Imposturas Modernas (III)
Tiempo de
escaparates, cultura de mercadillo y exposición, todo visible y fotografiable.
Exponemos en nuestros museos, restos de templos, casas, ropas, jarrones, platos
y monedas que antaño poseían un valor metafísico pragmático, y que hoy, su
valor es un valor de cambio monetario determinado por la industria cultural.
Más que conocer, nos
mueve la información, el morbo visceral, la curiosidad epidérmica, la
conciencia colectiva de identificación con el grupo, las ansias de poseer, sea
material o ideal, espiritual o físico. Nos palpita el acumular experiencias y
sentidos, sin cuidar nada. Queremos devorar pero no degustar.
La predilección y
preferencia por el tener, que no por el ser, conduce a la masificación y
socialización cosificada de todo aquello que poseía una entidad espiritual, la
piedra roseta se ha convertido en un mono de Gibraltar, se juega con ella y se
la retrata para el álbum familiar.
Las calaveras y
cuerpos momificados son uno de los valores más visitados, demandados, solicitados
y emplazados. Lo que antaño fueron hombres dotados de dignidad atemporal, hoy
son objetos de culto, más o menos otorgado, por su interés dentro de la
industria, y la racionalización de programas culturales, y distintas
fragmentaciones administrativas.
Los museos como
tecnologías de subjetividad, y productoras de verdad, determinan lo valioso e
histórico. En la posición del objeto puede leerse todo en cuanto es, cuando su valor, es mucho más cotidiano y
normal, y a su vez, tan trascendente que
no puede regirse y someterse a una estructura instrumental, industrial o
febril.
El arte en los museos,
está saturado, endogámicos y académicos, no flotan en la realidad, ni en
salones ni habitaciones. El arte, se encuentra mediatizado por expertos,
grandes espacios de desfiles y centros del escaparate. Expuestos ante la cadena
de montaje, hoy de observación, de mentes consumidoras y voraces en la
crematística.
No hay comentarios:
Publicar un comentario