hoy, o debería ser, uno de los puntos centrales de nuestro debate y pensamiento resolutivo, un problema que distintas escuelas filosóficas y distintos pensadores han intentado resolver y solventar. Este problema se enmarca dentro de un contexto y circunstancias determinadas de la modernidad, este no es otro, que el sistema de democracias liberales y sociedades burguesas en el que nos vemos inmersos e involucrados. Tal sistema posee implícito un seguido de conceptos abstractos e ideologías que conforman su cuerpo fáctico y dan sentido y significado a las materializaciones y encarnaciones empíricas y estructurales de la realidad, y es precisamente sobre esos conceptos e ideas implícitos en el sistema, sobre los que versa mi análisis.

Denomino precisamente "reino de la opinión" a este sistema político de democracia liberal burguesa, ya que democracia es el poder del pueblo, la voluntad de la mayoría y el juego de convencer y ser convencido para llevar a cabo acciones o actos políticos, es decir de gobierno, gestión o control de la polis (ciudad). De esta manera lo que cuenta en estos sistemas político es el debate, la palabra y el discurso, el peso de los argumentos y la tozudez de la voluntad y la intención. Y el problema que de aquí se deduce, no es su forma, sino el contenido de su forma, es decir, el problema de la democracia y los sistemas discursivos y deliberativos, no es que se resuelvan sus problemas mediante la palabra, la acción en lo público y lo colectivo, mediante el consenso, el pacto o el contrato,sino la esencia misma de ese contenido, ya sea por su veracidad o falsedad, su peso o ligereza, su solidez o inestabilidad.

Con esto quiero decir que la solidez, veracidad, trascendencia y rigor de una opinión no son suficientes para llevar a cavo un "acto político", veo necesario pues, la necesidad de introducir la distinción entre las opiniones y las tesis. Más allá de su uso cotidiano, vulgar y corriente, en el que decimos y usamos teoría, tesis y opinión indistintamente, me sitúo en un plano superior, académico e intelectual, para así, poder diferencia una cosa de otra, y hacer ver y notar la drástica y absoluta diferencia existente de una cosa y otra, de consecuencias y resultados trascendentes para nuestra vida política.

La opinión es doxa, y como decía Platón, poseen un aparte de verdad y una de falsedad, son la sombras de la caverna, de las ideas. La opinión tiene un carácter psicologista, subjetivista, meramente especulativo sin enraizar con la objetividad, carece de una necesidad de rigurosidad, importancia o profundidad conceptual. En cambio la tesis es episteme, tiene la pretensión de ser conocimiento, caracterizado por una rigurosidad, metodología y proceso absolutamente racional, por lo tanto de análisis objetivo, con pretensiones de verdad. Una tesis puede ser falsable o errónea, pero esta constituida por la observación, el examen y estudio objetivo conectado con la realidad, no es una mera invención, inclinación o anunciación producto de mis prejuicios, creencias o sentimientos, emociones o palpitaciones, intuiciones y elementos psicológicos, propios de la opinión. Sino que pretende desligarse de lo subjetivo y psicológico, y buscar el análisis puramente racional (objetivo) sobre conceptos, ideas, abstracciones e ideologías.

 El núcleo de nuestra sociedad y de nuestra democracia esta mediatizado y abarcado por lo llamado "opinión pública" que se refiera a las opiniones dominantes, predominantes y hegemónicas que cubren nuestra política y se presentan como "la voz del pueblo" como si fuera un solo cuerpo o unidad. Ese corpus constituido por opiniones es el que los políticos, sociólogos y periodistas usan como referente, el que usan para realizarse y encontrar el reconocimiento, es el criterio de corrección de la vida pública, convirtiéndose así un conjunto de consideraciones particulares, psicológicas, subjetivistas y de carácter personal y sentimental, ligadas a manías, malas vibraciones, prejuicios, odios irracionales, histerias y demás, como lo predominante y esencial del discurso político.

Incluso podemos ver esto en el mismo parlamento o en la mismas tertulias de debate y "análisis político", en que unos y otros en lugar de presentar y postular tesis, se tiran los trastos a la baza, sacan a relucir los trapos sucios, sacan a pasear vendetas, rencores, resentimientos personales y un sin fin de consideraciones emotivas y psicológicas y experiencias subjetivas con "los políticos" y la "política de los políticos" pero no sobre "lo político". En todo caso, lo que reivindico aquí, no es la eliminación de la opinión, ya que hasta cierto punto, la experiencia personal y la intuición, considero que son herramientas y elementos de conocimiento y juicio certero para la praxis, pero no deben jamás, ni ocupar el lugar de lo teórico, ni mucho menos abarcarlo todo lo existente en el terreno de lo público, ya que también hay espacios de reflexión y no solo de ejecución.

Sin ir más lejos, en nuestro parlamento los políticos se dedican a jugar como niños en el recreo al "y tu más" o al "y tu también" o a quejarse por la herencia recibida como determinación absoluta y categórica que nos condena al inmobilismo y pasividad y a la imposibilidad de la actividad. El último pleno parlamentario protagonizado por el portavoz del Partido Popular, Alfonso Alonso, abogado y filólogo, que compareció a causa de la inexistencia, ni en plasma, del presidente del gobierno Mariano Rajoy, para dar explicaciones sobre el caso Bárcenas en general y los sms de camaradería en particular. En esa comparecencia el portavoz Alonso debía contestar y responder en una situación de alarma, a todas las preguntas de los grupos parlamentarios allí representados, el susodicho, se encargó de contestar a las preguntas formuladas no con argumentos de peso, cosa que no esperábamos, ni tan siquiera con retórica o sofística, sino con el crudo y descarado insulto, incluso con descalificaciones personales en el caso de la respuesta a UPyD, llamando cobarde y casi loca a Rosa Díez, terroristas a los nacionalistas y de incompetentes a los socialistas.

Sonados son también los insultos y comentarios prejuiciosos, psicologicos y resentidos del presidente, a la misma Rosa Díez, cuando esta le solicita e interpela con críticas a su gestión y a sus políticas, este le responde con juicios sobre su pasado, su carácter, su condición mental y otras barbaridades inadmisibles, ante la imperturbable mirada de consanguinidad de los presidentes de la sala,Celia villalobos (PP) y Jesús posada (PP). Esto entre otros escándalos y aberraciones de nuestros políticos, que no poseen discurso, sino capacidad de denigrar al "otro".

De este modo, podemos ver como la influencia y fuerza de la opinión pública a descentralizado y desplazando del ámbito público y de los espacios políticos, la teoría y las tesis, los discursos sobre las grandes abstracciones ideológicas, lo conceptual o las ideas más prácticas y útiles pero que deben ser bien fundamentadas, en su nombre han aparecido los gustos, las tendencias, las estadísticas que registran las modas, lo deseado, lo caprichoso e instintivo, lo más epidérmico e irreflexivo. Todo aquello que la opinión pública que considera como bueno, y como dijo Spinoza, el hombre no desea, quiere y anhela lo bueno, sino que llama bueno, aquello que desea, quiere y anhela.
















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