- El nacionalismo catalán fracasará, entre otras cosas y más allá de su infecta historia moral, porque no posee el monopolio de la violencia. Y la violencia institucional, física o constrictiva, siempre es irracional (o cínicamente racionalizadora), desproporcionada, ruidosa, sucia, exaltada, competitiva, entusiasta, celebrativa, autoafirmativa, autorealizada, pero inexorablemente legal: como mero instrumento legitimador de la sinrazón. Pues ya sabemos que lo justo (y lo legal) no es otra cosa que lo que conviene al más fuerte, y el delito, su único y más vivificante y tonificante alimento. El proceso orgánico evolutivo de crecimiento y reproducción del nacionalismo es inversamente proporcional a la lógica que hace cada vez más grueso, impenetrable e inapelable el tejido legal. Si la ley no sólo se alimenta y vigoriza con el delito, su quebrantamiento y desafío, sino que a la fuerza ha de fomentarlo para su autocumplimiento y para que en ningún momento el equilibrio social pueda fiarse a la oposición de una acción y reacción homogéneas y recíprocas, sin ese exceso punitivo condenatorio que deviene en deuda y culpa, entonces, el nacionalismo sólo puede crecer en cada fracaso simbólico y real de la legalidad, en cada quebrantamiento no rehabilitado, en cada ruptura no saturada, en cada afrenta no castigada, y por lo tanto en cada orden no impuesto. De ahí, que la ley en Cataluña terminará por ser, si no lo es ya, una cáscara vacía.
domingo, 1 de octubre de 2017
L'ou de la serp (XVII) 1-Oc
Escribiendo de guardia... una especie de minuto a minuto de mi cabeza.
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