domingo, 17 de febrero de 2019

El alambre, la escucha

Es la vida en el alambre, pensaba... porque nadie se ha escapado ni se escapará jamás.

En el principio, la noche. Pasados unos minutos de las 21.. ..h, mi padre me hace entrar en dudas, ya casi en la cena. Inseguridad, no sé qué responder, estaba distraído con el betún. Pasar el cepillo para lustrar los zapatos, frotarlos, después, con ese suave trapo empapado, una delicia, a cada pasada de betún un nuevo aroma que es como la primera evocación, y lo más espectacular, el resultado inmediato, efectivo y perfecto del trabajo, las botas brillan, marrones, limpias, huelen vírgenes a piel, a cuero, más cepillo; la rapidez de esta transformación, de lo gastado a lo recién inaugurado, es insólita a todo objeto sometido al esfuerzo. Pero lo dejo, tanto placer banal empapuza, para resolver la duda. Escribo en la barra del buscador Google: The Wire traductor español. Y se abren dos ventanas blancas que son claras e inequívocas: primer recuadro blanco, English-detected: the wire, dos flechas bidireccionales, fina línea negra, segundo recuadro blanco, Spanish: el alambre. Finaliza el proceso de traducciónMi padre asoma su cabecita por encima de mi hombro para ver bien la pantalla iluminada; el asombro es general. El alambre, fascinante. Silencio. Y yo tengo en la cabeza también, la alambrada, red metálica ligeramente flexible, maleable y fuerte que envuelve, de una violencia sorda, el mundo ficcional de la serie televisiva y a cada uno de los personajes que aparecen, atrapados en sus propias vidas, sucumben amarrados a ella, pegados, escapando en la reclusión, el encierro como huida golpeándose como las moscas contra el cristal, pegadas. Esa misma noche iba a poner un capítulo de la serie ya vista, para ver el hierro, para ver hombres entre hierros, atrapados. El alambre es una advertencia, va hacia donde voy, está donde estoy, es absorbente y fino su dolor, envolvente, deja respirar, bracear, gesticular, poco más; para el que está dentro es una amenaza, no es bueno entrar, para el que está fuera... uhh, pero estar fuera parece imposible.

(...Pasaron unas semanas de esto, hasta la siguiente noche, pero ya tarde...)

Mis noches no son, se construyen. Se hacen de lo que otros han hecho de ellas, de la vida, de restos, de lo que se deja y se olvida, incluso de lo indeseado y despreciado, se hacen a duras penas, precariamente. Estábamos de madrugada en el bar de W. tomando un whisky con clara de huevo y unos puntos rojos dando vueltas en la espuma como gotas de sangre sobre fondo blanco cielo, y Clàudia me sacó del error, no, no, The Wire significa la escucha, el pinchazo, el pinchazo policial.  Me saca, generalmente, de muchos errores y de mi fundamental melancolía. Pensamos la vida en el alambre sin saberlo un día en la playa frente al mar, recogiendo pecios, ¿quién quiere ser el mar?, mi lugar. Anoche, frente al hierro. Sigo en las afueras. Y ahora ya tengo el alambre y la escucha, para pensar. Son encuentros intensos y hermosos y frágiles, como la nieve azul, la vida bajo la nieve azul, fugaz, perecedera, de una enorme importancia. Yo quiero: he hablado demasiado estos años, tocaría exactamente dejar de ser yo, ser otro, descargarse, desdoblarse. Ser la escucha.    

El alambre, nadie se escapa, se escapó, ni se escapará jamás, somos así, es así, hay que ver el hierro. Y aceptar la extraordinaria alegría que produce pensar la vida con su hermosa dureza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario