L'ou de la serp (XVIII) 1-Oc
... ¿también es el minuto a minuto del mundo, nuestro mundo?
- Hay algo ciertamente difícil de asumir pero que resulta imprescindible decirlo: la desgraciada necesidad de integrar a la totalidad de la derecha española, el Pp y C's, como interlocutor válido, ineludible e insuperable de un posible y deseable proceso constituyente de refundación estatal que solvente el problema de la identidad nacional. Esta es la única solución política al margen de la violencia y la represión. Y, evidentemente, es imposible. Ya que el nacionalismo y su vergüenza es una malignidad que azota por igual a todo el país, sólo el poder y la fuerza que instrumentalizan se distribuye asimétricamente por todo el territorio en una atroz retórica populista de sumisión social que introduce en el interior de las comunidades la brutal distinción amigo/enemigo, reconstruyendo así el arcaico sentimiento cainita y manoseando los ocultos resortes del odio racial. Sin la derecha no hay solución, parcial o total, al conflicto identitario, ¿pero cómo el nacionalismo catalán o regional puede ser eliminado por una especie de supremacía patriótica constitucional de un profundo carácter nacional-católico? Sólo pueden retroalimentarse. El nacionalismo, como el mal, parece inextirpable.
- Siempre que la socialdemocracia apele al "Diálogo" o lo reivindique como solución para el delirio separatista, sea con otros nacionalismos conservadores o no, sabemos que no se trata de una operación política de reconocimiento sino de una operación populista que acepta los términos abyectos de la xenofobia: su lenguaje excluyente, sus chantajes, sus reproches étnicos, sus caprichos inmorales, sus privilegios económicos, su hostigamiento y decrepitud intelectual. Esta trampa del "diálogo" y la "comunicación" es el modo perfecto para que los socialdemócratas abandonen la exigible distancia crítica que deberían poseer y se sumerjan en la cínica equidistancia con la que Pujol gobernó despóticamente; según la cual al mismo tiempo que construía, a base de increíbles toneladas de narcisismo y autocompasión, una Cataluña independentista era declarado español del año por las élites mediáticas e institucionales madrileñas, como bien dice Arcadi Espada. Esa equidistancia, ese diálogo, esa comunicación, ese pacto y negociación no es más que la indigna e indecente propaganda de un movimiento político moribundo en Europa y España, que utiliza el populismo como el último cartucho para la supervivencia electoral, y por lo tanto, como una nueva y precaria forma de negocio económico.
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