jueves, 14 de febrero de 2019

L'ou de la serp (40): Corazón tan blanco

Termino la tostada de bordes quemados, crujiente, aceite y pimienta, con una lánguida loncha de fiambre encima, pan de hígados me dicen, y un zumo natural de naranja delicioso; hoy la fruta es dulcísima y de un color vivísimo como si se hubiera hinchado de luz. Miro por la ventana, la chica tumbada en la azotea ya no está, boqueo doy mordiscos mudos al aire, buscando la espalda, mientras con las manos intento atrapar algo. Acto seguido, secando ya mis labios, el presidente de la sala, el señor Marchena, hace, a diferencia de la deficiente exposición de los fiscales y de la abogacía del estado, una aceptable argumentación sobre las cuestiones formales del juicio.   

Aparte de la claridad formal del juicio, hay ciertas limitaciones axiomáticas verdaderamente graves. Marchena no aceptará debates ni políticos ni ideológicos en la sala, dirigiéndose especialmente al auto de acusación del partido falangista Vox. Es una pena que entiendan lo ideológico, y los numeritos, berrinches y tontunas que todas las partes del juicio puedan hacer, con lo político. Y que conciban los hechos como la antítesis de la política. Puesto que sí, y por suerte, es un juicio necesariamente político, y con hechos. Si no, de qué.

La realidad vuelve a conducirme, inexorable, al desencanto y la decepción: los primeros argumentos jurídicos en este proceso, y seguro que en todos los de la misma índole, tienden más a una atroz burocratización estéril  (del castigo y el sometimiento) que a una imprescindible racionalidad fundada en la filosofía del derecho. En numerosas ocasiones apelan a la unidad conceptual de algún precepto jurídico, conformados todos por jurisprudencia de casos anteriores, normativas, artículos de códigos con títulos pelegrinos, ejemplos de otros casos políticos y mediáticos relevantes, y la tradicional jerga (sofística y retórica) de los chupatintas. Pero, ¡ah!, el concepto de sedición y de rebelión, el de legítima desobediencia a leyes injustas si lo fueran, y la posibilidad de crear un poder constituyente surgido de un parlamento autonómico, no son cosas que salgan en sus polvorientos y rígidos mamotretos. Estos conceptos requieren de grandes reflexiones racionales de potencia de fuego filosófica, de lo contrario, percibo amargamente, como halitosis, la esterilidad e injusticia de los juicios políticos.       

Declara Junqueras:
Sorprende la alucinante debilidad de su exposición intelectual. Lo prueban frases como, "aceptaríamos el resultado de las urnas simpáticamente", "amo a España y a los españoles, y eso no es incompatible con ser republicano", "votar no es un delito", "los problemas de la democracia se solucionan con más democracia y no con menos democracia" (supuesta cita de Churchill...), "defiendo la dignidad cristina contenida en los derechos liberales", en fin... Y lo peor, su triste, y acostumbrada, sentimentalidad exhibida por la que pretende que aceptemos su bondad moral: somos buena gente, de nobles intenciones, inocentes demócratas, todo, de corazón tan blanco. Es difícil juzgar las buenas intenciones, pero conocemos muy bien los resultados de los que se esconden tras ellas para actuar impunemente. Corazón tan blanco.  
 
Declara Forn:
No hay nada que decir de Forn; un cínico con una buena estrategia de defensa. En cambio el fiscal Cadena dice algo también sorprendente: "(...) la neutralidad política de la policía", y vuelven a equivocarse, será la neutralidad ideológica, pero políticamente tienen un principio inquebrantable: defender el orden y la seguridad, eufemismos que esconden el mandato real: defender la supervivencia del Estado, sea cual sea el régimen político que sustente, tiranía o democracia. La policía es lo mismo defiendan, cobren de, u obedezcan, a Mao o a Mas, a Franco o a Azaña, aunque pueden cambiar sus prácticas y métodos, intensidades y poder, pero son lo mismo políticamente con distinta forma ideológica e histórica. Defienden el orden establecido sea justo o injusto de todo aquel que lo desafíe sean fuerzas reaccionarias como el nacionalismo, sean proyectos emancipadoras como... no sé, llénenlo ustedes. Hay una estupidez consustancial en sus estructuras, discursos, modelos, profesionales. El fiscal Cadena y el presidente Marchena frente a la politización, oh là, là.




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