Se sigue viviendo. Sin violencia institucional desatada ni violencia callejera descontrolada, pero con intransigentes e inextinguibles profetas de nuevo cuño.
Bien está; todo bajo el tedio universal.
- << ¡No sólo la religión... el pueblo es el opio del pueblo! >>
- Los problemas de construir un marco virtual donde se proyecta la identificación entre el nacionalismo catalán y un movimiento ideológico con toques, operaciones, lógicas, acciones, instintos, apariencias, reacciones, olores o características totalitarias, van más allá de los tristes y descorazonadores efectos de la confusión intelectual o la torpeza política; quizá se sitúe al nivel grotesco de la perversión propagandística, arrasando con ella el fantasma de la estabilidad inherente a la vieja tradición de categorías políticas, una herencia sin testamento ni continuidad. Lo que el nacionalismo tiene de totalitario es exactamente e incuestionablemente la misma parte, la misma cuota, que tiene nuestro incierto "presente", nuestro tiempo político, de totalitario: una herencia de fascismo estructural, formal pero no concreto, y diversos dispositivos de poder absolutista sutilmente estériles o terriblemente efectivos dependiendo del agudizamiento y refinamiento de las sistemáticas reformulaciones del capitalismo: hipertróficas sociedades hegemónicamente contractuales de absoluta racionalización económica.
- La construcción virtual de realidades ficcionales paralelas, el desprecio por los hechos y el sentido común que rige y nos guía por la realidad primera, entre, épicas elaboraciones de un pasado mítico, ideológicos antagonismos bélico-deportivos, alienación audiovisual y cinematográfica, atomización y solipsismo social, masificadora propaganda y doctrinas xenófobas, ciertamente son residuos totalitarios que el nacionalismo comparte con su ambiente y realidad política actual en la que también chapotean distintos liberalismos progresistas y conservadores, e izquierdismos románticos y socialdemócratas; pero nada así existe, de momento, como un "proyecto totalitario" antisemita (que es algo más que el odio al judío o a lo judío; es un odio a los parias o desahuciados del mundo, al judío como hombre universal etc.) e imperialista que busca la expansión por el deseo de expansión y el poder por el amor al poder de la dominación total general, tal y como lo dibuja con suma precisión Arendt en su omnímodo libro sobre el totalitarismo ( totalitarismo como una forma genuina sin precedentes ni antecedentes de dominación total; un régimen destructor de todas las viejas categorías morales y políticas de la tradición occidental, y de todas sus formas históricas de gobierno, tutelaje y soberanía; como una terrible y siniestra novedad de gobierno irreductible que rompe un lazo histórico de continuidad y permanencia política, no deducible absolutamente del pasado, aunque sus "protoorígenes" estén en el antisemitismo y el imperialismo y deje en el presente un infinito caudal residual de hipertrofias ideológicas, todavía de, inescrutables consecuencias sociales y políticas...); tan clarividente ¡en el año 1951! Si el nacionalismo tiene elementos formalmente y virtualmente totalitarios compartidos con las ideologías que nadan en el mismo océano de la infamia contemporánea, su relevancia incriminatoria y anomalía condenatoria quedan neutralizadas. Desactivando así, por homogeneidad y coexistencia homeopática, la invectiva mediática que pretendía definirse y obtener su fuerza acusatoria a través del falso distintivo seudototalitario, privativo, original y exclusivo, del nacionalismo; aquello que precipitada y erróneamente, cuando no maliciosamente, juzga como anomalía y analiza con asombro la prensa apologética. Predicar del nacionalismo cualquier operación o lógica totalitaria es negar la posibilidad reflexiva de pensar la singularidad dañina y pérfida del nacionalismo xenófobo; negar cualquier praxis de oposición al clasismo étnico no instrumentalizada y tutelada por la propaganda patriótica del estado español.
- Existe una oposición doctrinal, sobre todo teórica, pero también histórica, entre el nacionalismo-chauvinista (como podría ser el de la Francia colaboracionista o antidreyfusiana) y los panmovimientos raciales pangermánicos y paneslavos (de finales del s.XIX), la verdadera levadura del totalitarismo, que demostraría la falsedad y el complejo sistema de confusión e imprecisión que supone decir ligeramente y con ciertas toneladas de pereza intelectual, "nacionalismo totalitario".
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