jueves, 18 de mayo de 2017

L'ou de la serp (VI): El nacionalismo, una digestión

La violencia con que el nacionalismo, y sus virutas, los nacionalistas, entronizan la palabra fantasmal del pueblo para sus burdos y chatos intereses mafiosos, se extiende como un desgarro o un arrebato entre las afiladas esquinas y las imperturbables paredes del valle más olvidado de la geografía más desolada. La nuestra, la dolça Catalunya, tierra inestable donde las agrias y arrebatadas tormentas eléctricas se transforman en el dulce soplar de la flauta de pan, se ha convertido en el espacio imaginario y mitológico de un grupo indocto de bárbaros que se apropian de todo capital simbólico y acervo cultural, para marchitarlo y reducirlo al desasosiego de un pasado racial y un falso resplandor perdido, que jamás existió ni siquiera en su imperfección, pero de cuyas regresiones performativas y manipulaciones históricas, obtienen suculentos réditos alimenticios. El nacionalismo, la límpida aniquilación de la verdad; una digestión. Anoche la indecible Marta Pascual, coordinadora general del PDeCat, la nueva marca -un logotipo que podría imprimirse perfectamente en los cartones de leche desnatada- del partido nacionalista que sirve como parapeto jurídico ante su propia corrupción y carcoma, concedió una entrevista masaje en una de sus sucursales mediáticas subvencionadas. Nadie en su punto álgido de salud e higiene debería entrar a valorar los desvencijados y tristes vericuetos discursivos de la insípida coordinadora, un peix bullit entre sus hermanos besugos. Una trepadora burguesa de ahumado racial, ¡pleonasmo!, cuya arrogante y destemplada juventud no oculta las rancias costumbres arribistas del engaño, la adulteración y la extorsión ideológica, propias de su precaria e indigente condición intelectual y su endemoniada clase social. Su mustia piel, cual papel de tabaco, ya dibujaba en la pantalla de televisión el marco perfecto para su entumecido cargo y el  morado hematoma de sus palabras. Pascual pertenece a esa  hirviente clase de mujeres cuyo fin último es dejar de ser un trapo sucio y usado de los azares (¡quién se atreve a decir de los hombres!, pobre diablo el desairado que desconoce las normas de corrección política de nuestros inclementes tiempos...), para convertirse, mimetizarse, en un papelucho más de la burocracia institucional; en ese silencioso y sutil circuito autoritario de listas y ordenanzas, cuyo afán es clasificarlo todo en un acto impune de absoluta homologación ontológica de sus objetos: un sitio para cada cosa y cada cosa en su sitio, sin discontinuidad. En ese mundo de trámites, administración y gestión del humo, el talento político y la calidad de su razón son sustituidos por su valor de posición en la cadena burocrática; así la tal Pascual, puede aplicar la ley de la levedad de los globos para realizar y satisfacer sus aspiraciones tribales: ascender y ascender con la nada hasta los coloridos cielos del éxito social y político. Como los globos, cuanto más vacíos y leves, cuanta más nada contengan, más arriba subirán, Pascual, asume su metamorfosis de globo pocho a una reluciente esfera morada rebosante de nulidad, vacuidad, inanidad y vacío desbordante. Ella, cómo no, es una anécdota; y a su vez la sinécdoque del nuevo hombre catalán por venir, ¡ouh, auh, ay!, corrección de género: de la nueva mujer catalana de la burguesía ensimismada.           



  

   

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