miércoles, 13 de febrero de 2019

L'ou de la serp (39) Juicio al procés

Mientras escribo, oigo como el Fiscal Zaragoza describe de un modo inexacto y sesgado los hechos delictivos del procés. Lejos del tribunal, es un día claro y luminoso, una mujer frente a mi ventana tumbada en una azotea de tejas rojas toma el extraordinario sol del invierno barcelonés; es una espalda maravillosa y desnuda. Qué cerca y qué lejos está la vida!

Ayer los abogados de los acusados, los anteriores miembros del gobierno de Cataluña, expusieron su línea retórica: la defensa no consiste en demostrar la inocencia fáctica de los acusados, sino demostrar la farsa ideológica del juicio, desmontar los excesos prevaricadores del tribunal, y la manipulación de la acusación. Todo juicio es un aparato ideológico de Estado, ideología sistémica y no concreta, hasta para un robagallinas, pero ahora éste no es el caso. Sólo el abogado Xavier Melero (con el que coincidí en la presentación del libro Mi fe se perdió en Moscú de Enrique Castro Delgado, y que nos contó cómo el comunismo destruyó el censo para intentar borrar hasta la última huella del gulag y sus víctimas), abogado de Forn (antes, de Artur Mas), se centró en un discurso estrictamente penalista y técnico, pues pretende, y se presupone, que se juzgarán los hechos concretos del procés y no la ilegalidad o legalidad del movimiento nacionalista o catalanista en su conjunto. El juicio será justo, políticamente, en la medida en que, por un lado, impugne racionalmente la infamia, real o no, de "la causa contra el independentismo", y por el otro, defina y distinga exactamente el concepto de violencia efectiva que constituye la rebelión política, y la violencia constrictiva que determina la sedición, argumentando en qué grado se daban esos conceptos, y esas hipotéticas realidades, en el procés y a qué tipo penal se adhieren. Si el juicio en el Tribunal Supremo no consigue clarificar ninguno de estos puntos en su sentencia, el nacionalismo catalán tendría más razones, y más legitimidad, de la que ¡yo mismo estaría dispuesto a admitir! Evidenciando que la única finalidad legal y la única posibilidad política del status quo español sería la de castigar y someter a la disidencia.  

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