Como viene siendo habitual, la fast truth del periodismo trabaja noche y día sin descanso, disolviendo las particularidades de los individuos en papillas colectivas amarillentas, espesas y grumosas. Se buscan los móviles del asesino de Orlando y se encuentran sus identidades. Convertir las identidades en causas políticas era un logro europeo, convertirlas en móviles clínicos o patológicos es un logro americano. Ambos, son un logro de la orgullosa y ampulosa humanidad, siempre mediática. Sólo en países religiosos y nacionalistas la identidad es delito. Era musulmán, pero practicaba poco. Se encuentra la homofobia, pero luego parece que era gay, o que se hacía el gay, que lo mismo da. Se aderezó y condimentó su identidad con la recurrente misogínia, una personalidad autoritaria con que maltrató a una de sus mujeres, dicen. Un homosexual misógino disparando sobre homosexuales, misóginos o no, es un asunto de una cierta complejidad; pero al fin y al cabo el tipo se pegó un tiro en la cabeza y era homosexual, concluyen. Quizá no tenía tantos problemas con el sexo sino con su soporte humano. Racista, odiaba a los negros, era un hombre con muchos odios, decían en su trabajo de vigilante; y todos ellos llevaban inexorablemente a la muerte. Soldado del Isis, pero más parece que el Isis se aprovechó del asesinato y del asesino. Un regalo mediático de la vida para los terroristas, que nadie les piensa arrebatar; aunque sea mentira. Gritó lo que gritan muchos soldados antes de matar, y de morir por ello. Pero no es suficiente. Avisó con nombre y dirección minutos antes de la masacre, antes de que corrieran ríos de sangre y de que los medios y los candidatos electorales, uno en concreto, innombrable e indecible, se aprovecharan de su morboso cauce para mover los molinos de las encuestas. Vi al presidente, y a los candidatos normales, solidarizarse con el llamado colectivo homosexual. Bien está. Pero supongo que también lo harán, si así lo piensan, con los cristianos, los musulmanes, los pobres y los más pobres que mueren diariamente cuando el Isis realiza alguna de sus frecuentes matanzas, y los militares norteamericanos las provocan. No he visto aún en el papel pulpa, ningún análisis de sus circuitos neuronales, es cuestión de tiempo que nos hagan creer que era un autómata sin rostro de la historia y de la vida. Si hubiera sido un asesino de mujeres, y al ser un asesino de homosexuales, no cabe como víctima de la sociedad, no entra en la portada. Aunque si fuera un asesino común que mata hombres, sin identidad, cabría perfectamente en una noticia como víctima social. La prensa socialdemócrata se diferencia directamente de los que matan para comer, como los soldados, en que criminaliza aquellos que lo hacen, aunque luego coman de lo que otros han matado, de las sobras generalmente del cadáver aún caliente, y lo hagan con gusto, placer, y rentabilidad estética y económica. La letanía de su estilo y de su prosa, sólo es comparable a la letanía de su moralidad, su más vivo y cruel reflejo, ¡Fast truth, fast prose!
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En la empírica y escéptica Inglaterra, en Yorkshire, la diputada laborista Jo Cox ha muerto asesinada a tiros y a puñaladas. Aún no ha trascendido todo el material acumulado de la fast truth, pero la fast prose, señala ya el más electoral y actual motivo, el Brexit. Si no es el móvil, al menos, así lo ven, es la consecuencia principal, el verdadero cadáver. Los partidos se van pasando el asesino unos a otros como una patata caliente. Asociar el crimen a un partido o a un polo del binomio, es el fin del papeleo. En La noche en 24h de Rtve, lo que más preocupaba era eso, el estado del cadáver para el referéndum, o el estado de la verdadera víctima de todo esto; sus consecuencias y los efectos que, como una piedra lanzada en un manso estanco de ranas y agua clara, pueda tener en los mercados internacionales. Dicen las gallinas de este gallinero psicológico, que este acontecimiento puede cambiarlo todo. Pobres criaturas... Dice Ferlosio que al que tiene buena puntería le basta un grano de pólvora para matar a un buitre. No es el caso de nuestra prensa, ¡fast prose, fat prose!
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