lunes, 22 de octubre de 2018

Desde su isla

Escribe Raquel desde su isla:
<< laisladecirce. Dentro de poco celebraremos la verbena de San Juan, una de las fiestas paganas más populares, también conocida como La noche de brujas. Al margen de toda la literatura que se ha construido alrededor de las brujas, lo cierto es que sabemos muy poco sobre su mundo. La caza de brujas se llevó por delante una enorme tradición de prácticas, saberes y formas de relaciones colectivas que se han perdido para siempre.
No se sabe con exactitud cuántas mujeres murieron torturadas y quemadas en la hoguera durante los siglos XVI y XVII, pero se calcula que se condenaron alrededor de unas 200.000. Durante dos siglos, el Estado inició una guerra contra las mujeres claramente orientada a frenar el dominio que habían ejercido sobre sus cuerpos y su reproducción. Se demonizó cualquier forma de control de natalidad, prácticas curanderas y se sacó a las comadronas de las salas de parto. Se puso en marcha toda una maquinaria propagandística a través de numerosos tratados y grabados que denunciaban su complicidad con el Demonio, prácticas infanticidas y caníbales, su adoración a los animales y su participación en orgías.
La construcción de esta identidad sigue operando hoy en nuestro imaginario, pero basta con acercarnos a lo poco que sabemos de su mundo para comprenderlo: caracterizadas de negro, con una capa o pañuelo sobre su cabeza, verrugas en la cara y poco agraciadas, la mayoría de mujeres a las que se acusó de brujería eran campesinas, vagabundas y granjeras. Precisamente por eso, solían estar acompañadas de sus animales, lo único que poseían. Los aquelarres eran reuniones clandestinas que se celebraban de noche en los bosques alrededor de un fuego para calentarse, bailar, conversar e incluso planear sublevaciones y levantamientos contra el poder.
El genocidio contra las mujeres que supuso la caza de brujas no nace ni del fanatismo religioso, ni puede restringirse a meras prácticas folclóricas. Si quemaron a las brujas y redujeron toda su sabiduría a cenizas, es porque hacían algo tan sencillo como relacionarse con sus cuerpos y trazar una vida en común al margen del poder. Y eso es subversivo. >>


Hace poco, nos reencontramos. Era algo muy esperado por mí, y sin duda, algo bueno para mi vida y escritura. Llegó en el mismo sitio de siempre, y de una manera natural, amable, grata, y hasta cierto punto literaria. Las rotundas objeciones sobre algunos apuntes de este cuaderno dedicados al nacionalismo y algunas reflexiones aisladas sobre el "feminismo" (realmente existente, que no teórico), y mis, quizá, exageradas ironías sobre el feminismo abolicionista, produjeron un efecto inesperado y sorprendente: la distancia personal y el silencio. Raquel es una notabilísima lectora, de una formación filosófica sólida y franca, de una sinceridad y precisión en la crítica política e intelectual envidiable y, haciendo gala de mi incorrecto temperamento, también es una mujer especialmente hermosa cuyos ojos azules tiñen el color del cielo. ¡Como si esas cosas no hicieran de la vida, y la palabra, algo más dulce, fascinante e interesante! Resultó excitante saber de su isla. Sin embargo, el debate intelectual debe prolongarse y seguir sus caminos relativamente conflictivos,  asumiendo malentendidos, y señalando honestamente las diferencias de nuestra reflexión y nuestra experiencia en el mundo. Inauguraré una nueva serie de notas con el título Islados, donde daré cuenta, nota a nota, y espero que con su ayuda crítica, de mi lectura sobre la teoría feminista, matizando mi postura sobre el feminismo abolicionista, definiéndolo concretamente e investigando su alcance. El fragmento de laisladecirce que comparto arriba muestra el primer punto de encuentro, me reconozco en ese discurso contra la dominación a través de la consumación de la infamia; un punto de partida teórico y fáctico idóneo para Islados. ¿Acaso la escritura no es una reescritura permanente y sistemática?  

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