jueves, 20 de julio de 2017
L'ou de la serp (XII) "Una peceta"
No es habitual relacionar el oficio de escribir con las opiniones de un payaso. El escritor, según se desprende de la novela de Heinrich Böll, cumple con la tarea del bufón como artista: su dedicación al desprestigio. Hay que recuperar la memoria desprestigiando a sus cancerberos, rescatarla de la indigencia a la que está condenada y sometida por la injusta ruina de un pasado inapelable, teniendo en cuenta la medida de ese arte: el kilómetro de la infamia; que al igual que el kilómetro sentimental, cuanto más cerca más universal e intolerable. Los catalanes, aunque parezca lo contrario, necesitan un payaso, al modo de gran instructor de la ironía trágica que conduce la historia. Su decadencia, junto a las indecibles cuotas de vergüenza, es atroz. El nacionalismo ha sucumbido a las ironías del progreso, al capricho del cambiante humor de la política: el catalanismo arrasado se mantiene vivo, pero moribundo, gracias a unos pequeños pueblos catalanoaragoneses, ¡justo encima de la línea!, que defienden, frente al alcalde y la Generalitat -lo traen hoy los periódicos-, la razón: su doble pertenencia. Barcelona, como bien dice Arcadi, ha pasado de las tórridas carnes de Teresa Gimpera con el sello de Bocaccio estampado en sus muslos, a la toga gris de Teresa Forcadas. Mientras, los olvidados pueblos excluidos del mito y liberados de la xenofobia son el último reducto del catalanismo político y el sentido común. La ciudad es la comarca, la ciudad en marcha hacia el regreso; brillante inversión del tiempo y el espacio. Otra audacia del gobierno xenófobo, una más: pedir una peseta a cada español, un euro a cada catalán, ¡pleonasmo otra vez!, para salvar a Mas de su condena, para salvarse ellos mismos del estruendoso fracaso, para financiar su vanidad y su amnistía, la de la corrupción. Nuestra economía ha mutado su especie en Lola Flores, "una peceta nomás..."
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