sábado, 21 de julio de 2018

Correspondencia privada: la sal de la tierra

Clàudia y yo, masticando toda literatura y toda doctrina bíblica, para salvar el corazón de los hombres de la corrupción que supone la ignorancia.   

<< Yeray, 17 de mayo de 2018, 19:48h. [...] Ah, por cierto, el otro día leyendo a Morán encontré la expresión "son la sal de la tierra" en el mismo sentido que usé yo aquel día de ruta... Por lo visto, Jesús emplea esta metáfora (que aparece en el sermón de la montaña, Mateo 5:13 para más señas) refiriéndose por sal a la influencia de los cristianos para impedir que la maldad se extendiera por el mundo y para preservar al mundo de la corrupción espiritual. En definitiva, nuestra ignorancia es ilimitada. Un abrazo.

Clàudia, 18 de mayo de 2018, 13:40h.  Joder, qué bonito. No deja de ser curioso que las prácticas en la guerra y la conquista fueran, a pesar de lo que has dicho, sembrar los pueblos y las tierras derrotadas con sal para inhibir la prosperidad futura. Me parece muy bonito como la realización empírica de la metáfora bíblica se acaba traduciendo en una práctica en la que la sal en la tierra es, a pesar de toda poesía, algo dañino. En el libro de los jueces, 9:45 "y después de combatir Abimelec la ciudad todo aquel día, la tomó, y mató al pueblo que en ella estaba, y asoló la ciudad, y la sembró de sal". Lo cual demuestra, como ya sabíamos, que la literatura puede ser muy mentirosilla y japuta...

Yeray, 18 de mayo de 2018, 14:37h. Perfecta esta, nuestra relación con la sal. >>

Era un día luminoso de abril cuando surgió la duda sobre la sal de la tierra y su sentido. En esos momentos de ruta, acompañado en la vida y la escritura, todo es más hermoso e inteligente, mucho más humano. Pero luego llega la cruda realidad. El animalito metafórico, durante los días posteriores, era algo ambiguo e incómodo, de ambivalente uso y sospechosa ejecución. La densa historia del salado tropo es extensísima y puede prolongarse incluso, llena de mutaciones, bajo las formas políticas de la pseudosecularización. Desde el viejo trauma teológico: el bien a través del mal y viceversa, hasta épocas ilustradas: la conquista de la felicidad y la libertad públicas a través del terror revolucionario. Y esa es la verdad ignorada de la realidad del culto: la religión como polisemia del engaño y la crueldad. Y Clàudia, que es una mujer tremenda, ya adelantaba en su correspondencia el resultado de mi reflexión, identificando astutamente la religión con el carácter ficcional y manipulador que en ocasiones tiene la literatura.




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