sábado, 29 de octubre de 2016

¡Ya lo dijo Chesterton!


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Es difícil vivir en el tiempo del insecto que diagnosticó Chesterton. Quizá, hoy más que nunca, citar a un clásico sea el mejor remedio contra la mediocridad y la decrepitud que los partidos políticos españoles, y catalanes, claro, representan. Dice el viejo y cansado Chesterton en su libro, Lo que está mal en el mundo:

<< Y ahora, cuando este libro toca ya a su fin, susurraré al oído del lector una horrible sospecha que a veces me embarga: la sospecha de que Hudge y Gudge están secretamente de acuerdo. Que la pelea que mantienen en público es una farsa, y que el modo en que se hacen el juego no es una coincidencia duradera. Gudge, el plutócrata, quiere un industrialismo anarquista; Hudge, el idealista, le proporciona líricas alabanzas de la anarquía. Gudge quiere mujeres obreras porque son más baratas; Hudge llama al trabajo de la mujer "libertad para vivir su propia vida". Gudge quiere obreros constantes y obedientes, Hudge predica la abstención alcohólica - de los obreros, no de Gudge-; Gudge desea una población dócil y tímida que nunca se alce en arma contra la tiranía; Hudge demuestra con Tolstói que nadie debe alzarse en armas contra nada. Gudge es de manera natural un caballero saludable y limpio; Hudge predica de buena gana la perfección del aseo de Gudge a personas que no pueden practicarlo. Por encima de todo, Gudge gobierna por medio de un sistema duro y cruel de saqueo, sudor y esfuerzo de los dos sexos que es incompatible con la familia libre y que acabará destruyéndola; por lo tanto Hudge, abriendo sus brazos al universo con una sonrisa profética, nos dice que la familia es algo que pronto deberemos superar gloriosamente. 
No sé si la asociación de Hudge y Gudge es consciente o inconsciente. Sólo sé que, entre ambos, el hombre corriente se sigue quedando sin hogar. Sólo sé que sigo encontrándome a Jones caminando por la calle a la luz gris del atardecer, contemplando tristemente los postes, las basuras y las lamparillas rojas que siguen guardando la casa que no es menos suya por el hecho de que no haya estado nunca en su interior. >>

El Psoe es un partido absolutamente irrelevante e inservible. Su despolítica, su moral nefanda y su estética carcomida son absolutamente marginales. Un partido que ni siquiera oye sus propios pasos, los de un partido muerto, ni ve su espesa sombra. Su descomposición ha podido verse a cada "abstención". Una a una, gota a gota, un golpe de la vergüenza tras otro, ha hecho pedazos su frágil espíritu de cristal. Un proceso propio de la lenta decantación de lo corrompido, cuyos esperados, y justos, efectos se verán sólo si aún queda algún gramo de izquierdas, de dignidad, en su leve e insignificante peso. Hablarán de la superioridad moral de la izquierda, acusarán a sus defensores de eso, pero yo hablo de la terrible arrogancia de la derecha y su desolada hermenéutica de Estado; su aplastante discurso de lo abrumadoramente "real", algo así como un espejismo ideológico, una construcción de relato y narración política como cualquier otra.  

jueves, 27 de octubre de 2016

Coser el pasado al Congreso




Pablo Iglesias es un buen parlamentario. Sólido orador, aceptable analista, tímido arrogante. Aunque su prosa sea la cipotuda, para él y los suyos escribir es un evidente y humillante exceso, ¡malditos tumores los de sus textos!, entiendo su mala letra, la mala sangre, frente a la derecha. Dice lo que hay que decir. Es necesario, pero aún falta mucho, no es suficiente. Una construcción firme y segura de la izquierda, realista, no puede permitirse superlativos coqueteos con el nacionalismo, sea cual sea su fuerza y grado, sea cual sea su poder territorial. La mentira no es admisible bajo ninguna de sus múltiples formas, hay que resistir y oponerse, pues "la primera de todas las fuerzas que dirige el mundo es la mentira", dice Revel. ¡Y qué mundo! ¡Cuánta su fuerza! La política es lo contrario al mito, sólo cabe un camino, su inexorable destrucción. Al margen de eso, sus logros, aunque escuálidos, son importantes: clavar el recuerdo del pasado en las paredes del Congreso, tejerlo en grandes alfombras y tapices; escribirlo por fin con letras de plata, imperecederas y relucientes, en la frente de esos leones negros. Pero cabe atender a la reflexión, Adorno, en su Crítica de la cultura y la sociedad II, advierte sobre elaborar el pasado:

<< Su formulación se ha vuelto muy sospechosa en los últimos años como eslogan [piensen en los nacionalistas, añado]. De acuerdo con esta manera de hablar, "elaborar el pasado" no significa abordar con seriedad lo pasado, romper su hechizo mediante una consciencia clara, sino poner punto final y borrar el pasado del recuerdo. El gesto de olvidar y perdonar todo, que le correspondería a quien haya sufrido la injusticia, lo practican los partidarios de quienes la cometieron. En una conversación científica escribí: en casa del verdugo conviene no mencionar la soga, pues de lo contrario habrá resentimiento. [...]  La gente quiere librarse del pasado: con razón, pues bajo su sombra no se puede vivir y el horror no se acabará nunca si a la culpa y la violencia se le responde una y otra vez con culpa y violencia. Sin razón, pues el pasado del que la gente quiere huir todavía esta muy vivo. >>

Que atiendan a estas palabras los verdes y gordos sapos de la charca nacionalista, viscosos ellos (todos los nacionalismos). Lo de Iglesias, a pesar de todo, bien está.   

miércoles, 26 de octubre de 2016

Niños chapoteando entre ideas muertas

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Asistí en directo. Iba tan lozano y risueño por la calle. Salía de un seminario de estética en la Universidad de Barcelona. Un centro educativo, más institución, devastado por el mediocre mandarinato (aunque hay muchas, excelentes y muy notables, excepciones) y una crisis generacional. La prolongación de la adolescencia más allá de la antigua juventud, hasta la madurez, ha obligado a convertir la educación superior, donde residía la inteligencia, ¿alguna vez se estableció?, en una extensión, excesiva, del bachillerato, de la educación secundaria en su forma más laboral. Suprimen filosofía mientras asientan economía, una disciplina infinitamente más ideológica y dogmática, puramente doctrinal, que la primera. Donde antes había estudio y pasión, ¡crítica!, si es que lo hubo algo más que a nivel residual, ahora, sólo quedan funcionarios, estudiantes (en Lerín el estudiante era un crápula, un pijo, o un sabio) burocratizados, aniñados, juguetones, ¡de apuntes y manuales! (manuales tipo escolar, ni siquiera Russell, Marzoa, Copleston o los italianos Abbagnano y Fornero) más preocupados por el inane examen que por el libro que no están leyendo. No conozco ninguna conciencia atormentada o quebrada por este tema, miento, dos o tres casos conocí, el resto, estofados. Sólo un grupo de filosofía analítica hacía filosofía de verdad, aunque con sus inherentes limitaciones y problemas, enfatizados de un modo grotesco; desconocían, cuando no despreciaban, toda filosofía continental, pero eran muy buenos en lo suyo y cerrado. Yo encontré mi cielo, la gran vida contemplativa, fuera, en la vida real, a través de este túnel digital que agujerea el espacio y el tiempo dejándolos como un gruyere, apareció una nueva amiga. Y antes, incluso antes del deseo y el hambre filosófico, una vieja amiga me enseñó, me sigue educando como puede, el camino recto de la elegancia y la inteligencia. Aún pretendemos unir belleza y verdad, pero es un destino incierto. 

Lo vi de lejos. Ese tumulto humano, esa masa sin rostro, vivían, se movían, entre el ruido, me acerqué, ¿una manifestación política?, pero eran todos niños. Su imagen me impactó, podía ser yo tiempo atrás; era yo el que aparecía así ante otros, comparecía así ante la mirada ajena, no hace nada de aquello, y cómo ha cambiado todo. Banderas de todo tipo, nacionalistas, comunistas, republicanas, publicitarias, una extraña mezcla a modo de síntesis que revela, descubre, la ambigüedad y desorientación, la confusión y frivolidad, del mejunje de nuestro presente. No veo más que su fragilidad y esterilidad bañados en ese inmenso y pantanoso ocio. Empuñaban ideas muertas con brazos tiernos, cuyo inexorable futuro, el más absoluto silencio y menosprecio, se constata por la ausencia de adultos. Al contrario de lo que se suele pensar, la esperanza, ese anhelado llegar a ser, la construyen los adultos, la madurez, cuando no claudica de su tarea política pedagógica, de su proyecto estético y moral de iluminar el pasado, su pasado, el que forjaron, para despejar el presente, a sus hijos. Es sabido ya, que el pasado no ilumina el presente, sino que el presente debe iluminar el pasado para heredarlo y relacionarnos con él. Cuando las viejas y muertas ideas, sin renovación, las mueven los niños, los últimos coletazos, las últimas notas de la desaparición sin rastro, suenan y golpean con la fuerza de lo abolido y concluido. Quizá lo peor de nuestra generación, es que las únicas "utopías", los únicos proyectos políticos de emancipación, sean procesos regresivos como el nacionalismo o la izquierda romántica (como dice J.Jorge Sánchez). No vi a muchos profesores manifestándose con sus alumnos, de hecho, ninguno, tampoco ningún padre, no seguiré masticando este asunto. Pero tampoco los jóvenes somos, los niños son, los únicos culpables de manejar sin rumbo el fétido presente y su devastado futuro político. Los padres, algún día, de algún modo, tendrán que pedir perdón a sus hijos; ese mundo que dejaron sin herencia, cómo lo cedieron sin resistir. 

PD: De camino a casa me encontré a un conocido. Le comenté lo que había visto de la manifestación. Él, nacionalista, tengo que dejar los vicios de una vez, me comentó que estaba de acuerdo conmigo. La ley Wert era un desastre. Añadió, ante mi estupor, que los niños dejarían de hablar catalán. Efectivamente, el problema era la lengua, un problema de identidad para los pijos, ricos, que no pudieran hablar su sacralizada lengua en su casa, su hogar, su suelo, con los de su sangre. Que los pobres no puedan estudiar y estén condenados por el azar económico, es algo secundario, anecdótico, no cabe en sus reducidas y tristes cabecitas. Que desaparezca la filosofía, psss, peor sería que desapareciera el Barça. En eso, exactamente, consiste su miseria y su regresión.

martes, 25 de octubre de 2016

¡Vencerlas tout court!

Como casi todos los hombres, conozco la vida sexual de muchas mujeres. No sólo por frecuentarlas, ni observarlas siquiera, sino por oírlas; no es exactamente su jadeo, pero casi. No es necesario ser amigo o amante, simplemente participar en la vida social aunque sea, ocasionalmente, como intruso, como un voyeur del sentimiento. Me gustaría dirigirme en concreto, pero vulneraria la confianza y quebrantaría algo tan privativo y reservado como la intimidad; no hay que confundir la vida con la literatura por muy estrecho que sea su desafortunado vínculo. De esa experiencia cotidiana, a pie de calle en la vida, cuanto más diversa, desprendida y plural, mejor, pueden sacarse enormes e importantes conclusiones acerca de los movimientos feministas locales, barriales. Sus discursos políticos, olvidando por completo sus textos que contienen grandes momentos estéticos y densos paisajes morales, son opacos generalmente, por sus eufemismos, ese animalito que abrigan y alimentan con gran ímpetu e interés. Discursos que acostumbran a contradecir brutalmente sus costumbres, sus hábitos de consumo, dañando gravemente su credibilidad, quebrando sus esperanzas, al menos, para el ojo ajeno. De todo tipo de consumo, incluso la del cuerpo del sexo contrario y no solo su imagen, de entrada prejuzgada por la tautología del patriarcado y devorada totalmente por el hierro del mismo prejuicio del que intentan liberarse. Evidentemente me refiero a su praxis, a su vida bajo la Idea, y no a la vida tras el concepto, maravillosa expresión de R. Si su discurso es moralizador, hay que tener en cuanta también la coherencia de sus acciones, son sus hechos. Ni Simone de Beauvoir, ni Federicci, ni las múltiples teóricas del deseo y la lívido herederas de Butler, que crecen como hongos, en los sitios húmedos más inesperados y a puñados, son aquí el objeto. Olvídense de su filosofía y su historia en la sombra. Yo hablo de sus vidas actuales, iluminadas, públicas y privadas, de la letra y la música que las decora, sus costumbres, sus parejas, maridos, amantes o amigos, sus prejuicios, su también mirada; pues todo movimiento político tiene su zona íntima, su temperatura inicial. En fin, me refiero a la vida real, concreta, de las activistas, de las feministas locales, del sonido de su voz tras el activismo, tan comprometedor socialmente y con la imagen ascética y distorsionada que uno mismo se hace de si, para realizar un tournée du grand duc por la conciencia. Barrios y sus movimientos, universidad y excrecencias, afinidades colectivas derivadas de la unificación del trabajo, versos sueltos, todo, se ve bajo una misma mirada colectivizada, adocenada, acrítica: ver el mundo con los prismáticos del revés.

Para deshuesar las palabras manchadas e inflacionarias, recurriré  a mis recuerdos, vagos y confusos, hay noches brumosas, negras, y días de una oscuridad blanca en ese proceso retroactivo. En una terracita del bar universitario me dijeron, no digo literal, "qué te crees que las mujeres necesitan estar con un hombre para ser alguien, ¿o estás con un tío o no eres nada?" Algunas, como algunos, sí. Conozco, claro, y no eran pocas, que en más de un momento de debilidad han clamado por un hombre, su hombre, para vivir fuera del pozo. Y conozco hombres que necesitaban de una mujer para ser destruidos, sin ese desorden, no eran, no existían, y ellas, un goce masoquista y autoculpable; la necesidad de llenar un vacío con su contrario, con un antagonismo que sólo proporciona la diferencia sexual. Mientras morían y mataban por ello, lucían una dignidad incólume, su integridad sexual, su higiénica vida pública, se mantenía gracias a los escombros y las ruinas de su intimidad, esa ciénaga para muchos que huyen. Un prodigio arquitectónico, pero cierto, muy común. Esta manía por la limpieza no sólo abarca las densidades de su privacidad, y las de sus chicos, sino la de las miradas ajenas. Me comentaron, varias, muchas, y no sólo feministas, que las miradas fortuitas, intensas y petrificadas de un desconocido las desnudaba, su babosa sonrisa, les agredía, como si fuera un golpe, un impacto, físico. Esas miradas les hacen sentir sucias, penetran afiladas en un silencio casto, no entremos ya en las calientes cabezas del desconocido donde se mantiene el verdadero recreo, turbador. Pero claro, verdaderamente, la mirada, en los bares, el tacto en las discotecas, la violenta, y frenética, actividad del cortejo estudiantil, no les agredía, sino que les repugnaba, porque les repugnaba el hombre. Un hombre guapo no agrede, seduce, uno feo, no seduce, agrede, porque repugna, una ley inflexible de la seducción que no se reconocerá. Tiene una justa explicación que depende de las jerarquías de poder sexual, de las prioridades evolutivas y el prestigio social, y claro, también, en algo de la sacralización mística del cuerpo de la mujer que me comentó R, con nuestro cafelito, una mañana más; pero no me cabe en este chorizo relleno y atado con letras.

Mi memoria está llena de estas prqueñas cosas, de la estética de las costumbres. Pero selecciono. Me aparece el estúpido relativismo de la belleza que tanto utilizan. Desconocen las grandes implicaciones morales y políticas que derivan de la dimensión estética, donde la belleza juega un papel capital. No hay feas, ni voces de ceporras, todas tienen esa voz metálica, casi impersonal, con requiebros irónicos, y todas son bellas a su manera, ese igualitarismo resentido, todas tienen el mismos derecho a ser amadas, el que entre los chicos, los más, o los hombres, los menos, no existe, pues los no amad@s chapotean en el mismo lodo, se manchan con el mismo barro del desamor; una desolación que enturbia las cabezas más geométricas y hunde incluso los corazones de hierro. He visto el regocijo de muchas al ver un hombre humillado, vencido por el deseo insatisfecho, y no su compasión, ni su igualitarismo, tampoco he visto ahí la sombra de su liberación (teoría política), he visto, simplemente, la vida indiferente que ellas no ven, medianas. Sus novios, tienen defectos emocionales, los otros, políticos. La solución, baja, es la educación, bueno, para ellas, un modo de legislar el vicio y la virtud desde la  frivolidad de la pedagogía: "no mires", "no toques", "no desees así", "ese lenguaje es machista", ¡qué castidad!, porque ellas ya están educadas. Yo, me río de ese adoctrinamiento, y siento un pellizco que me recorre todo el cuerpo, pues muchas son prisioneras de su ceguera, la que imponen sus hombres, los amados. Por último, la bisagra que une a los dos sexos, el amor. Lo ven como algo dulce, inocente, un juego sencillo, como un regalo ingenuo, bondadoso y generoso, pero su reverso siniestro es machismo, no es amor. Los celos, la propiedad del cuerpo, la castración emocional, las exigencias, reproches, chantajes, todo eso no es amor, tristes cabezas. Se piensan que tiene un estatuto distinto al de cualquier otro problema intelectual. La violencia de género, oh, nada, eso no es amor, ni siquiera la peor, la más sombría, de sus complejidades. Una unión tan inmediata, esa posesión casi absoluta, tiene sus grandezas y sus miserias, y obviarlo no sólo es producto de la claudicación humana del pensamiento, el tedio de la complejidad, sino el desprecio más absoluto a la realidad, fundado en la satisfacción y la realización de sentido del mito. He visto, en fin, a mujeres ridículas politizando su desgracia personal, su desolación emocional, el erial de su intimidad devastada, y, ay, como tantos... A mí, de su diacronía, no me queda nada. ¡Vencerlas tout court!      

miércoles, 19 de octubre de 2016

¿Con qué nos comemos la memoria?

¿Con qué nos comemos la memoria? En realidad, para muchos hombres huecos, nunca fue nada. En las cloacas de las redes sociales podemos encontrar verdaderas maravillas del etnicismo y la desmemoria. Dejando de lado lo que significan estas tuberías podridas y obstruidas, y al margen de la prosa estofada, un hombre empequeñecido por la nación, habla:

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      Miquel Gil 
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El Crític és molt poc crític amb determinades coses: el seu mantra, com de fet el d'Endavant, és arraconar el PDC (i el món que representa) i fer un front comú d'esquerres que relegui la qüestió nacional a un segon pla. La notícia és el de menys per Crític. Si la Colau, en la seva guerra per l'hegemonia amb l'independentisme saboteja un equipament cultural dedicat a 1714 i els morts per les constitucions i llibertats de Catalunya, és igual: el que importa és l'estratègia de fons de bastir un Tripartit 3.0. Em sorprèn que alguns sectors s'empassin amb patates aquest intent tan barroer dels Comuns de reproduir el relat sociata: "tots els mals de Catalunya vénen del franquisme". Doncs no, els mals de Catalunya vénen de formar part d'Espanya, aquest aparell de repressió i repartiment del botí d'una oligarquia castellana secular. El franquisme només és un episodi més de la tirania espanyola. Això és el que la Colau vol esborrar per vendre l'alegre Espanya plurinacional que està a punt de fer adveniment a la Terra i això és el que a alguns han fet beure a galet >>

Está claro que en determinados casos, escribir, como pensar, es siempre un exceso innecesario. Evidentemente, esa prosa, ¡prosa?, viniendo de un etnicista que fundamentará su nación, que llena y alimenta su cabecita, con la lengua y la cultura, es algo más que un error, ¡es una traición a la dulce patria! Le falta un Pla o un Gaziel (¿conocerá su Trilogía ibérica?), o un Xammar, como correctores de papel. Que seguro, tan bien conocerá… A todo esto, yo, recto, sólido, firme, con mi propósito ya conocido de construir un mundo sólido de palabras, gris, ¡no somos más que texto!, respondí:

<<  Yeray Rogel
Yeray Rogel Max Aub, Ayala, Cernuda, Zambrano, Corpus Barga, Martín-Santos fueron esa columna de autores de vuestra supuesta, y ficticia, "España tiránica" que escribieron, soportaron, pensaron, resistieron, en unos tiempos de opresión, oscuridad y humillación. Para vuestras cabezas, en vano. Sus textos son la muestra de la belleza que contiene el coraje y la resistencia en la escritura, en la memoria; la muestra de un pensamiento emancipador y no de la grosera mentira que acabo de leer de un desmemoriado. Hablar de España como absoluto, es una ficción, propia de la ignorancia o la mala fe. ¡Claro que el problema fue el franquismo!, el fascismo español (que por cierto, financiaron tantos catalanes... como Juan March), y el nacionalismo que destilan algunos adolescentes con la pluma muy ligera y el corazón de corcho. Entiendo que una exposición sobre la memoria, y una estatua del sanguinario dictador sin cabeza, sea un esfuerzo reflexivo sobrehumano para algunos... >>


¿La memoria nunca fue nada? ¿Hay que reescribir la prosa (de los otros) en las redes sociales? ¿El corrector universal de Kraus puede aplicarse hoy, aquí, ahora, en esto? Creo que sí… Hay que borrar lo residual…


PD: Admito mi dedo caliente, de Ayala no he leído nada, de los demás, doy fe, y horas, y noches, de la cabeza al corazón.

El Sileno invertido

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Las formas religiosas del nacionalismo, ese modo de trascendencia y escatología política, ya no se esconden, tenemos un relato fáctico, con la vergüenza de su propia indigencia intelectual en las distintas formas del mito; de nuevas mitologías políticas que aún permitían conservar una cierta dignidad estética. Han preferido la degeneración, la analogía religiosa sistemática, junto a ese olor encerado a sacristía, junto a esa consustancial oscuridad y opacidad, de ese virus del lenguaje que es la religión. Se expresan, ¡y cómo se expresan!, ¡enfáticos!, ¡grandiosos!, ¡robustos!, con la claridad del dogma; dice la tal Rahola en su discurso del Domund: "Si es pertinente hacer proselitismo político cuando el que lo hace cree que defiende una ideología que mejorará el mundo, ¿ por qué no ha de ser pertinente llevar la palabra de un Dios luminoso y bondadoso que también aspira a mejorar el mundo?". Efectivamente, al margen del analfabetismo que contienen estas palabras, la tal Rahola es el Sileno invertido de Giordano Bruno, aquello que parece noble, bondadoso, magnífico en su forma y de apariencia divina, realmente oculta la barbarie y el salvajismo, un viejo, gordo y borracho. Como Bruno (Expulsión de la bestia triunfante, 1584), cree que el sacrificio religioso sólo puede hacerlo el príncipe, el rey, y no el sacerdote, o cualquier otro, pues después del sacrificio de Cristo, la redención del género humano caído, ese mundo organizado por el pecado, ya no puede renovarse. El mal debe expiarse por el mundo espiritual que está en manos del poder político, del cuerpo político. El nacionalismo afianza ese esqueleto teológico de la política, eliminar los restos, sangre, tierra y sudor, de la teología política, parece ya imposible; meras ilusiones de emancipación...




martes, 18 de octubre de 2016

Un patético material


Un centro cultural y de la memoria en Barcelona, en el Born, cargado de significaciones y simbolismos nacionalistas (fundamentalismo catalán), acoge en sus tripas una exposición sobre la memoria histórica del franquismo; del fascismo español y sus tristes y desgraciadas victorias, en definitiva. Una bestia negra que arrasó con todo, incluso con el recuerdo de su propio tiempo, los intangibles esfumados, un tiempo de miedo y crueldad. Dejando una sociedad estofada, que hoy sufrimos los atentos, los que aún conservamos un rastro de sensibilidad, marchitada. La crítica es un estudio (además de un carácter y una personalidad) mediante el cual la gente alcanza una formidable capacidad para destruir las mentiras y revelar la verdad; el aparato crítico es como una máquina de la verdad, un polígrafo, y un soporte moral y estético para resistirla. Una mirada crítica a un pasado lleno de brumas, lagunas, y abismos de dolor y sufrimiento, no puede constituir una provocación, y de hacerlo, sería la espuma de las olas. De hacerlo, aquellos que se sintieran agredidos, serían los individuos perfectos para el silencio y la vergüenza; pretenderían derribar aquello que les abruma por su brillo, su luz... que les supera, les derrite, aquello que no alcanzan por su pequeña estatura y su insignificante talla. Algunos no soportan la memoria. Nacionalistas catalanes instrumentalizan la supuesta, falsa, ofensa para lavar la cara a su "delirio" político y seguir con su infeliz manipulación, mientras que la derecha conservadora mesetaria impone su mezquino y enfático relativismo histórico: "las heridas abiertas", "los dos bandos", "guerra entre hermanos". No hubo tal cosa; y por ello la necesidad de la exposición. Las heridas nunca se cerraron, sólo había un bando político, el otro era de asesinos y curas con moscas en la cabeza, no eran hermanos, eran hombres contra fascistas.

Ciertamente toda iniciativa institucional debe estar sujeta a la sospecha de antemano (y a la crítica a posteriori), y de ahí mis bajas expectativas respecto a una mirada que anticipo insuficiente, incompleta, frágil, pues la mirada adolescente de nuestros gobiernos regionales, no aglutina, no asume, todos los tentáculos de un régimen despótico que funcionó durante cuarenta años prácticamente sin ninguna oposición (ya que ahora todos dicen que fueron antifranquistas; la famosa y ofensiva "oposición silenciosa"), arrasando con todo, incluso con los espacios más pequeños y ridículos. Testimonios como los de Max Aub, o Zambrano, demuestran que la oposición fue débil, tramposa, tímida. Hasta en los erróneamente llamados "veinticinco años de paz" los procesos de asimilación del hombre medio (en realidad de todos; fue devastador para los exiliados que hasta el último día de sus vidas y la del régimen, resistieron, soportaron y se opusieron; sin ni siquiera reconocimiento de sus "amigos"...) al nuevo paradigma del hombre económico y la nueva sociedad de masas del desarrollo, el crecimiento, el bienestar y el progreso, fueron totales y sin resquicios; y por lo tanto fueron asimilados, conformistas ellos, al régimen (franquista) todos sus antagonistas, ahora reescritos al soporte ideológico e institucional (militar y religioso) de ese estofado. Pero dejando de lado el contenido, los altercados atendían a las formas (la forma es el límite de todo contenido, quizá indisociables) de la exposición, y en concreto a las estatuas y símbolos que representaban el franquismo. Lo que revela verdaderamente la estatua acertadamente decapitada de Franco, no es su gloria, sino su miseria, no es su poder, sino el erial de desolación y gritos de dolor que dejó tras su terrible paso. Sobre la exposición a la luz pública de los templos del mal, y su condición paradójica, no podemos dejar pasar un pasaje de La Gallina Ciega de Max Aub, que reflexiona sobre estos obstáculos de la memoria, sobre la relación entre arte y verdad moral:

<< Salimos a las once con la Chata y su marido, camino del Escorial. Esa cosa terrible: no poder desprenderme, en ningún momento, del recuerdo inmediato de las memorias de Azaña. De ese repetir, de ese repiqueteo constante de sus viajes, un día y otro también, al Escorial. Ver en la luz las luces de papel repetidas y vueltas a repetir, siempre distintas y siempre exactas de este libro angustioso.
Nada ha cambiado, ni siquiera los árboles han crecido ni, como es natural, han menguado las piedras ni el musgo ha carcomido más el granito. Idénticas lejanías, iguales colores.
La parte turística del Escorial ha variado: hoteles más lujosos, paradores, restaurantes multicolores, los viejos lugares y otros nuevos, a granel. La silla de Felipe II sigue siendo la silla de Felipe II. Pero el San Mauricio se ve mejor. Lo demás ha cambiado poco. Se sigue comiendo espléndidamente. No hay problemas para los coches, existen más tiendas, se han multiplicado los turistas pero, en general, no hay novedad. El Escorial sigue siendo ese enorme cuartel, ese prodigioso estado mayor desde el que se regía el mundo y el otro, y el de más allá. No hablo de América. 
Grandes aspavientos cuando digo que quiero ir a ver el Valle de los Caídos.
- No quiero ir en homenaje de para quién se levantó sino en el de los que lo levantaron. De los miles de prisioneros de guerra, de los miles y miles de republicanos españoles, de los soldados del ejército republicano que erigieron aquello, trabajadores forzados... Lo menos que puedo hacer es plantarme frente a ello.
Parecen comprender y para allá vamos. El tiempo se ha puesto húmedo, fresco, frío. Corren las nubes por las laderas de los montes y sólo vemos el monumento a medias.
- ¿O es que creéis que los que construyeron el Escorial -los obreros, los picadores- eran muy distintos, fueron muy distintos que los que estuvieron cavando eso que decís horror del Valle de los Caídos? Y, sin embargo, vais orgullosos al Escorial y no queréis pisar el otro monumento. 
Protestan, explicando. Me quieren hacer ver diferencias cegadoras. Pero paramos frente al Valle de los Caídos; bajo un momento; me cuadro frente a él sin recordar a nadie en particular, sino a esa masa anónima -y gregaria, como se dice- que aquí tuvo que estar pica que te pica, horadando y levantando esta monstruosidad. Pero ya está hecha. No entro, no quiero saber. 
Lo que importa del Escorial, visto desde arriba, es la llanura sobre la que se levanta, ese mar oscuro, de día de tormenta eterna. Aquí, ¿dónde está el valle? Sólo quedan caídos. ¿Qué valle? ¿Qué caídos? Los que cayeron haciéndolo. Monte y cenizas. Nadie sostendrá, al fin y al cabo, que Franco sea Carlos V y Juan Carlos, Felipe II. Por lo menos, a sus pies, se abría Castilla, mar. 
Escorial, cuartel y cuarteles, guerras sin él. Buen pueblo, aplastado hoy entre dos errores: los Austrias y los "nacionales": El Escorial y el Valle de los Caídos. 
No, no me gusta El Escorial. Parrilla, helado granito: gran hito de la historia de España cuando España era el mundo. Al fin y al cabo, tumba, monumento fúnebre. Eso quisieron aquellos alemanes y así les salió: germánico a más no poder, cuadrado, pesado. Tanto que España nunca lo pudo tragar. Tiene -le pasa y no le pasa- El Escorial en el estómago. Este estilo frío, recto, indigesto, a plomada, con los techos de plomo, cuadrado para cabezas cuadradas y rubias...
¡Cómo había de gustarle a Felipe II el San Mauricio! Ni la Adoración del nombre de Jesús. Todos esos disparatados cuadros del Greco- colmo del barroco, eso sí-, ¿cómo habían e gustarle a ese adorador de la limpieza, a ese burócrata que seguramente no toleraría un papel sobre su mesa ni un grano de polvo en ninguno de los muebles de sus cuartos innumerables, sus cuartos a espadas...! Arquitectura burocrática llamaría yo a esta del Escorial. Le hubiese encantado a Stalin. ¿Tantas celdas y tan hermosos lugares para ser enterrado reverenciado, panteón de panteones! En esto tengo que reconocer que le gana a la Plaza Roja.
¡Pálido, prodigioso Escorial, gris y verde! >>






domingo, 16 de octubre de 2016

Ese día eterno que no llega...


La otra noche, en una de esas noches de insomnio devastador, algo desconocido en mi vida, mientras la lluvia golpeaba mi ventana, sucias gotas de arena pintaban los cristales, pensé, soñé despierto, en la inmortalidad del hombre. Lo vengo leyendo en distintos textos de la saga, el monopolio, Brockman, y por fin se filtró en mis madrugadas. En los inicios, y a mediados, del siglo pasado era habitual tener sueños científicos, soñar en el enorme poder que se vinculaba a la ciencia desde Galileo. Desde que las certezas y evidencias, la experimentación científica, se desprendiera de los grilletes modernos de los sentidos del hombre, desde que la experiencia del científico levantaba los pies de la tierra, de la experiencia terrena, y se mediatizara por complejos instrumentos de medición e intervención en la naturaleza, temor y esperanza se conjugaban a partes iguales cuando hablábamos de los sueños de la ciencia, de sus imposibles proyecciones. El hombre no ampliaba su horizonte, no revelaba más espacios en la tierra, sino que la tierra se reducía, el mundo se empequeñecía en sus manos, el abrigo de la tierra le quedaba estrecho y necesitaba del universo para saciar su ambición y habitar cómodamente. Pasar de hombres terrenos a hombres universales tuvo grandes implicaciones políticas, que nunca antes la ciencia tuvo: se transformaron los medios bélicos, las formas de hacer la guerra, los sueños del mundo, mutaron en terroríficos mosntruos, y espléndidas utopías de rizos dorados, muy lejanas, etc. Ahora, podría suceder algo mayor, que se incrusta en mis entrañas en la forma del sueño humano más maravilloso y anhelado de la historia. Quizá el paso del hombre mortal al inmortal quede muy lejos, pero significaría uno de las mayores revoluciones no sólo de la política, la ciencia, la literatura y la filosofía, sino de la humanidad en su conjunto, en su condición ordinaria y absoluta. Un sueño que hoy, como nunca antes sucedió, puede confundirse con mayor razón y verosimilitud con la realidad. La Inmortalidad significa una duración en el tiempo, en la vida, sin muerte por degradación ni corrupción, una vida sin límites. Nadie piensa que pueda darse de una sola vez, en una prolongación y duración infinita, sin límite ni fecha de caducidad; pero una resistencia firme, digna, decente, sobria, a la hasta ahora inevitable desaparición, es algo que casi tocamos con las manos, que casi podemos oler de forma inconfundible. Difuminar el límite, retrasarlo hasta fechas impensables para una pequeña y tímida vida humana, siempre precaria, ya supone estar en la compleja senda de la inmortalidad. Nunca antes esa sombría vereda, ahora diáfano camino asfaltado tostado por el sol, había sido tan recorrido y a tal velocidad. Noto las abigarradas mariposas revoloteando en el estómago, y comprendo que este entusiasmo lleve, o haya llevado, a la locura, a la perdición. Definitivamente me desperté, me desvelé, no pude pegar ojo en toda la noche, el día eterno me esperaba, próximo y cálido, ¿feliz?.

Soñaba, o pensaba, quien sabe ya, en alargar la vida al menos hasta los 150 o 200 años, algo que en Edge dan por muy cercano. La infinidad de cosas que cambiarían en la vida cotidiana y ordinaria de las personas sería inabarcable en pocas palabras: la calidad de los sueños, esperanzas y proyectos cobrarían una densidad y textura inesperada, mucho más compleja, y las fronteras, abismos radicales, en la lucha generacional (entre padres e hijos) ya no constituirían una confrontación binaria tan polarizada, las relaciones humanas abandonarían su falsa solidez y se convertirían en instantes fragmentarios y prolongados (la fortaleza de la amistad serían instantes de amistad, demasiado flujo), y la gran batalla de la intimidad, la confrontación entre el paso del tiempo (progreso/decadencia) y la felicidad (alegría sostenida/ignorancia) podría dilucidarse en la elección exacta de la vida, la elección exacta del momento de la muerte; una decisión moral y estética de la que podríamos apropiarnos por completo y arrebatar al azar y al infortunio. Decidir cuándo la vida es demasiado pesada, insufrible, desquiciada, con cierta perspectiva y distancia temporal como colchón, sería una de las mayores decisiones éticas, el mayor reto, del hombre. Todo eso, entre otras muchas cosas que ayudarían a alargar la sombra de la vida. La filosofía ya no podría pensar, como ha pensado siempre su tradición, ese complejo y maravilloso hipertexto, en el hombre como mortal, finito, un ser para la muerte; tendría renovar todas sus categorías, políticas y ontológicas, para actualizar al hombre, situarlo en su , esta vez sí, nuevo tiempo: el hombre como un ser natal, como anticipó Hannah Arendt en sus deliciosos libros. ¿Si en literatura, sea de ficción o memorialista, la muerte ha producido grandes imágenes y figuras de la belleza, grandes experiencias estéticas, corporales y contemplativas, del hombre, qué no podrá aportar, producir, la vida inmortal, ese brillante día eterno?, ¿lo sublime? Hemos leído a hombres quebrados, rotos, al borde del abismo, con emoción contenida geométricamente en sus textos, su vida apresada y exprimida en los dietarios, y hemos visto su dolor hecho belleza en sus memorias, en sus palabras, en su temblorosa y valiente pluma. ¿Qué no veremos cuando se tome "la decisión" tras una vida completa? (Me interesa pensar en la contraposición -dialéctica; esperando una síntesis- entre las vidas mortales como vidas incompletas y las vidas inmortales como vidas completas. ¿Cómo incrustar las vidas dañadas, las reflexiones desde la vida dañada, en este nuevo eje temporal, o atemporal?) 

La certeza de no vivir ese día eterno me produce una sensación ambivalente, contradictoria, pero intensísima. Me desespera no superar la mortalidad, si no vencerla,  al menos resistirla un tiempo inhumano; pero vivir en este umbral incierto entre lo finito y lo infinito (o casi infinito) me entusiasma. El miedo que produce ese poder sobre la propia condición de mortalidad en los hombres, no es infundado, ni está injustificado. Podrían crearse las mayores y más brutales condiciones criminales de lucha del hombre contra hombre, las mayores redes de confusión y dominación del hombre por la bestia, y disolver la memoria y la perspectiva histórica imponiendo la gran afirmación del eterno retorno... Pero sus esperanzas, pesan... De ahí la necesidad primaria e indeleble de la reflexión política, crítica; que jamás podrá sustituir ninguna ciencia tutelada por el poder, ni ningún poder científico... El hecho de la inmortalidad en la vida, y no después de ella, en la muerte, como prometían todas las religiones, e incluso regímenes políticos (en una falsa realidad mortuoria) hace de nuestro tiempo algo verdaderamente singular; al margen de cualquier consideración crítica, repito (filosófica, radical), y sin caer en ingenuidades infantiles. Esta noche, aquella noche, en este artículo, ya no puedo seguir más, es demasiado, todo queda allá, ahogado, en esa lluvia sucia, sabiendo que algún día tendré que afrontarlo con inteligencia y serenidad, la que hoy, me falta...  

sábado, 15 de octubre de 2016

Juegos prohibidos


Resultado de imagen de aznar caricatura como militar

Los ojos oxidados de la prensa hace tiempo que dejaron de iluminar las mentiras, como la antorcha que prometía Kraus, aquel corrector universal de la cultura de papel capaz de enjuiciar estéticamente una época; la prensa prefirió crear las mentiras como mercancía, de manera sistemática y mecanizada, a las órdenes de matarifes capitalistas y muñidores estatales. Como una gran industria de la mentira que moviera para su fétida y ruinosa construcción espiritual los frágiles cimientos de unas sociedades que se enorgullecen de su civilización, del cadáver en descomposición, entre fluidos anaranjados y rosados, de su propio reflejo emancipatorio. Lo proclaman día tras día, guerra tras guerra, invasión tras invasión, hasta la extenuación, con la expiación moral, pura autocomplacencia, de hacerlo en nombre de no sé qué justicia universal. La limpieza frenética de ciertos tiranos orientales, de tierras con grandes posibilidades de explotación económica para tiburones empresariales y mercados sin escrúpulos (¡pleonasmo!), ha llegado a extremos insostenibles para mantener la decencia y la dignidad de un mundo político, precario y somnoliento, donde los hombres viven (vivían) entre otros hombres. Rebasando en mucho, casi satíricamente, el límite de lo que una comunidad política que se precie avanzada o abierta puede tolerar. Si los gobiernos, torciendo y quebrando los instrumentos estatales occidentales que ya no sabemos de quién son o a qué ente extraño obedecen, son capaces de doblegar, asesinar, masacrar, grandes masas de población en los países ocupados, con la total indiferencia de los ciudadanos occidentales, esos animalitos conformistas y asimilados a todo, nuestra responsabilidad, o conciencia moral, debería quemarnos hasta dejarnos el cuerpo en carne viva. La prensa recure a la civilización cuando no sabe exactamente como justificar sus hipócritas atrocidades, las suyas, y las de aquellos que las financian. Nos referimos a la sofisticación y ocultación de las redes de opresión económica y estética en nuestras sociedades, toda apariencia sensible ha perdido su brillo, las cosas no brillan al manifestarse, o a las deliberadas, pensadas e hipócritas, campañas militares de liberación política internacional que consisten en exterminar a la gran masa de la población civil y expoliar sus riquezas, ocultándolo todo bajo un ejército atomizado de eufemismos fraudulentamente democráticos y benevolentes.

Podría parecer que no hubiesen nombres propios para los fondos criminales de una época. Pero sí. Nos equivocamos si no lo mencionamos y el flujo, el torrente, de la historia borra su firma indeleble de injusticia. Un hombre con risa de hiena, cabeza partida de conejo, es actualidad. Le han hecho otra vez tiempo presente para juzgarlo públicamente. Bien está. La derecha lo amaba, su fuerza, su vigor; la izquierda lo detestaba, un alma de cucaracha y corazón de corcho. Aznar, ese muñón intelectual y moral, ordenó, en aquella época (1996-2004) lo controlaba todo, a un grupo de periodistas y militares (para Kraus, en los albores de un siglo de sangre y moho, eran casi lo mismo), en los que había una mezcla de héroes y ratas en un mismo cubículo de moscas, atacar a un enemigo construido en base a una ficción, con los años delirante y sádica. Estos fenómenos suceden cuando los hechos son de arena y las opiniones prêt-à-porter; cuando la opinión pública esta devastada, como ahora. Una Guerra que destruyó a muchos hombres que llevaban una vida precaria en una tiranía, pero al fin, una vida que otros, desconocidos, arrogantes y panzones, les arrebataron por el chato y sucio interés económico. La fundación del acto bélico se basó en la mentira que mueve el mundo. La excusa era la bomba que estigmatizó y traumatizó, coloreó de dolor y sufrimiento, las entrañas de un siglo entero; pero la realidad era otra: el oro negro, los ríos y los pozos de oro negro que alimentan la mala sangre, la sangre sucia. La mentira se anticipó, se destapó con toda su crudeza y pestilencia al poco tiempo, y nada les sucedió a los criminales de guerra que la pertrecharon para mayor gloria y fama, por pura egofagia y geofagia. Bush, un idiota cuyo acto más relevante fue dejar de beber (gracias a su discreta y buena esposa) para desgracia de la humanidad y dudoso beneficio familiar. Blair, un mequetrefe buscador de fortunas, perro viejo de la cínica alta sociedad británica (se convirtió al catolicismo al terminar su período criminal). Y Aznar, señorito mesetario, el más digno heredero de la babosa tradición familiar de servilismo al poder que representaba su abuelo Manuel Aznar Zubigaray ( breve director de La Vanguardia, y antes, del diario El Sol, donde escribía, en palabras de Ortega,"la masa encefálica de la nación": Unamuno, Ayala, Madariaga, Maeztu, el propio Ortega y Gasset, y su extraño amigo Pla. Léanse sus Darrers escrits, ahí viene todo el concentrado de una época, además de ser una delicia salada). Desataron unos tiempos geopolíticos de guerra arbitraria y casi imperialista que nos llevan hasta el cementerio, el estercolero, mundial de nuestros días. El trío de matarifes circenses, de toreros degradados de la plaza política (ahora  en manos, o en zarpas, de una máquina de sufrir como es el Capitalismo), son los responsables, de modo general y falto de matices importantes, de la situación bélica en Oriente y sus desastrosas relaciones exteriores. Digo esto, sin atenuar el grado de responsabilidad de los regímenes teocráticos y dictatoriales imperantes en esas tierras, que devastan cualquier posibilidad de pensar o actuar genuinamente, cuando no, destruyen física y corporalmente, hasta la extinción sin rastro en la memoria, las vidas de los hombres. Pero en nuestro caso, para nosotros, el que debe responder ante nosotros, no lo hizo, se fue de rositas, afamado, glorificado, y ese fue Aznar, el mayor ejemplar de estas chinches del todo social.

Podemos lo ha denunciado política y judicialmente, esperando que sea tratado como lo que es: un criminal de guerra. Se espera su respuesta; su silencio, su nada, ¿en los medios, en el parlamento? Nuestro erial político adolescente e infantil, dudo que este preparado para afrontar un debate de este peso y densidad. Sus voceros ya claman a los cielos inmisericordes, ya balbucean, antes de vomitar basura, nerviosos ante la incapacidad de defender la desvergüenza de un el carácter autoritario y la condición criminal de un ex presidente. Tiemblan pensando a quién le va tocar sacrificarse. La prensa, como siempre, ataca al que señala con precisión y atino al criminal, mientras este se ríe de todos y de todo. No prosperará este justo juicio del pasado, primera tarea política: relacionarnos con el pasado y recibir, para comprender, una herencia sin testamento. Sin embargo, muchos soñaremos con que un banco de acusados de un juzgado, sea aquí o en la Haya, espere fresco y vacío, crujiente, la llegada del convicto. Hay monstruos entre nosotros, monstruos que te sonríen en el ascensor, que te miran al cruzar la calle, que te hablan a través de la pantalla pidiendo el voto, pensando en la guerra mientras acarician los rosados y redondos mofletes de un niño rubio adorable. Hay monstruos que viven eternamente, impunes, sin nadie que les juzgue, sin nadie que les pida explicaciones, quizá estemos solos, solos a su merced...


domingo, 9 de octubre de 2016

¡Fuego!, ¡fuego en el saloncito!

En el saloncito amueblado hay paredes empedradas y suelos alfombrados, sillones orejeros tapizados donde se embuten traseros reales, mesas de madera con patas rizadas, sólidos rectángulos de madera maciza colgados de la pared decorados con estatuillas doradas, grandes ventanales de colores y vidrio "trencadís", todo de volúmenes muy católicos. El frío de los sentimientos es cortante, como triangulitos de acero sobrevolando el ambiente, tajando finas pieles y delicadas carnes humanas. Hay vasos vacíos sobre mesitas en forma de huevo puesto del revés, parece que no hay whisky, ni ninguna bebida inspiradora o volitiva; pero se fuma, y mucho, producen como chimeneas, las cortinas de humo son grises y densas, casi indistinguibles de la ceniza. Los hombres, y ,ah, las mujeres, se han reunido para la liberación de la tiranía del ídolo, un día que, aún entre la desolación de los cuerpos, tendría un fin con mayor privación de los espíritus. El saloncito en breve se convertirá en un teatro invadido por imágenes patéticas, los diálogos, cosidos por el lenguaje de las fosas, parecen iluminar con negras sombras el destino que ya estaba organizado por un poder quebrantado o impedido, pero que retrasaron ante las expectativas de un mayor público. Ante la espera de tan insigne convocatoria de tan alto y elevadísimo teatro, sólo quedaban ruidos dispersos, que ensordecen a todos. La representación iba a ser histórica (qué sobado está el sintagma); una obra inaudita hasta el momento. Fue, lo que fuera, pues nadie lo vio más que sus protaginistas, figuritas de lladró que conformaban un baqueteo en filas de un fantasma miserable y mecanizado, todo lo político es ya una maquinaria social hipertrófica, que no sólo esta en sus tristes y empequeñecidas cabezas. El auge de lo social, esa masificación y burocratización, ha domesticado el espacio de la política, la acción y el discurso, la libertad espontánea, y lo ha sometido al reino de la necesidad y las exigencias biológicas de la tétrica sociedad muda y sin rostro.

No pudimos asistir a la representación, ni penetrar en las tripas del teatro, pero conocemos su cartel, su plantel, su lista: 

Felipe González. "El hombre de pana". ¿Un gorila rojo? No. Un gorila dorado, forrado de verdes billetes. Supuesta formación política, supuesto pasado en lucha, ahora, sólo cabe la lógica de estado en sus sienes, y el dinero de las más grandes compañías multinacionales. Embaucador profesional y decorador exquisito de ruinas y momias, ahora pide "no mentir", el viejo lengua de serpiente. Siempre que da una orden, una horda de chacales, ríen, ríen, y obedecen implacablemente. Su opinión es algo más que escuchada por la prensa socialdemócrata, y, ¡oh!, admirada por la prensa conservadora. ¿Cómo pudo el capital, o el Estado (el poder), devorar lo que se creía más que un hombre?      

Susana Díaz. "La rana en el culo". Sin formación política. No hay libros, ni rastro de escritura alfabetizada. Una mujer muy orgullosa de serlo, se sentirse, de oír sus gritos. Grita mucho. Gran moralizadora. Mujer gruesa, poco agraciada, cabeza pimiento y cintura de calabaza, de profundas tragaderas, lo da todo por el partido y su tierra, Andalucía. Es su segundo país. Defiende aquello de la nación de naciones, es regionalista y lo que toque según el canto del gallo. Mediocre en los debates, de precaria retórica, y mucha autoridad, como está mandado. En el partido, en el saloncito, se la respeta mucho. Es la silenciada candidata a tomar el corral psicológico. 

Pedro Sánchez. "El soldado Sánchez". Es un hombre guapo, muy guapo, por eso se le conoce y admira. Incierto talento pala la política, cree que el discurso y el debate es seducción, y no apelación, reconocimiento, singularidad, crítica, le viene en los genes. Es un juguete, bonito, caro, muy caro, de los medios de masas; fue creación del periódico El País, y ahora se ha quedado en muñequito escombro del mismo. Dicen que tiene cuchillos clavados en su espalda, prefiere no tocarlos, es un extraño y singular concepto de la dignidad y el coraje. Es de los que cree que los golpes hay que darlos en frío, o no darlos. Vive oculto, con miedo. Pero es muy guapo, como digo. 

César Luena. "Cabeza bombín". ¿El leal o el dócil?, ahí anda. Sirvienta de muchos, dueño de nadie. Una voz "socialista" que incomprensiblemente ha llegado a tener peso, leve, pero peso dentro del partido. Destaca por una incapacidad estratégica notable, por una permanente incompetencia retórica sostenida en el tiempo, por repetir, como risas enlatadas, lo que todos los periodistas esperan de antemano. Formaba parte de un grupo sacrificial, y todavía no lo sabe, decirlo bajito, era el corderito. 

Fernández Vara. "El forense". Acostumbrado a trabajar con muertos, a manejar cadáveres bañados en formol, se siente como en casa. Se le puede ver por los lupanares mediáticos de la derecha, donde sus dogmas suelen tener mejor recepción, una alcoba perfecta. Es un hombre fuerte, de voluminoso cuerpo y voluminosas opiniones, vio antes un gobierno del PP, que uno con Podemos, no acaba de encajar bien en el mundo de los vivos. Él a lo suyo, retirando extremidades sueltas, perdidas, que impiden el paso firme a ninguna parte. Todo lo suyo, es bastante estúpido.

García Page. "El paperas". Sin formación política, ni un pasado sólido en el partido, es un provinciano más. Eso sí, quiere ser útil. Servir a la gente. Resolver sus problemas. Ser un instrumento, como un desatascador. Es un fontanero de la sociedad. Cree que ser gobernante, arg, es una cuestión de tuberías. Cree en la gestión y la administración, es un hombre de nuestro desafortunado tiempo. Su comunidad, la "lleva", como se lleva una familia o una empresa, así nos va. No cree en el "no es no", no cree en un gobierno de Rajoy, ni en unas terceras elecciones; pensará que creer está al alcance de cualquiera, incluso de los cristianos, él no conjuga ese verbo. Me gustaría saber que verbo conjuga: ¿saber, pensar, actuar, hablar...? No lo parece.  

Borrell. Sin mote. De gestos y muecas enfáticas, habla con el cuerpo. Pretende una autoridad intelectual con un ridículo discurso pedagógico y desafortunados silencios forzados, que denotan falta de brillo, de talento, un hueco que pretende llenar con biografía, grandes dosis de pasado que le convierten en un histórico, algo así como el despertar de un dinosaurio. Al pasar las lunas de las semanas, y sin ser santo de mi devoción, es el único que ha dicho cosas de sentido común, que ya es mucho pedir. Su último recurso es un pacto generacional, una idea binaria como tantas. Da muchos golpes en las puertas, casi como martillazos, sabrá Dios para qué...

Pepe Blanco. "El Dormilón". ¿Alguien quiere recordarlo?, ¿cómo diablos se ha colado en el teatro de marionetas? Psss, psss, psss...

Miquel Iceta. "El huevo duro". Supuesto ideólogo del socialismo catalán (¡oxímoron!). Es muy parlanchín, tanto como danzón, habla mucho para rellenar el vacío con vacuidad. Realizó la mejor campaña electoral, después del artefacto IKEA de sus adversarios por la izquierda, que se recuerda. Su baile fue un reclamo social, un instrumento de propaganda, en esos finales estamos... Se caracteriza por su incoherencia moral, por su indefinición territorial, su indeterminación económica, y por la total ausencia de ideas políticas; como todos. Parece no conocer enemigos; de trato cordial y afable, se toma su trabajo como un funcionario más. Mantiene su lealtad hacia los hombre bellos, los ídolos y líderes descabezados.

Ximo Puig. Un fantasma que no existe, ni en sombra siquiera. Aunque con la música del Poder, ¡qué  dulce flauta de viento!, parece asomar un morro reptiliano de entre los pliegues de la inexistencia, de lo invisible.

La monotonía y la zozobra de los días nos recuerdan aquello que Kraus profetizó como tantas otras cosas: el aplastamiento de la imaginación y la perspectiva histórica por la prensa y su reduccionismo de la actualidad. Ya advirtió que viviríamos los últimos días de la humanidad, de un modo dilatado, sostenido, prolongado, pero en sus finales, en su acabamiento constante...


domingo, 2 de octubre de 2016

El escritor y el papagayo




Leí hace poco en lo de J.Jorge Sánchez, Bajo la Lluvia, una pequeña columna, así aparece en mi ordenador, sobre la estúpida polémica del pregón y el pregonero de la Mercè, creada, cómo no, por los nacionalistas. Javier Pérez Andújar, escritor del que yo tampoco he leído nada, fue el protagonista del festejo, el muñeco del pim pam pum de los intransigentes y paranoicos independentistas, aprovechado para la propaganda más burda y grosera de manos del payaso de la corte, el graciosillo institucional, el papagayo de palacio, Toni Albà. El acto y el contra-acto del pregón, reflejaron, como sucede con todo desacoplamiento, la verdad en forma de dos Barcelonas recreadas, una bellamente nostálgica, pero realista, y la otra suciamente, perversamente, desiderativa. Andújar (maravilloso apellido) era la literatura, y Albà la propaganda. Reconozco mi pereza. No entraré en el fantasioso, mitológico, regresivo, y reaccionario discurso del chistosete para tunantes, ese tumulto de fatuidad que aplaudía y reía sus gracias con ímpetu y entusiasmo, que lejos de disimular con la distensión, enfatizaba su carácter étnico; sus ojos rojos de rabia y aburrimiento. El mecanismo propagandístico es demasiado rudimentario, simple y ramplón; sólo esas cabezas asimiladas al vacío y la nada, podían soportar las resonancias de la mentira. 

Escuché el pregón de Andújar. Me pareció un ejemplo de claridad y tristeza. Unas bellas palabras envueltas por una cruda situación económica y un oscuro pasado, como si el dinero, ave de presa, desgarrase las tripas de las palabras. Quizá el dinero no sea el problema, pero sí el dinero en determinados contextos, ahí, en esos que conocemos tan bien, es un depredador, una máquina de sufrir. Repito que escuché, ¡y desde un ayuntamiento!, palabras benévolas y bondadosas hacia la dignidad quebrada, una voz dulce y pausada que recuperaba del saco sin fondo del olvido hombres rotos de carne y hueso imprescindibles para la cultura real, no oficial, pero anónimos; se les puso nombre y honor como sombrero desde una institución. ¡Eso sí que es revolucionario! Acostumbrados a las charangas donde se premia con pompa institucional a empresarios, militares, curas, politicastros y académicos, ¿hay alguna diferencia?, se dedicó un día, y un momento, a escritores de verdad, periodistas radicales, editores que amaban su oficio, no su negocio, a dibujantes que nutrían la infancia de un país y construían mundos azucarados e imaginarios para niños y adolescentes, porque era el único modo de huir, y comprender, de una realidad gris, tediosa, mórbida, e incluso, brutal. Conozco bien, conocemos seguro, el desprecio que en el nuevo (ya viejo) hombre económico despiertan las actividades, más bien oficios y trabajos, destinados a la belleza y la contemplación, y no al interés empírico inmediato. Y por supuesto, sabemos lo poco receptivos que son los nacionalistas, sujetos insensibles y carcomidos, a todo aquello que no abrace su causa religiosa, su expiación. En la cultura se ve claro, todo aquello que no obedezca a la redención, que no afirme glorioso un supuesto pueblo, lenguaje, o espíritu del pueblo catalán, está fuera de los cánones, de la oficialidad, marginado y condenado al ostracismo. Si no desprendes ese inconfundible olor a sacristía estás fuera, no existes. Hay que recordar que Andújar (no me canso de su música, es tan andaluz, morisco...) es un espécimen de la Catalunya no institucional, no es hijo ni del nacionalismo, ni del pujolismo, ni del tercerismo, es simplemente un humilde escritor, fuera de la red clientelar que concede subvenciones, fuera del rebaño de plañideras que debe tener la lengua como un estropajo de tanto lengüetear a quienes mandan, y pagan. Alejado, por supuesto, de esa palabra nefanda: charnego, mal catalán, buen catalán, integrado, etc. No sé si sus libros serán buenos, pero su condición moral y sus pregones sí lo son. Admito cierto estupor ante la idealización de las ruinas, cierto escepticismo ante un mundo que jamás, que yo sepa, existió con tal plenitud ni alcanzó a expresarse fuera de su obra creativa, fuera del pregón de Andújar. Sin embargo, aunque sólo sea como objetivo utópico, en minúsculas, el ideal me parece mucho más noble, bello y delicado que la decadencia glorificada que pretende esa basurilla regresiva del nacionalismo. La diferencia es clara, y no es menor: un mundo sólido de palabras y libros (y oficios de hechos de palabras y libros), o un mundo hecho de razas y patrias. Así, de partida, no está mal.

Todo esto puede parecer: palabras vacías, insultos, gritos, opiniones sectarias, histrionismo, lo que se quiera... Pero cuando se atiende a las genuinas experiencias políticas ordinarias de una ciudad, que suceden con el mero vivir, el mero estar ahí, disponible, con los ojos bien abiertos, cobran una densidad y un volumen nada desdeñable, su peso, se equipara, compite, con el peso del oro y la pequeña verdad. Yo vivo en Barcelona, paseo por sus calles y sus plazas, como y bebo en sus restaurantes, leo sus castos periódicos, conozco su universidad, la facultad que debería ser la más emblemática y ahora es faramalla, sus actos culturales (intelectuales, ¡quién los pillara!) convertidos en pura oficialidad, propaganda, no queda casi nada virgen al margen de la degradación institucional con cierta relevancia y radicalidad crítica. Un desierto de hienas. Viven en manada, indiferentes, se alimentan de excrementos y cuerpos ya muertos, hacen el amor una vez al año y ríen continuamente. Yo, que vivo en Catalunya (también en España), no podría reírme continuamente sin ser una hiena. La evidente decadencia cultural (estética) y política no será problema mientras la ociosidad y la opulencia material se mantengan en la mayor parte de la sociedad catalana; incluso la precariedad y la explotación económica son soportables mientras permitan vivir con las migajas, con los restos, mientras se pueda elegir entre el fútbol (una verdadera divinidad con el Barça) y las camisetas de superhéroe independentista. Esta extraña reducción de la libertad (y de la política) es algo antiguo. Max Aub a su tardía, y no esperada, llegada en 1969 a España, ya la soportó, resistió y combatió, escribiendo, así: "¿O de la libertad? ¿Qué es? ¿Dónde oí este nombre? ¿Con qué se come?" Los españoles, en aquel tiempo, simplificaron la libertad reduciéndola a elegir entre toros y fútbol, olvidando la libertad política, hoy, aquí, sucede algo parecido con las liturgias teológico-nacionales (un proceso de asimilación al discurso económico-nacional dominante, suprimiendo lo político). Para lo que hemos quedado... 

Lo verdaderamente preocupante en Catalunya, es que actuaciones tan deplorables como las del papagayo nacional no sean la excepción, sino la norma. Que no sean extrañas, sino ordinarias, que no disgusten o produzcan estupor, sino que  extasíen de placer, de risa, de orgullo patrio, de todo, a todos, hasta explotar. Esta excepcionalidad no la vivo sólo en sueños, alguna amiga es capaz aún, de hablar con una franqueza, ¡hablar de ese modo!, ¡tan crítico!, casi subversiva. Quedé, como suelo hacer con frecuencia, con ella, para hablar, en un bar, en un café, de libros, de filosofía, de literatura, de cine, de la vida tostada por el sol. Con esa inteligencia sutil y ácida, esa sensibilidad puesta en el instante, deteniendo el tiempo, el mundo, la brutalidad del circuito comercial productor del sentimiento de culpa, deteniendo, la grotesca zozobra e hipocresía del estado nacionalista, arrollando, arrasando, con lo político. La vi. Fuerte, sólida, firme, soportando el trabajo, día tras día, seguro que siempre se sale con la suya, leyendo y traduciendo, ahora, escribiendo. Magnífica. Sin rencor (no como yo), y en el fondo, seguro, llena de esperanza. Vive al descubierto, sin miedo (al menos, como sucede con Askildsen, parece que nunca hayan temblado de miedo), dale que dale, sin doblegarse. Acabarán por respetar a gente así y todo cambiará. ¿Seguro? ¿Hay muchos así?, y lo que más me interesa, ¿hay muchas así? ¿Soportarán, resistirán, todos?