jueves, 28 de febrero de 2019

23 F

Un deseo insaciable de conocimiento y filosofía, de amor y descanso, recorre mi vida. No sé si así podré vivir siempre, pero así vivo, y así quiero vivir, hasta que se me endurezcan el rostro y las manos, y de ellos no pueda descubrirse ya ni el más mínimo sentimiento de libertad. 

En el siguiente escrito las horas son ciertas y duelen, nos dañan, y los minutos son inciertos y nos matan. 

9:15h. Leo el periódico del 23 de febrero de 2019, y recuerdo con regodeo que es mi cumpleaños, ya son unos años especialmente poco normales. Petit dice que se puede enfermar de normalidad, y lo creo. Balance. Autoanálisis. Rápidamente, como si me quemara, me alejo. ¡Qué historias de banalidad! Solo soporto de mí mismo este hablarse con espeluznante sinceridad. Horrible, es horrible no oírla en los demás; están todos tan protegidos... el periódico es un espacio más, destruido.

10:05h. Ducha; bajo el agua lo sé, y el jabón blanco nubla mis ojos, no puedo ser yo lo único que me ha ocurrido. Escena extraña. Ya no sucede nada, siento una intensa e íntima alegría.

10:28h. Estoy llegando a la casa, la piedra es del color del tiempo. Tiene una sobria y hermosa terraza para abandonarse: tumbado haría fotos, innumerables fotos de cielos que pasan. Por el camino, me repito, como quien tararea, que no quiero escribir desde el autoodio. Es imprescindible encontrar un lugar en el mundo, tener un lugar a dónde ir. ¿La soledad es un lugar? vacío?

12:22h. El sol de la plaza presiona y calienta mis pupilas. Virreina está ocupada por unos jóvenes que llevan comida, bebida y música, las chicas hablan con ellos, el azul del cielo, frente a mí, da salida. El vitalismo es una trampa, no quisiera ser un vitalista, esos que están llenos, rebosantes, de vida olvidan que también están llenos de muertes, que llevan la muerte dentro. Es un coqueteo sórdido y autocomplaciente.  

12:36h. Rodeados de flores, macetas de cerámica y artesanías varias; W. busca una planta de hojas piel de cocodrilo y se queja, no tiene suficientes moscas en su terraza para alimentar a la carnívora; en la otra esquina de la tienda, L. busca algo para poner sus claveles del aire. En estos lugares me canso con facilidad de las historias intelectuales, y escupo: yo no tengo nada que ver con esa gentuza que se hacen ideas sobre todo. Lo mío es estar aquí, con las chicas, entre claveles del aire, buscando alimento para las plantas.

14:00h. V, L, W, J, R, comemos, risas, pastel, el cuerpo, el verso, la vida.

15:54h. Es un defecto vergonzoso y gozoso, pero me cautiva en exceso la belleza, en concreto la femenina, esta entrega inocente, ingenua, absoluta, su fascinación, resulta irritante.  

17.20h. Digo: la intimidad para mí es un problema meramente literario, no moral; y V., de una densidad inaudita, me invita a que revise seriamente esta idea.

17: 45h. Llamada perdida. Recado: contestar a G. Está en pleno movimiento. No está extenuado, parece un hombre de goma, no se rompe.  

17:57h. Boquerones fritos, en el platito, han sobrado, me los como, me parece estar en un entre; ensayando el cansancio.  

18:38h. Llama M para felicitarme; hacía mucho que no hablábamos. Punto final, dice. Eres libre para elegir, si no quieres apártate. Vincula abruptamente la libertad con la huida. Curioso.

20:10h. L. escribe Está la vida por decir, en una tierna fotografía donde aparecemos los dos, le beso el pelo.

22:15h. Ceno con C. y E. Suicidios, amor, política, memoria. 

1:19h. Tres whiskys...

2:47h. C, E. Los veo alejarse juntos. 

3:20h. Vuelvo solo por las iluminadas plazas del barrio, una luz verdosa. Andando, me tapo la boca y el horror con la mano, estoy hablando conmigo mismo. Sigo pensando en la playa.




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