sábado, 26 de mayo de 2018

"El cónsul de Sodoma"

En tve pasan la película biográfica de Jaime Gil de Biedma, un fracaso estético y moral rotundo. Tengo que admitir mi especial y compleja debilidad por algunos escritores de esta generación del 50: Rafael Sánchez Ferlosio, Juan Benet y Luís Martín Santos (estos dos últimos aunque publicarían sus primeras obras mucho más tarde, al pertenecer a la tertulia literario-filosófica de Gambrinus, los considero parte del espíritu fundacional) Carmen Martín Gaite, José Ángel Valente, Juan Goytisolo, Ignacio Aldecoa, y de un modo más problemático pero placentero, Gloria Fuertes y José Hierro. Ana  Martín Gaite, en una entrevista de 2014, destacaba la gran relación que había a finales de los años 60, hoy ya destruida por el nacionalismo, la indiferencia de las élites y el sectarismo económico de la industria cultural, entre Madrid-Barcelona-Cadaqués, emblema este último de la fatua gauche divine, un personal pijísimo, ignorante y pretencioso, vivos representantes, y origen, de la actual y comercial frivolidad intelectual del país. Ese tiempo queda perfectamente retratado en su condición profunda de mediocridad, impostura y cinismo, como en un fresco de época donde ángeles hombres y bestias son lo mismo, en La gallina ciega de Max Aub, el diario de su regreso a España en 1969 tras treinta años de exilio y olvido. Gil de Biedma, poeta que aprecio por momentos, era uno de sus exponentes divine y sintetizaba en su figura este vínculo ambivalente entre lugares y tiempos, generaciones de escritores en mutua y codeterminante composición y descomposición emocional, material e intelectual. En la película no quedan recogidos ni la dialéctica y contradicción interna de su tiempo (la que expresa Max), ni la contundencia, para bien y para mal, de la psicología y el espíritu de ese grupo (que describe Carlos Barral en sus memorias), ni la propia dimensión conflictiva entre vida y obra de Biedma y los demás autores, más allá de cuatro pinceladas superficiales y vanamente estilizadas y estetizantes. El director nos deslumbra con falsas intenciones morales y pretensiones intelectuales, estúpidas arrogancias y pedanterías, una profunda ignorancia de las claves y los resortes invisibles que movían ese período, y un selecto y exquisito desfile de pollas multiformes de todos los tamaños y de juveniles culos masculinos muy sugerentes, todo, junto a una excitante y envidiable libertad sexual, de costumbres eróticas, y un notable coraje o valentía, entendida como una alegría sostenida ante el miedo que suscita un peligro real: el franquismo y la mezquindad nacional-católica de esa España negra. Nada más.

Recordé un buen artículo sobre la película que quizá aclare mucho mejor que yo este asunto en apariencia sencillo:   

<< EL CORREO CATALÁN| ARCADI ESPADA

La cajera de Lesbos (aquí se lee el texto entero)

 
 
Querido J:

¡Cómo no iba yo a ver El cónsul de Sodoma! De casa al cine habrá medio kilómetro. Iba pasando por las casas, por los bares, por los parques e iba diciendo aquí vivía éste, aquí bebía éste, aquí venía ella. Vecinos. Gente mayor cuando era pequeño, y a los que ahora veo insólitamente jóvenes, confirmándose la trampa présbite. Jaime Gil de Biedma murió ¡a los 60 años! Un joven, sin duda. A su juventud contribuyó, desde luego, la brevedad de su obra. Todos esperaban que de un momento a otro JGB dejara la adolescencia, saliera de la ducha (que era donde hacía los poemas) y se pusiera a escribir en seco. Pero lo mató el sida, que es uno de los seudónimos más nombrados del placer.

Esta relación entre sexo y verso ha sido una de las cosas más comentadas de la película. Incluso antes de que se proyectara. Han salido algunos amigos/as del poeta a decir que es una relación desequilibrada: que sobran polvos y faltan versos. Me hace mucha gracia este argumento. Voy a desplazarlo un poquitín para que se vea lo extraño. Imaginad, perdonadme, una cajera de supermercado y su película: La cajera de Lesbos. Y que salieran los vecinos a decir que no hay supermercado. ¡Hombre, hombre! Y en el caso de la cajera la objeción aún tendría algún fundamento, porque, realmente, los horarios de las cajeras son inhumanos. ¿Pero el oficio de los versos? ¿Hay alguien con conocimiento en este mundo que pueda dudar de que JGB dedicó mucho más tiempo a los polvos que a los versos? Esto es así incluso por razones completamente poéticas. Porque de haber dedicado más tiempo al poema que a los polvos habría sido un poeta leonés, de los que ignoran la arcilla seminal del verso. Es muy absurda la objeción de los amigos. ¿En razón de qué protocolo podría alguien negar a nadie la posibilidad de hacer una película sobre la vida sexual de JGB? Y entrando por derecho en materia literaria: ¿qué autoridad tiene nadie para decirle a un escritor o a un director de cine que debe ocuparse de la poesía de JGB y no de su poética? >>

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