Lo que intento constatar es que el régimen democrático es el "reino de la opinión", donde la opinión tiene una entidad absolutamente vinculante y un estatuto propio y revestido de autoridad. Se confunde el pluralismo constituyente del sistema democrático, con el relativismo y perspectivismo, una individualización de la verdad, irreductible e inalterable. Así lo que opina cada cual no tiene interdependencia con nada externo u objetivo, todo es producto de la propia especulación según criterios particulares para criterios particulares, que imposibilitan de manera teórica su puesta en común.
Aún siendo así imposible una correcta exposición en lo público, puesto que carece de condiciones de posibilidad para la verdad, ya que no hay tesis sino opinión, los individuos intentan imponer su opinión, intentan convencer de ella, y convertir algo esencialmente singular en un universal. Fundado con plena conciencia de la ignorancia y la especulación más confusa, oscura, de criterios puramente epidérmicos y sensitivos, nada racionales o contrastables inteligiblemente. Así pues, en el "reino de la opinión" jugamos a un juego de seducción sensitiva y emotiva, a un juego de gustos y desagrados, una pura estetización de la política que como dijo Benjamin, conduce a fascismos, que son lo más alejado a las democracias representativas deliberativas liberales.
Una pura teoría de la sensación como atracción y convicción, es la que determina la elección de unas ideologías y unos discursos políticos y no otros, olvidando y renegando, desvinculando y desplazando así el contenido conceptual y teórico del mensaje discursivo y la palabra política, y fijándose en su modo, método o medio de transmisión del mensaje. Como decía McLuhan el medio es el mensaje, o como decía Adorno, el medio se ha convertido en el fin en si mismo. Pero todo esto no obedece, a una perversión o corrupción de la democracia, en una involución o degeneración progresiva, es el constituyente y fundamento de la idea misma de democracia, en que la opinión no es un germen externo, un virus exterior que enferma el sistema, sino que la democracia es el sistema que acoge las opiniones y el relativismo frente a los despotismos ilustrados, aristocracias de los mejores, o dictaduras de la élite intelectual poseedores de la verdad.
La democracia se opone precisamente a esos regímenes devaluando las tesis, el conocimiento, y la verdad, por el miedo al autoritarismo y totalitarismo, convirtiéndolo todo en opiniones igualmente válidas independientemente de lo que digan y de quien las diga. Cobra sentido pues, como decíamos al principio de la primera entrada, el renacimiento del debate sobre las tensiones entre política (democracia) y filosofía. Los pragmatistas liberales sostendrán que es el mejor de los sistemas posibles, o "el menos malo", e incluso te dirán que si quieres convencer debes opinar y entrar al trapo del juego estético, superficial, banal y estereotipado del debate democrático, sino no te quejes y sigue con tu vida de obediente y dócil oveja de rebaño, sometido a la dictadura de la mayoría, de lo dominante, de la tendencia y el gusto, una dictadura de lo sensible y estético. Puesto que si apuestas por rotundidades teoricas, afirmaciones trascendentes o categóricas, si crees en un monismo y una sola verdad, serás visto, como partidario a la seudodictadura, en estos términos Rorty y Berlin se dirigen a los que reivindican la la filosofía en política.
Vemos como los políticos están encerrados y preocupados en sus encuestas de opinión, sus estadísticas y sus datos, absolutamente determinados, subordinados y dependientes de esos papelejos y cifras arbitrarias, superfluas, imprecisas, artificiales y absolutamente pre-fabricadas para contentar y satisfacer a la población en un acto de cinismo y doble moral. En lugar de emanciparse del clientelismo, y servilismo de la "opinión pública", que es la que impone estos criterios, y autoafirmarse en su discurso ideológico y propuestas de realpolitik, estos se encierran en sí mismos, su intención es un funcionalismo y pragmatismo más rentable para su partido orgánico y vertical, y el mantenimiento del statu quo.
Esto sucede precisamente por tener la opinión como núcleo de nuestro sistema político, hacia lo más liviano, simple, superficial, cercano y empático, es hacia donde tiende la mayoría, masa o vulgo no instruido. En el que ya no se presenta como un problema o una víctima, sino como dueño y señor, ya que su opinión es tan aceptable como la de un catedrático, erudito o profesional de lo que fuera. De esta manera se enturbia, oscurece y se torna resbaladizo, jabonoso y viscoso la posibilidad de discernir y razonar en términos de categorías políticas tradicionales o renovadas pero con material o contenido político, que de serlo, siempre es tradicional o heredado. Las clasificación y separación en tendencias políticas, se ha casi difuminado en el debate público, lo máximo que se llega es a decir izquierdas o derechas, pero como sabemos, eso son mitos de la unidad, que esconden una pluralidad y diversificación de ideologías y disciplinas muy diversas y distintas, tanto podemos encontrar reaccionarios en la derecha como en la izquierda. En la derecha en los conservadores, y en la izquierda en el comunismo. De la misma manera hay elementos progresistas en uno y otro, los liberales son progresistas y entran en la derecha, y los socialistas son progresistas y son de izquierda, y así sucesivamente encontramos como hoy, ya no se sabe muy bien lo que se dice cuando se dice algo, y comúnmente no se dice nada.
Vemos así, una homogeneización de las ideologías encarnadas en los partidos, una blancura, neutralidad, y juego común, que me obliga a derivar y tildar el pensamiento y praxis política española de hoy, como el pensamiento Alicia. Así tituló un libro ensayístico (Zapatero y el pensamiento Alicia) Gustavo Bueno, filósofo asturiano, y máximo exponente de la filosofía y el ensayo filosófico en Europa, sobre el pensamiento político de Zapatero. Pero que a mi juicio, es extensible a todo el pensamiento de la política española. El pensamiento Alicia que constituye el pensamiento de nuestros políticos, se opone a la utopía, la cual, desde Tomás Moro, expone una sociedad ideal sin especificar como llegar a ella, o por que caminos transitar. Transmite una sociedad inaccesible, en ningún tiempo y en ningún lugar. El pensamiento Alicia por el contrario, niega y suprime el utopismo y la política de cuentos y fantasía, y se amarra a la realidad más contingente y empírica, y la convierte en Alicia. No es un alejarse de la realidad para ir a un mundo de imaginación, fantasía, literaturalización o arttistismo, sino que hecha raíces en la realidad más factual e inmediata.
Expone una situación en que los objetivos de la nueva realidad política, son ideales ingenuos, cándidos, basados en una filosofía rudimentaria e infantil,. Ideales como la paz, la alianza entre civilizaciones, el progreso, el pleno empleo, la felicidad, la seguridad y estabilidad. Como principios de la no preocupación por los problemas políticos, y un sin fin de palabras que recuerdan a Ford: "un coche para cada obrero", el "café para todos" el "consenso y pacto de estado". La característica de este pensamiento Alicia, vemos que es, como en la novela de Lewis Carroll: la facilidad de entrar a través del espejo y aparecer en un mundo al revés, y la imposibilidad o la extrema dificultad de salir de él una vez se ha entrado.
Cuando digo "al revés", en términos políticos, me refiero a la intuitiva y lúcida concepción primitiva de la política de C.Schmitt, que identificaba la relación amigo-enemigo como la esencia de la política, el conflicto, la lucha, la política como política exterior y por tanto como polemización y confrontación con la nación extrangera, y la constitución y legislación como la posibilidad de mantener la unidad en la propia nación. El "pensamiento Alicia" invierte esta concepción, la "desnaturaliza" y artificializa una nueva concepción de la política, como buenista e infantil, como la Zapatero y Rajoy. En que la alianza de civilizaciones, el europeísmo, el cosmopolitismo, el multiculturalismo, son objetivos sencillos, fáciles, plenos y óptimos, sin tener en cuenta las limitaciones éticas, su imposibilidad fáctica, el conflicto, la lucha política y la dificultad dialéctica que ello supone. Piensan que con el "buen talante", la "buena voluntad" y el progreso, -entelequia como proceso universal del siglo XXI- bastarán para la plenitud y absoluta realización, de esta nueva "política Alicia".
Planteo este artículo, desde el examen más objetivo y constatándolo con juicios de hecho, ni juicios de valor ni opiniones al respecto caven en el. Planteo simplemente una tesis descriptiva de la política actual, y la deriva de las democracias cada vez más arcaicas, cansadas y quejumbrosas.