martes, 30 de agosto de 2016
Lghpetdfgorichjlog
En mis ratos muertos, estoy leyendo el libro sobre True Detective que Iván de los Ríos y Rubén Hernández prepararon y fabricaron, un producto exquisito, aunque muy cool, en 2014, sobre la maravillosa serie de televisión. En la ociosidad de su lectura se produce un cruce de sentido, se mezcla con el negocio de la televisión. La caja tonta que dice mi madre, o las cajas vacías (ferlosio), son el perfecto artefacto que demuestran el eterno retorno, esa profunda y densa idea sobre la historia y el tiempo, preñada de buenas razones, que tanto le costó a Arendt desmentir; al menos, hacer que yo despertara de este sueño dogmático, cómo tantos otros. En el libro citan al inmenso Borges en su Historia de la eternidad, y lo explica:
<< Esa doctrina (que su más reciente inventor llama del Eterno Retorno) es formulable así: El número de todos los átomos que componen el mundo es, aunque desmesurado, finito, y sólo capaz como tal de un número finito (aunque desmesurado también) de perturbaciones. En un tiempo infinito, el número de las perturbaciones posibles debe ser alcanzado, y el universo tiene que repetirse. De nuevo nacerás de un vientre, de nuevo crecerá tu esqueleto, de nuevo arribará esta misma página a tus manos iguales, de nuevo cursarás todas las horas hasta la de tu muerte increíble. Tal es el orden habitual de aquel argumento, desde el preludio insípido hasta el enorme desenlace amenazador. Es común atribuirlo a Nietzsche.>>
Luego, Rust Cohl, el detective realista, pesimista filosóficamente, entrevistado por dos detectives negros, explica la eternidad condensada en un instante, la vivencia absoluta del tiempo en el presente, que se acopla en mi cabeza con el zumbido incesante de la televisión y su centrifugado infinito:
<< ¿por qué debería yo vivir dentro de la Historia? Joder, no quiero saber nada más, nunca más. Éste es un mundo en el que nada llega a término. Alguien me dijo una vez: "El tiempo es un círculo plano". Todo lo que hemos hecho o haremos, lo vamos a hacer una y otra vez... y otra vez... Y ese niño y esa niña van a volver a estar secuestrados en esa habitación de nuevo... y de nuevo... y de nuevo... Eternamente >>
Los hombres carcasa se enajenarán con la televisión, pero si alguna idea, como una mosca, da vueltas en su cabeza, se inclinará, seducida o aturdida, al fatalismo del sentido nihilista del sin sentido; y ese interesante pero tramposo, eterno retorno. ¡Qué complicado es ver la televisión tranquilo!
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Este Dejarse ir...
No sé que extraña razón hace del escritor de ficción, esa bestia literaria, en ocasiones, bestia poética, tener un estatuto muy superior, en la escala cultural de este país, al del escritor de no ficción. Los periodistas (ensayistas, biógrafos, memorialistas) pertenecen a este segundo grupo, pero claro, entre accionistas que escriben sus tubos económicos domésticos y literatos de poca monta con sus "personajes" y sus "sueños reales" o "ficciones verdaderas" (véase, `almudena grandes´, la garbancera, garbancera... o Millás, buf!!!), los diarios los escribe la bestia, con sus lazos de sentido, sus bucles de justicia poética, sus mantos de fantasía y pequeños cuentos de bondad; el aliento putrefacto de la bestia. Los escritores de no ficción, podríamos hablar de fácticos, ¡pero cuantas miradas viperinas y sonrisillas reptilianas me aporta eso!, así que diré de ensayistas, o escritores de la memoria, son las rameras de nuestra cultura, los gusanos de nuestro lenguaje. Un ejemplo, en lo que sigue:
En este dejarse ir de la vida y la muerte, encontramos a Gustavo Bueno, filósofo materialista, que descubría y desactivaba los brutales parásitos de las palabras y las ideas, aunque fuera un mandarín incluso en el franquismo. Parecía odiar (¡ja!, reflexionar críticamente, ¡oh!) más la democracia que la dictadura; vivió estupendamente, rebosante y en su mundo, en ambas. Los periódicos de las "ficciones verdaderas" recogieron así su muerte, este agosto:
<< Fuentes cercanas a la familia, que no han querido aclarar si su muerte está relacionada con la profunda tristeza que le produjo la de Carmen, recordaron que ambos fueron conscientes de la cercanía de su final pocos días antes,cuando cogidos de la mano en el jardín de su casa se miraron profundamente, sonrieron y establecieron sin decirlo un elegante turno para dejarse ir. >>
El género de la necrológica obra milagros, aunque no el más importante, el suyo propio. Morir de amor, morir de pena, morir de soledad, escalonar la muerte, ¡qué bonito! Cuánta bestia literaria...
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"La poesía es alta metafísica en verso, y la metafísica es alta poesía en prosa". ¡Y que a gusto nos quedamos!
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Un vistazo alegre y rápido a nuestra prensa y televisión nos advierte de todas las manufacturas homosexuales de moda, el marketing de consumo gay; rip, tip, flip, flop. En la tele salen muchos diciendo aquello tan manido y cursi de su interesante personalidad, sí, esa tontería de aceptarse a uno mismo, encontrarse, y darse tiempo. Como si dentro de uno, un ser místico esperase ser descubierto y revelado, como en la teología. Los homosexuales, yo jamás iría con subtítulos por la vida, confunden los dilemas morales con problemas psicológicos; algo propio de sociedades patológicas como la nuestra que ofrecía psicólogos (lo ofrecía Gallardón, ¿dónde estará?) a las "abortistas", como si dependiera de la psicología su decisión, y no de la moral, la libertad. Se piensa, en esos mundos, que las sales de la pedagogía para adultos, siempre infantil, solucionarán nuestros problemas éticos, esa obstrucción moral de nuestros conductos anímicos, eróticos y emocionales. Espero, como quien espera un milagro, que haya alguien que le diga a los panolis que quieran aceptarse a si mismos, ¡que no!, ¡que no se acepten nunca!, ¡nadie les espera para nada en ningún sitio, no hay nadie que descubrir en el interior!, ¡todo, absolutamente todo, esta ahí fuera, en la experiencia, en la realidad, en el mundo!, ¡no en su imaginación, o en su metafísica privada!, ¡arg! Que no se identifiquen nunca con nada, que dejen esas identidades basura, fast prose, para los nacionalistas, para los creyentes, para los capitalistas... De lo contrario se convertirán, si no lo son ya, en seres del comercio, productos baratos del mercado, mediático y terrestre; y por supuesto, en unos auténticos, identitários, estúpidos.
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