Adorno postula la dialéctica negativa, no como una teoría en positivo, ni
como la propia dialéctica hegeliana, sino que consiste en construir conceptos
por sus polos opuestos, por las contradicciones no solo de razón, sino de la
propia realidad. El conflicto y las tensiones, las contradicciones sangrantes y
exuberantes de la realidad social o realidad objetiva revelada ante todos. Así
juega con los opuestos y contrarios, como por ejemplo historia y
naturaleza, individuo y colectivo, para producir conceptos
fructíferos y exactos, “adecuados” para la realidad objetiva, y no caer en el
idealismos o subjetivismo, ni en el terco y vulgar materialismo o nominalismo
escolástico. Construyendo así una teoría negativa, que no demarque o defina
acabados, que no diga “S es P”, sino lo que precisamente no es,
aquello que le es ajeno y ausente a toda afirmación que es negación de todo lo
demás, y sin el cual (carácter negativo) no podría constituirse teoría alguna,
puesto que no habría o no cabría reconocimiento alguno, ni reconciliación
posible, error de toda teoría positiva o dialéctica hegeliana sin más.
De esta manera vemos como verdaderamente la dialéctica negativa no es una
vana abstracción o una onírica conceptualización que pierda toque con la
realidad, sino que precisamente es la máxima concreción y situación en la
contingencia de la realidad. La identidad que se construye precisamente por el
conflicto con la diferencia, con la alteridad, lo absolutamente “otro” ,
proyectando en otro la unidad que todo lo que es posee, y reconociéndolo pues
como propio. Por el contrario, Adorno postula que tal reconocimiento no es
posible absolutamente o totalmente, ya que si no, se perdería el carácter
negativo que posibilita tal movimiento de integración o reconciliación, por lo
tanto la negatividad de los elementos se conserva siempre, haciendo imposible
que la superación total y perfecta se realice. La radical negatividad y
oposición a “lo otro” del sujeto/objeto es tal, que siempre se
mantendrá el reconocimiento en una contradicción y conflicto “productivo de
identidades” y constructor de tensiones y conflictos, multiplicando así las
formas y elementos de la realidad objetiva, de la verdad.
Por lo tanto la dialéctica negativa y su proceder, consiste en yuxtaponer
conceptos antitéticos como los ya mencionados, y exponer su irreconciliabilidad de
los conceptos con la realidad supuestamente descrita por otras teorías.
Mostrando así el carácter negativo y la imposibilidad de adecuar la verdad o
cualquier concepto definido y acabado sobre la realidad, especialmente el todo
social. Como en Hegel la contradicción, con la negación como principio
lógico (de la lógica hegeliana) dotaba a su pensamiento de una estructura
dinámica y proporcionaba la fuerza motora para una reflexión críticas
(negadora, superpuesta) sea de la realidad misma, o sobre los conceptos
(individuos también) que pretenden describirla. Pero mientras que Hegel veía la
negatividad, el movimiento del concepto hacia su “otro” en busca de una
síntesis y superación - que a su vez debía ser negada y reconciliada en algo
mayor y superior, y así sucesivamente hasta la totalidad del absoluto,
esto es no el reconocimiento de lo otro, sino la auto-conciencia,
reconocimiento absoluto – Adorno no creía en la posibilidad de superación
sistémica o la integración en la totalización, sino que defendía la negatividad
estructural de la realidad y de los conceptos (del sujeto y el objeto si se
quiere[1])
y por lo tanto la posibilidad consustancial de la negación y la contradicción
siempre y necesaria.
El resultado de la dialéctica negativa es un producto antinómico más
cercano a Kant que a Hegel, por su irreconciliabilidad e
imposibilidad estructural; más por causa de la realidad que de la propia razón.
El modelo dialéctico entendía el "auto- movimiento del concepto" de
Hegel; no como una teoría del "desarrollo " y el despliegue de la
realidad, sino como un movimiento del pensamiento en el que todas las
categorías "son y no son ellas mismas", se mantenían
y transformaban al mismo tiempo. Adorno utiliza la argumentación dialéctica
para construir modelos de pensamiento que se muevan en dirección opuesta
y contradictoria, es decir enfatizando el carácter negativo, de negatividad de
las cosas, para afirmar la imposibilidad de descripción positiva o
sistematizadora (integradora) de la mayoría de teorías sociales empíricas (el
positivismo social mismo). Así pues Adorno criticaba aquello que se presentaba
en la conciencia del individuo como lo "siempre idéntico"; por
ejemplo: la identidad entre sujeto y objeto, entre sujeto alienado y objeto
"reificado" dentro de la estructura social. Entendiendo la identidad
como la caja que aprisiona y encarcela al sujeto, y la dominación del sujeto
sobre el objeto que conducía o que era llevado hasta su extinción.
Por lo tanto, si en el pensar la realidad, se le permitía al objeto
(reificado) dominar al sujeto, el resultado era la reificación de la conciencia
y la aceptación pasiva del "status quo"; por el contrario, si era el
sujeto el que dominaba al objeto, el resultado era la dominación y
justificación ideológica del "status quo", es decir, mantener las
cosas ( en este caso social) como "idénticas". El objetivo
dialéctico, no es la reproducción de la realidad de la conciencia como
"siempre idéntica", de "lo que existía", sino la
constitución de una conciencia crítica, de modo que la razón reconozca no lo
idéntico, sino la "no-identidad", la negatividad, de la naturaleza
material de la conciencia y la realidad. Dejando de lado la posición de la
"racionalidad" y la descripción y adecuación, como ejes centrales de
la teoría, y apostando por la irreconciabilidad y la no-identidad (negatividad)
entre razón y realidad y entre objeto y concepto (sujeto). Una de las
formas para mantener la capacidad de experimentar lo no-idéntico, es decir, de
mantenerse receptivo a lo nuevo y a lo abierto, como desprotegido; era mantener
la distancia con la realidad práctico-empírica, con la facticidad que
podía tragarse al individuo por completo, imbuirlo en la
"participación" de lo real como lo "siempre idéntico" e
incapacitarle pues, para la reflexión crítica: que consiste en identificar lo
diferente, la alteridad y la contradicción manifiesta, expresa y constitutiva
de la realidad y la conciencia como un factum.
Queda pues, la conciencia no como un mero receptor pasivo de la
exterioridad, un espejo donde se refleja la realidad acabada y cerrada en
positivo, las coas y los objetos definibles; sino más bien, como un proceder
dialéctico negativo, en que abandonamos el carácter de "valor de
uso" de la razón, imposibilitando la "razón
instrumental" y enfatizando los opuestos y el proceder de la conciencia
según la lógica negativa. Dejando pues la conciencia, no como aquello que
percibe la realidad de las coas tal cual, la refleja, y en virtud de la razón
articula los elementos reflejados y acabados, empleándolos como un medio para
un fin; sino que la conciencia hace manifiesta la imposibilidad de afirmar en
positivo, de definir objetos y cosas acabadas y estables, inquebrantables
racionalmente, y revela el carácter negativo de la no-identidad y de lo
no-igual (diferente) esto es de la alteridad interna de la realidad en sí
misma.
Vemos como el pensamiento de no-reconciliación entre lo no-idéntico (el
pensamiento dialéctico negativo), es impulsado por las condiciones objetivas;
ya que las contradicciones de la sociedad no se pueden desterrar por medio del
pensamiento teórico positivo, sino que se presenta cada parte de la
contradicción, en referencia crítica, es decir opuesta, una respecto la otra.
Afirmando con su presencia y relevancia en la realidad, su no-identidad y
no-pertenencia (unidad) respectiva, una de otra. El "principio de no
identidad" es la base de la dialéctica negativa o "lógica de
la desintegración"[2],
como primitiva y primeramente se iba a llamar este nuevo método filosófico. Que
tenía como base la manifestación de los problemas técnicos de la praxis,
revelando los antagonismos y contradicciones de la estructura de la sociedad,
teniendo Adorno como filósofo, el objetivo de socavar el contradictorio sistema
idealista burgués, y empujarle mediante su lógica inherente e interna, a su
propia negación o autodestrucción. Se presenta ante nosotros pues, uno de los
objetivos fundamentales de Adorno: acabar con el idealismo, representante del
sistema filosófico y ontológico de la burguesía; reconociendo que no se puede
atacarse el sistema idealista desde "fuera" de manera "exterior",
es decir, oponiéndose con unas tesis anti-burguesas, anti-idealistas y
anti-metafísicas, sino que se debe desactivar y descomponer el idealismo hasta
la auto-negación de sí mismo, de una manera interna, según su inherente lógica
categorial y conceptual. Esto quiere decir, de manera dialéctica, pero
negativa; ya que si el idealismo es el sistema hegemónico y dominante en
filosofía, como representación y reflejo de la burguesía en la condición
social, en la praxis, y ninguna alternativa teórica es válida para socavarlo,
sólo un uso interno de su propia lógica de contradicciones y antagonismos
categorial, esto es: de la dialéctica, es el método posible. Solo ella puede
llevarlo a su auto-negación y apertura a un método nuevo: a la dialéctica
materialista negativa. Entendiendo que sea como sea, la dialéctica es el único
proceso crítico, el único método filosófico válido para conocer le verdad[3],
y la superación del gran sistema inquebrantable de la burguesía (el idealismo)
irresistible para cualquier otro sistema que no sea dialéctico; en
especial, el único posible que es, la dialéctica negativa.
Concluyo pues, que como ejemplo fáctico, podemos ver como esta "crítica
inmanente" (destrucción del idealismo "desde dentro")
consistía en desafiar críticamente, es decir dialécticamente, a los conceptos
burgueses (pensamiento burgués) de la realidad de la sociedad burguesa.
Consiguiendo contraponer como antagónicos, como opuestos irreconciliables la
realidad material burguesa y su propio pensamiento o ideología, su propia red
de categorías como contradicción con su condición y realidad empírica. Es
decir: así como sus ideales y conceptos centrales eran la razón, la justicia y
el individualismo, se revela y manifiesta una sociedad burguesa, irracional,
injusta y colectivizada por determinación del capitalismo monopolista. Haciendo
presentes las contradicciones flagrantes de su sistema y los antagonismos en su
lógica y articulación interna. Recordemos que Adorno, sólo pretende
comprometerse filosóficamente con la verdad, como validación de su método
dialéctico, y que estos ejemplos en la praxis político-social son más propios
de su última etapa en el Instituto de Frankfurt (influenciado por Horkheimer),
cuando estaba plenamente inmiscuido en el mismo. Realmente, puede decirse
que el origen de la "lógica de la desintegración" o de la dialéctica
negativa, se encuentra ya, en sus polémicos encuentros con Benjamin en
Königstein, pero mi perspectiva no era tanto un rastreo historio-gráfico como
intelectual y filosófico.
[1] Aunque dichas
nociones también son criticadas por Adorno, al menos en su teoría estética, que
a su vez también es su epistemología y apuesta política de la renuncia.
[2] En dicho nombre,
ya viene presupuesto su carácter anti-totalizador y anti-unicidad de la
realidad. A su vez, la desintegración de la totalidad, la pérdida de la
totalidad, significaba o venía a representar la decadencia de la época burguesa
y su filosofía idealista, y sus sistema metafísico total. Así la "lógica
de la desintegración" es el nombre que Adorno iba a dar a la
dialéctica negativa en sus primeros años, pero tras ingresar en el instituto y
pasados los años, la expresión dialéctica negativa, enfatizando su "negatividad"
cobró mayor fuerza y notoriedad.
[3] Verdad, como
aquello que desafiaba críticamente, negativamente el curso y el despliegue de
la historia, en lugar de fundirse con ella y adecuarse a ella, como se había
entendido hasta ahora.
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