sábado, 14 de junio de 2014

Adorno y los orígenes de la Dialéctica Negativa



Adorno postula la dialéctica negativa, no como una teoría en positivo, ni como la propia dialéctica hegeliana, sino que consiste en construir conceptos por sus polos opuestos, por las contradicciones no solo de razón, sino de la propia realidad. El conflicto y las tensiones, las contradicciones sangrantes y exuberantes de la realidad social o realidad objetiva revelada ante todos. Así juega con los opuestos y contrarios, como por ejemplo historia y naturaleza, individuo y colectivo, para producir conceptos fructíferos y exactos, “adecuados” para la realidad objetiva, y no caer en el idealismos o subjetivismo, ni en el terco y vulgar materialismo o nominalismo escolástico. Construyendo así una teoría negativa, que no demarque o defina acabados, que no diga “S es P”, sino lo que precisamente no es, aquello que le es ajeno y ausente a toda afirmación que es negación de todo lo demás, y sin el cual (carácter negativo) no podría constituirse teoría alguna, puesto que no habría o no cabría reconocimiento alguno, ni reconciliación posible, error de toda teoría positiva o dialéctica hegeliana sin más. 

De esta manera vemos como verdaderamente la dialéctica negativa no es una vana abstracción o una onírica conceptualización que pierda toque con la realidad, sino que precisamente es la máxima concreción y situación en la contingencia de la realidad. La identidad que se construye precisamente por el conflicto con la diferencia, con la alteridad, lo absolutamente “otro” , proyectando en otro la unidad que todo lo que es posee, y reconociéndolo pues como propio. Por el contrario, Adorno postula que tal reconocimiento no es posible absolutamente o totalmente, ya que si no, se perdería el carácter negativo que posibilita tal movimiento de integración o reconciliación, por lo tanto la negatividad de los elementos se conserva siempre, haciendo imposible que la superación total y perfecta se realice. La radical negatividad y oposición a “lo otro” del sujeto/objeto es tal, que siempre se mantendrá el reconocimiento en una contradicción y conflicto “productivo de identidades” y constructor de tensiones y conflictos, multiplicando así las formas y elementos de la realidad objetiva, de la verdad. 

Por lo tanto la dialéctica negativa y su proceder, consiste en yuxtaponer conceptos antitéticos como los ya mencionados, y exponer su irreconciliabilidad de los conceptos con la realidad supuestamente descrita por otras teorías. Mostrando así el carácter negativo y la imposibilidad de adecuar la verdad o cualquier concepto definido y acabado sobre la realidad, especialmente el todo social. Como en Hegel la contradicción, con la negación como principio lógico (de la lógica hegeliana) dotaba a su pensamiento de una estructura dinámica y proporcionaba la fuerza motora para una reflexión críticas (negadora, superpuesta) sea de la realidad misma, o sobre los conceptos (individuos también) que pretenden describirla. Pero mientras que Hegel veía la negatividad, el movimiento del concepto hacia su “otro” en busca de una síntesis y superación - que a su vez debía ser negada y reconciliada en algo mayor y superior, y así sucesivamente hasta la totalidad del  absoluto, esto es no el reconocimiento de lo otro, sino la auto-conciencia, reconocimiento absoluto – Adorno no creía en la posibilidad de superación sistémica o la integración en la totalización, sino que defendía la negatividad estructural de la realidad y de los conceptos (del sujeto y el objeto si se quiere[1]) y por lo tanto la posibilidad consustancial de la negación y la contradicción siempre y necesaria.

El resultado de la dialéctica negativa es un producto antinómico más cercano a Kant que a Hegel,  por su irreconciliabilidad e imposibilidad estructural; más por causa de la realidad que de la propia razón. El modelo dialéctico entendía el "auto- movimiento del concepto" de Hegel; no como una teoría del "desarrollo " y el despliegue de la realidad, sino como un movimiento del pensamiento en el que todas las categorías "son y no son ellas mismas", se mantenían y transformaban al mismo tiempo. Adorno utiliza la argumentación dialéctica para construir modelos  de pensamiento que se muevan en dirección opuesta y contradictoria, es decir enfatizando el carácter negativo, de negatividad de las cosas, para afirmar la imposibilidad de descripción positiva o sistematizadora (integradora) de la mayoría de teorías sociales empíricas (el positivismo social mismo). Así pues Adorno criticaba aquello que se presentaba en la conciencia del individuo como lo "siempre idéntico"; por ejemplo: la identidad entre sujeto y objeto, entre sujeto alienado y objeto "reificado" dentro de la estructura social. Entendiendo la identidad como la caja que aprisiona y encarcela al sujeto, y la dominación del sujeto sobre el objeto que conducía o que era llevado hasta su extinción.

Por lo tanto, si en el pensar la realidad, se le permitía al objeto (reificado) dominar al sujeto, el resultado era la reificación de la conciencia y la aceptación pasiva del "status quo"; por el contrario, si era el sujeto el que dominaba al objeto, el resultado era la dominación y justificación ideológica del "status quo", es decir, mantener las cosas ( en este caso social) como "idénticas". El objetivo dialéctico, no es la reproducción de la realidad de la conciencia como "siempre idéntica", de "lo que existía", sino la constitución de una conciencia crítica, de modo que la razón reconozca no lo idéntico, sino la "no-identidad", la negatividad, de la naturaleza material de la conciencia y la realidad. Dejando de lado la posición de la "racionalidad" y la descripción y adecuación, como ejes centrales de la teoría, y apostando por la irreconciabilidad y la no-identidad (negatividad) entre razón y realidad y entre objeto y concepto (sujeto).  Una de las formas para mantener la capacidad de experimentar lo no-idéntico, es decir, de mantenerse receptivo a lo nuevo y a lo abierto, como desprotegido; era mantener la distancia con la realidad práctico-empírica, con la facticidad que podía tragarse al individuo por completo, imbuirlo en la "participación" de lo real como lo "siempre idéntico" e incapacitarle pues, para la reflexión crítica: que consiste en identificar lo diferente, la alteridad y la contradicción manifiesta, expresa y constitutiva de la realidad y la conciencia como un factum

Queda pues, la conciencia no como un mero receptor pasivo de la exterioridad, un espejo donde se refleja la realidad acabada y cerrada en positivo, las coas y los objetos definibles; sino más bien, como un proceder dialéctico negativo, en que abandonamos el carácter de "valor de uso" de la razón, imposibilitando la "razón instrumental" y enfatizando los opuestos y el proceder de la conciencia según la lógica negativa.  Dejando pues la conciencia, no como aquello que percibe la realidad de las coas tal cual, la refleja, y en virtud de la razón articula los elementos reflejados y acabados, empleándolos como un medio para un fin; sino que la conciencia hace manifiesta la imposibilidad de afirmar en positivo, de definir objetos y cosas acabadas y estables, inquebrantables racionalmente, y revela el carácter negativo de la no-identidad y de lo no-igual (diferente) esto es de la alteridad interna de la realidad en sí misma. 

Vemos como el pensamiento de no-reconciliación entre lo no-idéntico (el pensamiento dialéctico negativo), es impulsado por las condiciones objetivas; ya que las contradicciones de la sociedad no se pueden desterrar por medio del pensamiento teórico positivo, sino que se presenta cada parte de la contradicción, en referencia crítica, es decir opuesta, una respecto la otra. Afirmando con su presencia y relevancia en la realidad, su no-identidad y no-pertenencia (unidad) respectiva, una de otra. El "principio de no identidad" es la base de la dialéctica negativa o "lógica de la desintegración"[2], como primitiva y primeramente se iba a llamar este nuevo método filosófico. Que tenía como base la manifestación de los problemas técnicos de la praxis, revelando los antagonismos y contradicciones de la estructura de la sociedad, teniendo Adorno como filósofo, el objetivo de socavar el contradictorio sistema idealista burgués, y empujarle mediante su lógica inherente e interna, a su propia negación o autodestrucción. Se presenta ante nosotros pues, uno de los objetivos fundamentales de Adorno: acabar con el idealismo, representante del sistema filosófico y ontológico de la burguesía; reconociendo que no se puede atacarse el sistema idealista desde "fuera" de manera "exterior", es decir, oponiéndose con unas tesis anti-burguesas, anti-idealistas y anti-metafísicas, sino que se debe desactivar y descomponer el idealismo hasta la auto-negación de sí mismo, de una manera interna, según su inherente lógica categorial y conceptual. Esto quiere decir, de manera dialéctica, pero negativa; ya que si el idealismo es el sistema hegemónico y dominante en filosofía, como representación y reflejo de la burguesía en la condición social, en la praxis, y ninguna alternativa teórica es válida para socavarlo, sólo un uso interno de su propia lógica de contradicciones y antagonismos categorial, esto es: de la dialéctica, es el método posible. Solo ella puede llevarlo a su auto-negación y apertura a un método nuevo: a la dialéctica materialista negativa. Entendiendo que sea como sea, la dialéctica es el único proceso crítico, el único método filosófico válido para conocer le verdad[3], y la superación del gran sistema inquebrantable de la burguesía (el idealismo) irresistible para cualquier otro sistema que no sea dialéctico; en especial, el único posible que es, la dialéctica negativa.

Concluyo pues, que como ejemplo fáctico, podemos ver como esta "crítica inmanente" (destrucción del idealismo "desde dentro") consistía en desafiar críticamente, es decir dialécticamente, a los conceptos burgueses (pensamiento burgués) de la realidad de la sociedad burguesa. Consiguiendo contraponer como antagónicos, como opuestos irreconciliables la realidad material burguesa y su propio pensamiento o ideología, su propia red de categorías como contradicción con su condición y realidad empírica. Es decir: así como sus ideales y conceptos centrales eran la razón, la justicia y el individualismo, se revela y manifiesta una sociedad burguesa, irracional, injusta y colectivizada por determinación del capitalismo monopolista. Haciendo presentes las contradicciones flagrantes de su sistema y los antagonismos en su lógica y articulación interna. Recordemos que Adorno, sólo pretende comprometerse filosóficamente con la verdad, como validación de su método dialéctico, y que estos ejemplos en la praxis político-social son más propios de su última etapa en el Instituto de Frankfurt (influenciado por Horkheimer), cuando estaba plenamente inmiscuido en el mismo.  Realmente, puede decirse que el origen de la "lógica de la desintegración" o de la dialéctica negativa, se encuentra ya, en sus polémicos encuentros con Benjamin en Königstein, pero mi perspectiva no era tanto un rastreo historio-gráfico como intelectual y filosófico.






[1] Aunque dichas nociones también son criticadas por Adorno, al menos en su teoría estética, que a su vez también es su epistemología y apuesta política de la renuncia.
[2] En dicho nombre, ya viene presupuesto su carácter anti-totalizador y anti-unicidad de la realidad. A su vez, la desintegración de la totalidad, la pérdida de la totalidad, significaba o venía a representar la decadencia de la época burguesa y su filosofía idealista, y sus sistema metafísico total. Así la "lógica de la desintegración" es  el nombre que Adorno iba a dar a la dialéctica negativa en sus primeros años, pero tras ingresar en el instituto y pasados los años, la expresión dialéctica negativa, enfatizando su "negatividad" cobró mayor fuerza y notoriedad.

[3] Verdad, como aquello que desafiaba críticamente, negativamente el curso y el despliegue de la historia, en lugar de fundirse con ella y adecuarse a ella, como se había entendido hasta ahora. 



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