miércoles, 24 de abril de 2019

Normal y humano

Empalidece cualquier ocurrencia del populismo de izquierdas, el cinismo de la socialdemocracia, o las extravagancias del feminismo institucional, frente a la profunda reacción nacionalista, represiva y autócrata de la derecha española. Pretenden expulsar del país como escoria de la humanidad a toda posición política disonante, que en absoluto resultan subversivas o revolucionarias, a través de la invención de monstruosos fantasmas: comunistas (al modo soviético), etarras, chavistas, feminazis, amigos de los terroristas, y un deplorable etc. La contumaz voluntad de rehabilitar los viejos mecanismos de persecución y exclusión política mediante la ilegalización de partidos políticos y, de facto, la ilegalización de ideologías e individuos concretos que profesan ideas libres y críticas, obedece al deseo de declarar como indeseados, molestos, parias e inhumanos a quienquiera que sea la oposición política, o se oponga a la normalización de los inauditos discursos de un tiempo nuevo, portadores de la violencia política explícita. Acostumbrados a la violencia formal y estructural del Estado, y a la explotación y dominación de la sociedad adquisitiva capitalista, ahora reviven en occidente los modos directos de violencia ejecutiva y material de los gobiernos despóticos, introduciendo la dimensión policial y penal no solo en los casos excepcionales de desorden e inseguridad social, según su lógica: de anormalidad, sino en la vida ordinaria de la gente, a la altura de las ensoñaciones y ensimismamientos del hombre común. Eso parecen desear, aunque sea sin saberlo, sus impulsores; cosa que no les exonera de su responsabilidad moral y de las posibles desgracias y carreras de maldad que puedan iniciarse. Si es cierto que la humanidad ha insistido en asesinar, previa construcción o ficcionalización, al enemigo político, entonces el crimen político, el asesinato del enemigo, es algo normal y humano; y el odio una reacción cotidiana, de una obviedad redundante, que ni siquiera hace falta justificar: meramente expresar y consecuentemente realizar con eficiencia y limpieza técnica, alejándose irreflexivamente del mundo y el pensamiento. Debemos evitar ese extrañamiento, y alienación, del mundo. Ya habíamos naturalizado de un modo sorprendente y humillante las violencias estructurales de un régimen político o un sistema económico determinado, pero parecía inaceptable la convivencia con la violencia política directa de un gobierno autoritario, tal y como parecen cultivar las llamadas tres derechas españolas (Pp, C's, y Vox) bajo los infinitos mantos de un catastrófico sentimiento patriótico. Diría, de un modo general y provocador pero acertado, que la política contemporánea no consigue despegarse de su atávica afición a concebirse desde los límites de la mortalidad, la gestión de los cuerpos muertos, imposibilitando su tarea principal: repensar en común, en el espacio público donde aparecen los otros, estilos de vida plenos y liberados, y modos de existir de los cuerpos emancipados.
 

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