domingo, 29 de octubre de 2017

L'ou de la serp (XXV) Notas sobre la levadura

¡¡¡155... 155... 155... 155... 155... 155... 155... 155... 155... 155... 155... 155... 155...!!! 
Se sigue viviendo. Sin violencia institucional desatada ni violencia callejera descontrolada, pero con intransigentes e inextinguibles profetas de nuevo cuño.
Bien está; todo bajo el tedio universal.     
 
  • << ¡No sólo la religión... el pueblo es el opio del pueblo! >>
 
  •  Los problemas de construir un marco virtual donde se proyecta la identificación entre el nacionalismo catalán y un movimiento ideológico con toques, operaciones, lógicas, acciones, instintos, apariencias, reacciones, olores o características totalitarias, van más allá de los tristes y descorazonadores efectos de la confusión intelectual o la torpeza política; quizá se sitúe al nivel grotesco de la perversión propagandística, arrasando con ella el fantasma de la estabilidad inherente a la vieja tradición de categorías políticas, una herencia sin testamento ni continuidad. Lo que el nacionalismo tiene de totalitario es exactamente e incuestionablemente la misma parte, la misma cuota, que tiene nuestro incierto "presente", nuestro tiempo político, de totalitario: una herencia de fascismo estructural, formal pero no concreto, y diversos dispositivos de poder absolutista sutilmente estériles o terriblemente efectivos dependiendo del agudizamiento y refinamiento de las sistemáticas reformulaciones del capitalismo: hipertróficas sociedades hegemónicamente contractuales de absoluta racionalización económica. 

  • La construcción virtual de realidades ficcionales paralelas, el desprecio por los hechos y el sentido común que rige y nos guía por la realidad primera, entre, épicas elaboraciones de un pasado mítico, ideológicos antagonismos bélico-deportivos, alienación audiovisual y cinematográfica, atomización y solipsismo social, masificadora propaganda y doctrinas xenófobas, ciertamente son residuos totalitarios que el nacionalismo comparte con su ambiente y realidad política actual en la que también chapotean distintos liberalismos progresistas y conservadores, e izquierdismos románticos y socialdemócratas; pero nada así existe, de momento, como un "proyecto totalitario" antisemita (que es algo más que el odio al judío o a lo judío; es un odio a los parias o desahuciados del mundo, al judío como hombre universal etc.) e imperialista que busca la expansión por el deseo de expansión y el poder por el amor al poder de la dominación total general, tal y como lo dibuja con suma precisión Arendt en su omnímodo libro sobre el totalitarismo ( totalitarismo como una forma genuina sin precedentes ni antecedentes de dominación total; un régimen destructor de todas las viejas categorías morales y políticas de la tradición occidental, y de todas sus formas históricas de gobierno, tutelaje y soberanía; como una terrible y siniestra novedad de gobierno irreductible que rompe un lazo histórico de continuidad y permanencia política, no deducible absolutamente del pasado, aunque sus "protoorígenes" estén en el antisemitismo y el imperialismo y deje en el presente un infinito caudal residual de hipertrofias ideológicas, todavía de, inescrutables consecuencias sociales y políticas...); tan clarividente ¡en el año 1951! Si el nacionalismo tiene elementos formalmente y virtualmente totalitarios compartidos con las ideologías que nadan en el mismo océano de la infamia contemporánea, su relevancia incriminatoria y anomalía condenatoria quedan neutralizadas. Desactivando así, por homogeneidad y coexistencia homeopática, la invectiva mediática que pretendía definirse y obtener su fuerza acusatoria a través del falso distintivo seudototalitario, privativo, original y exclusivo, del nacionalismo; aquello que precipitada y erróneamente, cuando no maliciosamente, juzga como anomalía y analiza con asombro la prensa apologética. Predicar del nacionalismo cualquier operación o lógica totalitaria es negar la posibilidad reflexiva de pensar la singularidad dañina y pérfida del nacionalismo xenófobo; negar cualquier praxis de oposición al clasismo étnico no instrumentalizada y tutelada por la propaganda patriótica del estado español.   
     
 
  •  Existe una oposición doctrinal, sobre todo teórica, pero también histórica, entre el nacionalismo-chauvinista (como podría ser el de la Francia colaboracionista o antidreyfusiana) y los panmovimientos raciales pangermánicos y paneslavos (de finales del s.XIX), la verdadera levadura del totalitarismo, que demostraría la falsedad y el complejo sistema de confusión e imprecisión que supone decir ligeramente y con ciertas toneladas de pereza intelectual, "nacionalismo totalitario".  

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