martes, 9 de mayo de 2017

Pensar sin barandillas



Tengo una relación conflictiva con la filosofía académica, entendida como sistema. De ese conflicto surgen muchas contradicciones políticas, alejamientos intelectuales, distancias insalvables, desprecios, desencantos personales y desaliento vital; pero, al fin, sólo en ella encuentro refugio, comprensión, y una base firme para la emancipación mediante una sólida deconstrucción del mundo: el picadillo de la realidad. Hago lo de Arendt, pensar sin barandillas, y sin concesiones. Da ahí, unos comentarios de Carlos Fernández Liria - de cuyo proyecto político-filosófico sobre la ilustración me dista una honda brecha oscura; a pesar de que me parezca estimulante su propuesta, y él, un hombre bueno, inteligente, y entrañable- denunciando los engaños del único filósofo español con un sistema propio: el materialismo filosófico de Gustavo Bueno. Recientemente fallecido, y olvidado, fue mi filósofo de cabecera durante mi adolescencia, de ese nido de zorro salí con la misma facilidad con la que entré. Hago exactamente mías las palabras de Liria, agudo y audaz: 

<< Hablabas también de Gustavo Bueno. El ha dedicado un largo artículo a analizar cuatro manuales de “Ética para la ciudadanía” que se han publicado recientemente, el vuestro entre ellos. Dice en este trabajo, refiriéndose a vuestro texto, que el proceder de esta filosofía académica gremial es siempre el mismo: “dibujar una idea abstracta extraída, por abstracción formal, de la realidad considerada y sustituir esa realidad (o el concepto exigible de la misma) por la silueta formal recién obtenida”. Discute también vuestro concepto de materialismo ¿Qué opinión te merecen sus críticas?

Hay que decir que, tratándose de Gustavo Bueno, su crítica es casi un elogio. Me he tronchado de risa leyendo las críticas demoledoras que hace a los otros tres libros, el de la editorial Edebé, el de Santillana y, sobre todo, el de Jose Antonio Marina. De este último viene a decir que si es más tonto no nace. Del de Santillana dice que más vale ni hablar. Cuando le toca el turno a nuestro libro dice que “es enteramente otra cosa”, que con nosotros sí que merece la pena discutir y que, de hecho, para criticarnos con seriedad haría falta mucho más espacio del que tiene en su artículo. Luego pasa a llamarnos idealistas y metafísicos, como era de esperar. Esto no tiene nada de sorprendente. Bueno piensa que el materialismo es algo de lo que él compró el copyright hace mucho tiempo y que, sin su autorización, nadie tiene derecho a ser materialista. Considera que es idealista hacer cualquier distinción que a él no le convenga hacer. Si defines un concepto que a él no le venga bien, eres un idealista. Si intentas aislar una determinación para distinguirla de las demás es que estás “abstrayendo”, “idealizando”, sustituyendo la realidad por una “silueta formal”. Eso, naturalmente, cada vez que a Bueno no le interesa o no le conviene que se haga esa distinción. Así pues, el materialismo consiste todo el tiempo en remitir a lo concreto de una sopa originaria, de un fondo real y material en el que todos los gatos son pardos, todos, por supuesto, excepto los que a Bueno le interesa en cada momento resaltar. Mediante este tipo de increíble dogmatismo prepotente ha ido arrinconándose en un discurso político de extrema derecha que resulta sobrecogedor.

¿Y entonces te parece conveniente discutir con él? ¿Crees que es productivo intelectualmente?

Probablemente no. Gustavo Bueno y su entorno habitan un universo completamente cerrado desde el que les resulta imposible comprender nada que quede fuera de él. De este modo, tengo la sensación de que discutir con él, a no ser que se trate de alguna polémica interna al buenismo, es una completa pérdida de tiempo pues, como digo, con frecuencia parecen radicalmente incapaces de entender nada más que a sí mismos. En el caso del propio Bueno eso le lleva, incluso, a perder el sentido del humor. En la crítica que nos dirige hay algo que me ha dejado estupefacto: debe de ser la única persona del mundo que no ha entendido el chiste de la portada, la ilustración de Miguel Brieva en la que se ve un puesto de hooligans vendiendo bufandas para el fútbol con nombres de filósofos. A Bueno ese chiste le parece una invitación a salir a manifestarse en defensa de la filosofía “en abstracto”, reivindicando a Kant o a Hegel con banderas y consignas. No alcanzo a diagnosticar cómo se puede llegar a perder tanto el sentido de la realidad. Una persona que ya no es capaz de distinguir una manifestación contra la guerra de Irak de unos hinchas clamando por el Real Madrid no puede llegar muy lejos en sus juicios políticos. Pero claro, en efecto, no se puede olvidar que a Gustavo Bueno los millones de personas que se manifestaron contra la guerra de Irak, justo antes de la reunión de las Azores, le parecieron que no hacían más que reivindicaciones “abstractas”, que no pedían más que la Paz en abstracto, así en general, de forma idealista. Bueno fue la única persona del mundo que no fue capaz de conectar esas reivindicaciones con el contexto de la guerra de Irak. La palabra Paz, en su cabeza, era una pura abstracción, en absoluto significaba un no determinado y concreto al discursito de Aznar en las Azores. Hasta Espinete habría realizado en ese momento esa conexión, pero él no lograba verla por ningún sitio… Todo el mundo navegaba en la abstracción excepto él… y, naturalmente, los que apoyaban la invasión de Irak. Prefiero callarme lo que creo que se esconde bajo tanto “materialismo”…

No te calles. En tu opinión, ¿qué se esconde bajo tanto “materialismo”?

Uno llega a pensar que el materialismo de Bueno siempre tuvo que ver con ponerse del lado del más fuerte. En un determinado momento se comprometió con el bloque soviético porque éste tenía aún fuerza política mundial efectiva y porque a Bueno quizás le parecía la única opción viable (no se puede decir que acertara mucho en esto, desde luego). Tras la caída del muro, se pasó a la ultraderecha, probablemente porque vio ahí una opción más viable históricamente. Al final, el materialismo tiene que ver con resignarse a que la historia tenga razón o a dar la razón a la historia. Escribí El Materialismo (Síntesis, 1998) para defender exactamente lo contrario. Pero, en fin, el caso es que ahora Bueno ha encontrado el medio defender la idea de España y acercarse al PP, aunque sea por un camino muy original. >>

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