miércoles, 29 de junio de 2016

Resumen de c(h)ampaña, parte 2ª


8. La dictadura de la democracia es la crueldad de la ignorancia. Unas breves y ácidas palabras de Arcadi en sus Cartas... revelarán un antiguo problema disfrazado de lo nuevo: 

"En el pasado los ignorantes se limitaban a seguir con indiferencia las diversas instrucciones de la élite. Su inhibición política era notable. La situación ha cambiado bruscamente. Ahora la ignorancia está articulada y se muestra con orgullo. Las redes sociales han vertebrado, y otorgado identidad, poder y disciplina, aun tumultuaria, a los ignorantes. Internet no sólo junta a los iguales filatélicos. Esta dinámica de grupo tiene efectos poderosos. Hasta el punto de que cuando Trump se dirige a ellos, llamándoles lo que son y animándoles a que se exhiban con arrogancia, el grupo reacciona felizmente a una. El bronco griterío de la identidad compartida se impone a la constatación humillante del insulto. Luego está el embrutecimiento. Históricamente, las masas han disfrutado de sus innumerables variedades, desde el alcohol al juego, pasando por el deporte y el espectáculo sicalíptico. Ahora la política también forma parte del embrutecimiento de las masas iletradas. El éxito español de la Sexta o el de la cadena Fox en EEUU no se explica sin ese cambio de las formas de consumo."


Ese consumo de la política, televisivo y real, es uno de los grandes defectos de nuestra democracia; y quizá, la conversión de nuestra memoria cultural en una cultura mediática, televisiva y desarticulada, sin autoridad, el peor de todos. La afirmación que se lanza desde un parte de esa cultura desarticulada de que el populismo y el soberanismo ha destruido la firmeza y el orden de nuestra democracia, no es más que un sucio truco de la propaganda, estamos en la era más propagandística gracias a su normalización, de los conservadores y socialdemócratas que desean reedificarla desde sus mesas de despacho; allí donde olvidaron el pasado y perdieron irreversiblemente la memoria. Adorno dijo algo parecido respecto a Hitler y la afirmación que los poderes institucionales y burocráticos posteriores al fascismo quisieron imponer en el viejo tiempo de posguerra de los relatos de masas, de que él y su gobierno nazi fueron los que destruyeron la cultura alemana. Como ya sabemos la diacronía es el instrumento más rudimentario y eficaz que disponen los núcleos de poder que nos persiguen desde ayer hasta hoy. Lo que Hitler aniquiló en el arte y el pensamiento llevaba hace ya tiempo una existencia escindida y apócrifa, cuyos últimos refugios barrió el fascismo, dice Adorno. Hoy, en una repetición cómica y tediosa de esos tiempos desolados y estériles previos a la oscuridad, el ámbito cultural y político suspira por una figura, un liderazgo mesiánico y redentor, que suprima la impronta de este presente apático donde no existe una oposición al poder político y su domesticación cultural, tan industrializada que su docilidad y servilismo se han vuelto sus peores vergüenzas. Los métodos ideológicos para construir una oposición son antiguos: tener compasión con los más necios. Sintagma que hace suyo la televisión: su nicho de negocio es la ignorancia. Ello ha conducido a una fatal confusión. El aniquilamiento de las raíces culturales y políticas, que al margen de la propaganda y las técnicas mediáticas para movilizar a las masas, podían haber articulado una oposición real y verdadera contra los partidos conservadores o socialdemócratas. No hay resultados estéticos ni morales de la cultura ni la política, sino productos televisivos que interpretan una ficción y una ilusión si cabe más devastadora y desoladora, y que se han hecho con la representación del espíritu de la refundación o reconstrucción de unas ruinas antigua, con simples relatos de la nueva era, el cambio definitivo etc. Estas técnicas, repito, no son nuevas, se disfrazan de actualidad para revivir lo más residual y ucrónico del pasado, la pestilencia irresuelta de lo viejo, que como los residuos en el mar, vuelven a nuestras orillas con el tiempo.        

9. Cataluña es la verdad de todo esto. Gracias a la indefinición del Psoe y el Psc con el hecho catalán, la clave de la campaña ha sido el problema nacionalista, que a su vez y paradógicamente también ha sido su más profundo y aletargado silencio; lo invisible que operaba en las sombras. El conocido como problema catalán aglutina en pequeño los grandes problemas de España: es su más vivo y cruel reflejo, su más nítida y descorazonadora representación. La nueva izquierda se conforma de populistas y soberanistas, productos de una cultura estéril y una política ficticia, para luchar contra el nacionalismo catalán y sus vinculaciones reaccionarias, y contra la desmemoria y el atroz pragmatismo y funcionalismo, pura explotación económica, de los poderes administrados de la magullada política socialdemócrata y conservadora. Cataluña, mucho a su pesar, no es diferente ni singular en esto, es la copia más burda y grotesca de un problema general, de actualidad televisiva y de herencia lejana y fascista.  

10.  Atropellos de la moral. Como muchos hombres de los que conozco su vida personal, sea mediatizada por la escritura o la sencilla pero nítida y reveladora experiencia ordinaria, mi vida adulta empieza con el descubrimiento, a veces desolador, del dinero y las mujeres. Un binomio de equívoca y difícil conjugación. Las guardianas de las esencias eróticas o abogadas de los desbordamientos inevitables de la líbido, no me dejarán hablar con claridad, les gusta, les va el negocio en ello, enturbiar las palabras y el lenguaje con negros barros pegajosos e intrigantes. Como cuando después de una tormenta miramos hipnotizados desde un puentecillo de troncos húmedos, viejos e inestables, el agua turbia y negra de un riachuelo arremolinado e inquieto, en el que solo vemos su tautológica oscuridad, identificando su bastedad y opacidad cromática con la desolación y la turbadora angustia de lo que oculta en sus profundidades. El asunto es un futbolista que fue de putas, encabezado por el recurrente "presuntamente" de la prensa para liberarse de toda negligencia y responsabilidad. La prostitución es una actividad física que me causa ciertos problemas éticos, y su práctica no me convence estéticamente. El futbolista asegura que simplemente organizó una noche con chicas de pago y chicos ricos que pagaban muy bien los servicios sexuales y todas sus necesidades, y nada más. Él, no consume putas, y ni mucho menos las agrede, dice. Ni siquiera un indicio, cualquier rumor vago basta para que Pdr Snchz actúe bajo la sombra de su relativa verdad y condene al futbolista. Le incomoda, no tolera que un jugador, tonto y rico, vaya de putas y pueda jugar en la selección española de fútbol, órgano que si se distingue por algo es por su refinada inteligencia y sensibilidad estética. ¡A él!, que está incómodo con el gobierno, con la oposición, con su partido, y consigo mismo; vive en la incomodidad permanente, como muchos, un putero oficioso le molesta. A Garzón le parece mercantilización del cuerpo de la mujer, una explotación, ¡vaya! cómo si el trabajo no lo fuera, que utiliza para revivir aquel maravilloso sintagma, desacoplado del marxismo: Mi cuerpo es mío, mis manos, mi capital. Con las que te nombro, te señalo, y te escribo, maldito cinismo. Los sujetos políticos, para salvar unas brechas en la columna moral de esas mujeres y su trabajo sexual, algo que está aún por ver, han cometido un delito moral mucho mayor: actuar con un inocente como si fuera culpable y todos los atropellos éticos y estéticos que ello conlleva. La atrocidad formal consiste en que los representantes de la legalidad y sus implicaciones, sean los primeros en romperlas, sin conciencia alguna de la brecha y con total impunidad. Lean esto como algo insignificante y pronto se confundirá la legalidad con la moralidad (véase Moralidad y criminalidad de Kraus; para él todo, palabras y actos, cae en la esfera del derecho): lo público y lo privado quedarán destruidos, devastados. Una de las descripciones más perfectas, simples y limpias de una dictadura es la que se desprende de lo dicho: la moral como limitación de la libertad de expresión, libertad de movimientos y de costumbres; es decir, cuando la moralidad sustituye el espacio de la legalidad, y se convierte en una cuestión penal.     



lunes, 27 de junio de 2016

Resumen de c(h)ampaña, parte 1ª


1. Lo que no cabe, no cabe. Dice uno de los múltiples portavoces del Psoe en los debates televisivos, after election, que las posibilidades de su partido para formar gobierno después de los resultados son las mismas que antes de las elecciones, antes de conocer los hechos definitivos, los números y la decisión de millones de españoles. O sea, nulas posibilidades. Su actitud es propia de la ficción, un comportamiento de personaje literario donde la resistencia de los hechos es un capricho del creador y un producto de la imaginación. En la cabeza del anónimo portavoz no hay límite que contenga su desbordamiento, ni existe la verdad del cuerpo de las personas reales; en él, cabe todo, pero todo, todo, todo... Su menosprecio, su relativismo sobre los hechos no es un defecto o desajuste consustancial a la democracia, sino una herencia del pasado fascista de Europa. Aquí, con el pasado del régimen clerical militar y la creencia de Franco en los milagros, que relacionaba estrictamente con la política. El portavoz socialista no fue el único que repitió esa distorsión, todos los hombres de partido, fueron personajes de esa misma ficción. El único que plantó cara con valentía moral e intelectual al wishful thinking fue Javier Nart, simplemente aceptando la realidad.  

2. El mal es un juego infantil, algo banal y superficial. Otro portavoz, esta vez del Pp, el indiscutible ganador de las elecciones mal que nos pese, antes de saber los resultados dice, ante la total indiferencia de los demás portavoces y colegas periodistas, que Podemos es un partido totalitario por intolerante. No hubo respuesta de nadie, nadie protestó, también es verdad que nadie lanzó flemas de tal densidad para contrarrestar el golpe. El problema es que el lenguaje, y sus implicaciones morales, se ha desvirtuado de tal manera que no solo puede decirse una atrocidad absurda y delirante con pleno convencimiento y sin vergüenza, sino que puede decirse ante la indiferencia de los otros y con total impunidad. Pobres criaturas...

3. El periodista y el simulacro. El director de los servicios informativos 24h de Rtve y presentador de la misma casa, Sergio Martín, que evidentemente no es periodista simplemente porque no escribe, ni sobre los hechos ni sobre nada; propone a su mesa femenina de debate, las candidatas de calceta y caldero, que si bien aún no tienen los resultados de las votaciones, que ejerciten la imaginación política de pactos con los resultados de las encuestas electorales a pie de urna. Bien. Este es el mayor delito del periodista: el desbordamiento. Asimilar el fondo y la forma de la televisión con el oficio del periodismo. Es decir, identificar su escritura con las cajas vacías. Esa incesante necesidad de las televisiones de llenar espacios y espacios vacíos con cualquier contenido ilusorio, hipotético, y consumir el tiempo sea como sea a la velocidad con que prende una mecha. Hay que consumir de principio a fin una nada y un vacío absolutos que se llenan con simulacros y simulaciones irreales, literalmente falsas a sabiendas. El tiempo dilatado y el espacio vacío de la televisión son incompatibles, por naturaleza, con las exigencias y necesidades de la escritura que caracteriza al periodismo, siempre limitada y con un espacio autorizado. Sintética y antiretórica, esta voluntad de ordenación, de limpieza, de fijación de un texto ahorrativo, conduce a un oficio monótono, cargado de ritos repetidos de forma maquinal, que practicado durante mucho tiempo induce a una irónica meditación sobre la novedad y sobre la actualidad. Un pequeño pero importante detalle que paradógicamente en lo televisivo, que se supone tecnológico, no se permite. La campaña se ha hecho en la televisión, no en el periodismo; de ahí lo de las nuevos tiempos, sin ironizarlos. La soledad y la prosa de este tipo de escritor no tiene que ver con lo lírico. Sino con lo mecánico
                                                                             lo mecánico
                                                                                                lo mecánico...

4.  La superioridad moral de la izquierda no es un tropo. La prensa socialdemócrata ha entendido que la bandera de la izquierda es en España una de las mayores tautologías políticas. Así, para remontar el negocio, el inefable Xavier Vidal-Folch asegura que cuando la izquierda lo hace mal no es la verdadera izquierda, sino una falsa: 

"Segundo, demuestra que, contra lo que proclaman los neopopulismos de ultraderecha y de supuesta izquierda, la Unión Europea, como construcción democrática -incluso en sus esferas más tecnificadas-, siempre dispone de margen, enhebra políticas susceptibles de flexibilidad (se aplique con mejor o peor tino), y ofrece opciones."

Entiendo de su apelmazada prosa que la izquierda es una tautología de la bondad, que sólo puede hacerlo bien, y si no lo hace, simplemente son deposiciones y excrecencias de una ideología convertida en basura, sin más. Tan alejada del original como lo está una copia en descomposición cuyo residuo espera el destino del reciclaje. Otra cosa es la taxonomía política donde poder identificar la pluralidad de la izquierda, sus grupúsculos y facciones, unos legítimos y otros no, unos existentes en España y otros no. Distinguiría como ausencia moral en este breve fragmento del reputado periodista una cosa. Que el populismo de ultraderecha: Donald Trump, Le Pen, N. Farage; y el de izquierdas: Podemos, la(s) Cup, Syriza, Maduro... no son lo mismo.   

5. Arrogance. En relación a lo anterior, es difícil recriminar la superioridad moral de la izquierda como nueva escritura sindical y reivindicativa de la prensa socialdemócrata, e incluso de los partidos del "bloque progresista", pues la arrogancia de la derecha (Pp y Ciudadanos) y su creencia en la superioridad natural desprende un hedor insoportable. Derechos, es la otra forma de llamar a sus privilegios, naturales, logrados y conquistados por sus méritos, claro. El populismo de derechas es quizá la forma política más peligrosa en el mundo moderno por su cercanía con los estragos de la memoria reciente, por su íntima relación con los extravíos y querencias sin sosiego del tiempo sepultado que produjeron la exclusión identitária y la explotación económica, creando ambos, bolsas de humillados y desheredados: la carnaza de hoy, de estos populismos y nacionalismos. Además hay que tener en cuenta sus figuras mediáticas en España, un ejemplo: 13tv una televisión de curas y monjas, Losantos, un hombre inteligente pero envilecido y feroz, o Pilar Rahola, triste payaso del nacionalismo, no son figuras plurales ni antagónicas. Estas figuras pueden resultar inofensivas en una situación normal, en condiciones sociales de paz, pero en ciertas circunstancias de conflicto podrían llegar a compartir una característica con los medios de propaganda fascista: promoción de un conflicto civil y hostigamiento de la ciudadanía, lanzando una parte de la sociedad civil contra la otra a través de la mentira, la hipérbole, y el embrutecimiento asociado al despotismo de las emociones.   

6. El narcisismo de las diferencias. Divide y vencerás. Parece que algunos han pecado, hemos pecado, de ingenuidad, ¡maldita juventud! Resulta que en este país la izquierda solo suma cuando está dividida, bien separada y orgullosa de sus idiosincrasias. El conocido narcisismo de las diferencias suma. Sí. Pero tampoco gana. La unidad de la izquierda resta votos, ¡vaya!, qué virtud de carácter y que brillo de la inteligencia la de estos vibrantes electores, estos ilustres votantes. Las apelaciones constantes de la izquierda a su hombre sentimental y melancólico, para que resucite aquello que los propios dirigentes están matando, es un juego más de la cínica propaganda. El contenido de esa estética sentimental difícilmente coincide con nuestro tiempo sin sujeto histórico definido, o en todo caso, residual y moribundo. 

7. El alma es comida para cerdos; y otros productos del barro. La continuidad del ministro de interior en el gobierno, o en la vida pública, es un problema político. Solo se trata de que la opinión pública española esta destruida. Este hecho es la evidencia que demuestra la inexistencia, la ausencia, de un sistema liberal en nuestro país, y la decadencia de la socialdemocracia. No sé exactamente como encajarían aquí los proyectos de emancipación de la izquierda, proyectos de mínimos cuando no son acrónicos, en unos tiempos de repetición y colapso tan mediocres, hiperbólicos y zafios. Pla se sorprendía de que los catalanes no supieran comer pescado, un producto de mar, no les gustaba porque tenía espinas y preferían comer langostinos, gambas, y sobre todo langosta, que no tiene espinas y son productos del barro, de un comer sencillo y limpio. Ese producto del barro de la historia, fácil y cómodo, quizá sea el problema de cierta izquierda "emancipadora", sin espinas. 

sábado, 25 de junio de 2016

El derecho a decidir de los niños

¿Le sorprende a alguien que los niños sean carnaza del sistema electoral y sus grupos mediáticos, cuando sus maquinarias están a punto de caramelo y sus ánimos burbujeantes? ¿Le sorprende a alguien que los propios padres los ofrezcan como sacrifico; no verdad? En esta campaña hemos visto, como de costumbre, las cosas más inverosímiles cobrar sentido y politizarse; y la opinión de los niños no iba a ser menos. No los iban a marginar y a silenciar como sujeto histórico, pobres diablos, en este país el oficio de corrector de prensa no existe. Tengo que reconocer antes de que la temperatura del texto suba, que mi aprecio por el mundo infantil es nulo. Ni reconocimiento, ni proximidad, todo lo suyo, y lo de sus orgullosos papás y mamás, me es ajeno. Es más, su estética me repugna, su ambiente desbordante, inducido por sus reducidos movimientos y extraños gestos de zozobra y abundancia, me hacen recordar lo muy peligrosos que son para un ánimo y un carácter inestable como el mío. Sus ojos redondos, satinados y profundos, dan esa sensación de un tiempo circular, vasto y lechoso, horrible para un adulto sano. Sus risas y sus llantos, hiperbólicos; su silencio, turbador; su piel lisa y virginal, ajena a los estragos del tiempo y al roce con la vida, el tacto húmedo de su carne y el calor fetal de su cuerpo, ¡qué debilidad y fragilidad!; su precaria y a la vez azucarada vida, responsabilidad excesiva. De todos modos, eso no me impide tener un juicio imparcial sobre el asunto mediático, y reconocer, evidentemente, la necesidad de la educación como buena enseñanza, pues este último es un asunto del mundo adulto que no puede dejarse al juego del gobierno autónomo de los niños como pretenden las acelgas pedagógicas de nuestros días. Orwell se ponía a investigar sin parti pris, o aún más eficazmente, decía que conociendo y hasta exhibiendo sus prejuicios, que es la única manera de desactivarlos, podía escribir de un modo sin fisuras. Así, publicitando mis opiniones, puede valorarse si el armazón fáctico que todos hemos podido observar en los últimos años, y que yo señalo enfáticamente, se adecua o no a razón. Prosigamos.

¿Nos sorprendió cuando el soberanismo catalán utilizó políticamente a los niños, al margen de los cínicos reproches de aquellos que también los usaban? Los niños son, evidentemente, pieza preciada en el sistema soberanista catalán, tanto en la prensa vertical, como en la educación. Quizá alguno de estos niños que hoy tiene cuatro meses vean a sus 140 años la independencia de Cataluña; quizá habrá que irles preparando para ese gran momento realmente extraordinario del creacionismo histórico, de ese tiempo acrónico que verán nacer e inexorablemente les va a tocar vivir, sea en la imaginación o en la realidad. Pero no es solo el  sistema soberanista catalán el que utiliza a los niños. Los niños son la gran hipocresía del sistema mediático en su conjunto. A los niños se los viste o se les desviste con un píxel, cuando conviene. Cuando la propaganda, píxel art, va en un sentido o en otro; no hay ningún problema en esa arbitrariedad y gratuidad. Pero lo más dramático de esas filminas de la televisión catalana que se presentan, y usted, solo el nacionalista, representa (tienen sobre ello una responsabilidad insobornable e inexcusable), no tiene que ver ni siquiera con esta corrosiva hipocresía. Tienen que ver con la evidencia de que en Cataluña, entre lo que dice un niño de ocho años, y lo que dice un adulto de 40, no hay absolutamente ninguna diferencia, intelectual por supuesto. Y no sólo en el terreno educativo, sino también el político. Esta idiosincrasia tan divertida y singular, es extensible para todo el vasto y desierto paisaje español, tanto a lo viejo del lugar, como los del advenimiento de la nueva era. Especialmente durante la campaña Kindergarten a la que nos vemos sometidos sádicamente ya con asiduidad. Los vídeos de campaña van dirigidos al entretenimiento infantil, cuando no a su sollozo y diarrea. Sus reproches intelectuales se asemejan más a los exabruptos y los pucheritos de la frustración infantil, que a verdaderas ideas adultas y maduradas con el tiempo de la razón. Sus conflictos, son verdaderas luchas de recreo, momentáneos breaks de estudio desatendido y despreocupado. Esta total indiferencia por la forma y su expresión en el lenguaje, primer efecto moral y estético sobre la sociedad, debería preocuparnos gravemente; y no sonreír picaronamente ante esa burda propaganda idiotizante e infantilizante. La Idiotética, lo bautizó Ferlosio.

No fue el único. Arendt en uno de sus más destacados y preciosos ensayos, Entre pasado y futuro. Ocho ejercicios sobre la reflexión política; y en uno de los capítulos cumbre, de largo aliento, La crisis en la educación, demuestra, no solo la profunda quiebra en el sistema educativo que se prolongará hasta nuestros días, sino su transcripción en términos políticos: sus deposiciones infantiles. La situación de los niños en la ecología mediática, y su burda utilización, es un tropezón más de los vómitos de la crisis educativa.





viernes, 24 de junio de 2016

El corazón y la falta de sentido


El Brexit, after Cox, ha sido inevitable, las cosas del corazón y la falta de sentido. Aunque el corazón no es lo que se entiende por una víscera, en política, es aquello que gestiona los residuos, sus propias excrecencias. Votar con el corazón dicen. El voto como algo sentimental y como un entusiasmo, una emoción, de la razón somnolienta, es algo idóneo para los nacionalismos y el populismo, sea de izquierdas o de derechas, que ha conducido a la ruptura burocrática y la quiebra administrativa de los ingleses. Está claro que los vínculos morales y estéticos de la política británica que observaban los hombres melancólicos y sentimentales que escribían nuestro tiempo, permanecerán enjaulados, rígidos y pálidos, en las cabezas especulativas; húmedos y podridos en los rincones y esquinas de su imaginación, como siempre. ¡Y, oh, Mr Capital, que arrebatadora y opulenta salud gozáis! 

Para la prensa y milicianos que, before Brexit, pretendían dar sentido político al asesinato, y a su asesino, los hechos aplastan esa voluntad circular del sentido, que por extensión, aplican al tiempo sin vergüenza alguna. Dice Arcadi en sus Cartas...

 <<Tengo a un lado al presunto asesino de la diputada Cox. Y su relación con la política. Parece demostrado que es un criminal enfermo. Es probable que su trastorno obsesivo se adhiera a Cox como pudiera haberlo hecho a un músico, un futbolista o a un tendero. Cuando matan a John Lennon la opinión queda inerme, desconcertada, silenciosa. Pero cuando matan a una diputada en una dura campaña electoral rápidamente surgen voces que tratan de dar sentido al crimen. Y señalan los discursos del odio y la responsabilidad de los políticos en la difusión de relatos a los que pueda acogerse la mente averiada del asesino. Un asunto grave e interesante. Es injusto y pueril criticar a los políticos por excitar la pasión enfermiza. Sobre todo cuando cada semana en el Estadio miles de enfermos estrangularían con sus manos al referee. Pero quedará en la historia, y por eso hay que escribirlo, que la diputada Cox fue asesinada en medio de la campaña del segundo estúpido referéndum de David Cameron.>>  Cancerberos de la moral pública 

¿Cuando el viejo e irónico Chesterton defendía la Little England lo hacía en un doble sentido? ¿Había, hay, gentes pequeñas, sentimentales, pequeños literalmente, de verdad, o solo existe el más ruidoso vacío del populismo, la nada más blanca y absoluta? 







viernes, 17 de junio de 2016

Fast truth, fast prose

Como viene siendo habitual, la fast truth del periodismo trabaja noche y día sin descanso, disolviendo las particularidades de los individuos en papillas colectivas amarillentas, espesas y grumosas. Se buscan los móviles del asesino de Orlando y se encuentran sus identidades. Convertir las identidades en causas políticas era un logro europeo, convertirlas en móviles clínicos o patológicos es un logro americano. Ambos, son un logro de la orgullosa y ampulosa humanidad, siempre mediática. Sólo en países religiosos y nacionalistas la identidad es delito. Era musulmán, pero practicaba poco. Se encuentra la homofobia, pero luego parece que era gay, o que se hacía el gay, que lo mismo da. Se aderezó y condimentó su identidad con la recurrente misogínia, una personalidad autoritaria con que maltrató a una de sus mujeres, dicen. Un homosexual misógino disparando sobre homosexuales, misóginos o no, es un asunto de una cierta complejidad; pero al fin y al cabo el tipo se pegó un tiro en la cabeza y era homosexual, concluyen. Quizá no tenía tantos problemas con el sexo sino con su soporte humano. Racista, odiaba a los negros, era un hombre con muchos odios, decían en su trabajo de vigilante; y todos ellos llevaban inexorablemente a la muerte. Soldado del Isis, pero más parece que el Isis se aprovechó del asesinato y del asesino. Un regalo mediático de la vida para los terroristas, que nadie les piensa arrebatar; aunque sea mentira. Gritó lo que gritan muchos soldados antes de matar, y de morir por ello. Pero no es suficiente. Avisó con nombre y dirección minutos antes de la masacre, antes de que corrieran ríos de sangre y de que los medios y los candidatos electorales, uno en concreto, innombrable e indecible, se aprovecharan  de su morboso cauce para mover los molinos de las encuestas. Vi al presidente, y a los candidatos normales, solidarizarse con el llamado colectivo homosexual. Bien está. Pero supongo que también lo harán, si así lo piensan, con los cristianos, los musulmanes, los pobres y los más pobres que mueren diariamente cuando el Isis realiza alguna de sus frecuentes matanzas, y los militares norteamericanos las provocan. No he visto aún en el papel pulpa, ningún análisis de sus circuitos neuronales, es cuestión de tiempo que nos hagan creer que era un autómata sin rostro de la historia y de la vida. Si hubiera sido un asesino de mujeres, y al ser un asesino de homosexuales, no cabe como víctima de la sociedad, no entra en la portada. Aunque si fuera un asesino común que mata hombres, sin identidad, cabría perfectamente en una noticia como víctima social. La prensa socialdemócrata se diferencia directamente de los que matan para comer, como los soldados, en que criminaliza aquellos que lo hacen, aunque luego coman de lo que otros han matado, de las sobras generalmente del cadáver aún caliente, y lo hagan con gusto, placer, y rentabilidad estética y económica. La letanía de su estilo y de su prosa, sólo es comparable a la letanía de su moralidad, su más vivo y cruel reflejo, ¡Fast truth, fast prose! 
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En la empírica y escéptica Inglaterra, en Yorkshire, la diputada laborista Jo Cox ha muerto asesinada a tiros y a puñaladas. Aún no ha trascendido todo el material acumulado de la fast truth, pero la fast prose, señala ya el más electoral y actual motivo, el Brexit. Si no es el móvil, al menos, así lo ven, es la consecuencia principal, el verdadero cadáver. Los partidos se van pasando el asesino unos a otros como una patata caliente. Asociar el crimen a un partido o a un polo del binomio, es el fin del papeleo. En La noche en 24h de Rtve, lo que más preocupaba era eso, el estado del cadáver para el referéndum, o el estado de la verdadera víctima de todo esto; sus consecuencias y los efectos que, como una piedra lanzada en un manso estanco de ranas y agua clara, pueda tener en los mercados internacionales. Dicen las gallinas de este gallinero psicológico, que este acontecimiento puede cambiarlo todo. Pobres criaturas... Dice Ferlosio que al que tiene buena puntería le basta un grano de pólvora para matar a un buitre. No es el caso de nuestra prensa, ¡fast prose, fat prose!

jueves, 16 de junio de 2016

El mundo como catálogo comercial


Hay momentos en que el erial político, sin pedirle nada, nos trae los mejores momentos de nuestra venenosa imaginación; da sentido, aunque sólo sean unos miserables minutos de baja gloria, a los monótonos y apelmazados días de unas vidas demasiado ensimismadas en el reflejo ocioso y evasivo que la prensa y la sociedad (víscera infinita e inabarcable donde se mete todo lo que no sabe decirse con exactitud) producen de uno mismo; y lo peor, de los suyos, que en ocasiones pueden llegar a ser verdaderos desconocidos. Despertar un día sin ninguna pretensión y descubrir una de las grandes verdades de nuestro tiempo, de la socialdemocracia, reproducida además masiva y técnicamente, ¡no tiene precio! Y que además, aparezca en la estupenda forma geométrica, limpia, familiar e inofensiva, de un catálogo comercial doméstico, horneado en el fuego de la actualidad mediática y preparado, condimentado, como declarada y autocomplaciente propaganda política, es el trabajo hecho a sí mismo del método Fackel: metonimia ya de la crítica cultural del periodismo y la crítica periodística de la política. Kraus en dos breves pero alimenticios ensayistos, El mundo de los carteles y En esta gran época, ya habló de los anuncios impacto y del desplazamiento de la función de la palabra "artísitica" por el eco de los carteles en tiempos de publicidad y propaganda; puso el dedo en la llaga de la mórbida opinión pública y los medios de incomunicación de masas en fecha tan temprana y providencial como 1914, así como el correlativo suicidio del "intelectual" (y el periodista) europeo, que no es más que el suicidio de la dignidad del lenguaje y su profundidad en la cultura. Todo ello, actualizado, se mantiene en el orden de los acontecimientos de nuestra socialdemocracia y sus excrecencias: hijos legítimos que pretenden matar al padre pero que son sangre de su sangre, al fin.

 Kraus, cuyo aparato crítico era su idiosincrasia, su palabra y su pluma sin escuela, juzgó y sentenció en su tribunal de papel inapelable los primeros brotes criminales de la civilización del progreso: la prensa; y dijo: "El progreso fabrica portamonedas con piel humana".  El catálogo es el encaje perfecto de esa prensa y de la nuestra, la perfecta asimilación entre fondo y forma, pues la prensa no es un simple emisario o mensajero, sino el acontecimiento mismo, no es un discurso o un orden y jerarquía de discursos vistos desde un exterior imparcial, es la vida y su interioridad manchadas. La prensa como una reproducción de la vida, o, la vida una reproducción de la prensa. La vida y la política en nuestro tiempo es expresión de los periódicos, y estos no son un extracto de contenidos; son el contenido. En cualquier caso, su simulacro de los hechos y de los modos de representarlos, los convierte en un sujeto o agente político, con la particularidad de que su fuerza no reside sólo en las palabras y, aún superior, en la acción, sino en el eco que ellos producen como cajas vacías de resonancia. Estas sucesivas repeticiones de lo mismo, la abundancia del lenguaje enlatado y carcomido, cubos de basura cultural y guarrearía espiritual lanzados desde la impunidad, situados por encima incluso de los hechos y de la fantasía, es lo que apela a las debilidades humanas y desencadena acontecimientos atroces y desastrosos, que dirigen y exageran sus propias invenciones; los mundos que han creado. El catálogo Ikea de Podemos es exactamente eso, la mejor caja de resonancia de lo inocuo que crece sin parar, el zumbido que ensordece la razón; pues el mejor catálogo de medidas, el mejor cartel político de nuestra historia reciente, no va dirigido a los ciudadanos, ni su objetivo es ser leído. No. El catálogo de anuncios hogareños o cartelitos domésticos, va dirigido a ser hojeado por los periódicos para que como voceros distorsionadores sólo llegue su eco y su resonancia adulterada, ese estímulo de las debilidades que revuelve al populacho y a sus taquígrafos de sangre, al mundo civil. El catálogo es la mejor explicación de la socialdemocracia por ese conocido método de desacoplamiento. La mejor explicación plástica y visual, la más reveladora y agradable, cómoda y estética, de todo lo que hasta ahora se ha hecho en campaña electoral y fuera de ella. La verdad revelada de la socialdemocracia y su adherida partitocracia (todos los partidos están en este juego, sólo que no lo habían ilustrado y representado con tal belleza y exactitud) es ese ruidoso silencio perpetuo de su vacío consustancial, y ese eco ensordecedor de la vacuidad de resonancias y pliegues infinitos, esas cascaras de apariencias huecas, y esos lazos de la nada más absoluta. El reposo cómodo de las inteligencias en las grietas de sus almas, hechas comida para cerdos, es el rastro de barbarie en la paz y el tedio de nuestra cultura, que se filtra por los artículos o editoriales de los periódicos socialdemócratas, se cuela por el insípido estilo de su obscena prosa y sus noticias anuncio, sus propagandísticas crónicas, y que ahora se automutila el espíritu al convertirse en aquello contra lo que debería luchar, dice Kraus. El catálogo que tan bien sintetiza el pequeño tamaño de nuestra nueva época y nuestro histórico momento nacional de sol y moscas, quizá muera de risa, si dura lo bastante, ante la posibilidad de que pudiera ir en serio.   


 La exposición cruda, descarnada y abierta de una forma política en catálogo comercial, su esqueleto y su estrategia, insinúa irónicamente la mercantilización de la política, pero además certifica, no sin fanfarronería y socarronería, que el secreto eterno del que proviene el hombre es el comercio, ¡Dios creo al consumidor!, el hombre y Dios son producto del comercio, guardan en ellos el secreto comercial, y son una clientela interminable. Esta civilización, dice Kraus, es el sometimiento del vivir a los víveres, la subordinación de los fines de la vida a los medios de vida, y el progreso, sirve a este ideal y a este ideal suministra sus armas. El progreso vive para comer. Esta tiranía de las necesidades y los caprichos se ve reflejado en la prensa y su armamento dominical para la cultura y en la propaganda electoral, que como vemos, está ya abiertamente vinculada con las invenciones y la nada de la prensa. ¡Cuánto vacío! Esa revelación textual y plástica del artefacto Ikea, ilumina la taxonomía de una época: la repetición inalterable de lo antiguo en lo nuevo, la pequeñez de la grandeza del momento histórico, irrisorio y vulgar, e igual de repetible y trágico, o cómico, que cualquier otro tiempo pasado y futuro. Las nuevas herramientas son los viejos y rudimentarios instrumentos que desmontó ya Kraus a principios de siglo, al señalar unos tiempos mediáticos bañados en las sales de la vacuidad de la propaganda y la mentira de la prensa: únicos objetivos logrados del catálogo. Las humedades espirituales y la mugre intelectual de este sótano doméstico, ponen de relieve, en un marco dorado y majestuoso, la necesidad de la tremenda originalidad y brutalidad de la prosa krausiana, y su corrosiva actualidad. La verdad que él señalaba no ha hecho más que crecer con los años; rasgo fundamental en el carácter del clásico. Aunque esos tiempos, indecibles, fueron mucho más oscuros y criminales que nuestra sencilla zozobra nacional.     

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Escribe Arcadi en Cartas a K. Calle incendiada, casa caldeada 



jueves, 9 de junio de 2016

¡Tournée du grand duc!





El periodismo como prólogo de la vida:  Prolegómenos del disparo, de Arcadi Espada ( hay que leer el blog sobre el suicidio que se recomienda.)  

Las gentes, medias y cortas, no piensan en la muerte, ni mucho menos en el viscoso y fétido suicidio, la densa intimidad de sus vidas se lo impide; ¡qué densidades!, ¡que honduras y profundidades!, ¡qué interesantes!, ¡qué intimidades!, ¡qué maravillosas todas!, ¡qué excelencia!, ¡que lindo y que mono es el mundo! ¡cómo nos queremos todos!, ¡cuánta miseria e ignorancia! Sus periódicos medios y cortos, su prensa socialdemócrata, tampoco piensan, ni señalan, el suicidio, no es noticiable, no es actualizable, prefieren mantenerlo en el anonimato, invisible y en silencio, en su contagiosa oscuridad. Ya entre las cuerdas, sin aliento ni convicción, se defienden: "produce efecto contagio". ¡Cuánto cinismo!, ¡qué gente!, ¡qué vida!, ¡qué prensa!, ¡qué silencio!, ¡qué maravilloso Tournée du grand duc!

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 Carmen Rigalt lleva el costumbrismo en las venas, en su cabeza está el columnismo de provincias; escribe en ZOOM:

<< Vine al mundo en tierra de secano, no muy lejos de un mar mecido por pinos y algarrobos donde el viento era fuente de migrañas y daba nombre a la locura. La primera playa en la que me bañé se llamaba Miami y habría de marcarme para siempre. Miami no es la capital de Florida, sino una playa de acceso pedregoso en la que todos los veranos nos bañábamos desde el 20 de julio hasta el 10 de agosto, como estaba mandado.
Apolo nació en Delos, una isla del tamaño de una cancha de tenis (poco más) donde yo vi un par de cabras paciendo entre las piedras [...] >> El resto de la Necrológica (I)

Otro ZOOM
<< El lunes desperté de madrugada. Me asaltó el temor de que hubiera ocurrido algo gordo mientras dormía y conecté apresuradamente la radio. En esas horas mudas se agazapan las malas noticias: los corrimientos de tierras, las inundaciones, los tsunamis. En un extremo del planeta la tierra escupe magma y en sus antípodas tiemblan las llanuras y los ríos desvían su cauce.

Esas desgracias ocurren de noche, cuando las horas bajan en silencio y el sueño es un mar de cobalto. Sucede sin embargo que a veces la naturaleza está calmada y entonces mueren Papas y nacen monstruos con las cuencas de los ojos vacías. Algo debí de presentir la noche anterior al lunes porque me acosté pensando en la desconexión y oí como rugieron las tripas de la tierra. Antes de que mi cabeza tocara la almohada se me apareció Carme Forcadell flotando entre arrozales y por un momento sentí que iba a obrarse el milagro. Ilusa que soy [...] >>
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 Experiencias cutáneas, de Francisco Ferrer Lerín.
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miércoles, 8 de junio de 2016

El periodismo es un prólogo


La otra noche, por sorpresa, como suelen ocurrir los regalos, llamó C y fuimos a cenar, prendido por la alegría. Había vuelto de sus exigentes tareas y deberes, e íbamos a ponernos al día. La velada fue muy agradable, a la francesa. Se está afrancesando en beneficio de todo y de todos. Como suele suceder con los afrancesados, todo es elegante, culto y humano. C, a diferencia de las insulsas chicas de mi devastada generación, es de esas mujeres que con el tiempo se ennoblece y no hace más que crecer, "un genio robustísimo, nacido para vérselas a pecho descubierto con bibliotecas enteras", diría Boswell también de ella. En una de esas terracitas, tan frescas, que tanto frecuentábamos, insinuó, señaló, casi lo dijo, a cuento de la posibilidad de aplicar arquetipos estéticos que encajen en la vida íntima, que tanto daba si recurríamos al periodismo y al dietario, o a la ficción, la novela, para proveernos de ese material estético encubridor. En ambos casos, la prenda quedaría demasiado holgada o demasiado ceñida a nuestro cuerpo concreto o real: la contingencia desahuciaría a la necesidad estética. Pues bien, baste que ella señale algo con imprecisión (una igualación que no puedo tolerar), para que yo envista como un miura. He perdido en demasiadas noches, y me ha vencido muchas cenas, como para que desaproveche una jugosa ocasión como esta. Pensé en algo que leí. 

 Frank Brady escribe en el prólogo a la edición de la Vida de Samuel Johnson de Boswell, unas importantes reflexiones entorno a la memoria y la imaginación, la historia y la novela, y la dimensión ética y anecdótica de las biografías. De las grandes biografías. Como puede ser este hercúleo volumen de Acantilado, este mastodóntico clásico, un coloso de la literatura. A cada página que leo, cesárea e imperial, se desprende un tiempo completo y absoluto, con sus conversaciones inacabables e inasumibles, sus cartas inabarcables; sus apuntes íntimos en dietarios, concretísimos, son una verdadera avalancha de detalles innumerables, imposibles de recordar, de contener en una sola y simple cabeza. Al leerlo no tocamos un libro, sino a un hombre. Con esa ansia e incesante curiosidad por la vida del ser humano en toda su variedad. Nos encontramos en la misma estancia que él, en el salón, la taberna, lo encontramos sentado frente a nosotros, grueso y distendido, vemos la expresión de su rostro, las violentas convulsiones de la cabeza y el cuello, la distorsión de sus ojos al mirar; nos habla con aspereza, en voz muy alta, le oímos reír, murmullar y gruñir; casi podríamos alargar la mano y tocarlo. Cerrar el libro es perder la telaraña de conversaciones de una época entera (conversaciones de Johnson con Burke, Hume, Boswell, etc.), dejar de sondear en la inmediatez el corazón de los hombres ahí donde estuviera la herida. Esas importantes observaciones de Brady, me sirven para disipar las brumas de lo que señaló C en su fugaz y rutilante visita. Consisten en distinguir entre los géneros de la memoria y los géneros de la imaginación. La biografía es una obra real y no ficticia como la novela. Realidad y ficción evocan planteamientos mentales y reales fundamentalmente disímiles. La cita es necesaria y justa; dice Brady: 

<< Las diferentes respuestas que suscitan realidad y ficción son en el fondo más fáciles de indicar que de definir. La ficción se ensancha en lo potencial, mientras que lo real propone la plácida resistencia de los hechos mismos. Los personajes de ficción pueden desarrollarse hasta un grado máximo de complejidad; en cambio, ¿quién puede afirmar dónde termina la resonancia de las personas de carne y hueso, como Garrick o Burke? La narrativa de ficción puede ser motivo de placer por su maravillosa inventiva, mientras la narración de lo real incita e incrementa una conciencia alerta: si esto le ha ocurrido a alguien, podría ocurrirme a mí.

El planteamiento mental de la ficción procede de la imaginación, el de lo real, de la memoria. Cierto es que ambos por fuerza se solapan: la imaginación se torna ininteligible si pierde el contacto con lo que ya conocemos, mientras que la memoria entraña una reconstrucción imaginativa [...] Las obras de imaginación son obras cerradas, las obras de la memoria son abiertas. Don Quijote es una novela que se contiene en sí misma: nada más podríamos saber de su héroe, porque no es una persona real. En cambio, de la Vida de Johnson es por así decir permeable; la versión del Johnson que presenta puede verificarse por la información que de él tenemos gracias a otras fuentes [...] >>

Un personaje de ficción, teatral o novelesco, sólo tiene que ser estético y verosímil, coherente quizás con el universo en que está encerrado, pero no fundamentalmente ético y veraz, como tiene que serlo necesariamente el personaje de una biografía o un dietario (que es el propio autor y su tiempo). En la biografía o las memorias, se aspira a poner en relación la vida y la obra de un autor con su tiempo, es este último el único y verdadero protagonista, sin distorsiones; consiste sobre todo en proporcionar a la obra en cuestión un contexto que la limitara y evitara el lógico desbordamiento. Por norma o definición, una biografía o unas memorias se hallan tan llenas de contradicciones y disonancias inconclusas e irresolubles, tan propias además de la contingencia de la vida misma, que difícilmente alcanzarán la conclusión satisfactoria de una novela. Esta, es un universo de sentido cerrado y necesario, determinista. El propósito de instruir, embellecer y juzgar es compartido por ambos géneros, sólo que la imaginación opera en generalidades abstractas y especulativas (con el mismo mérito intelectual) y la memoria, opera sobre figuras concretas y particulares, reales y extraídas de los hechos, no de ideas o imágenes. El género de la memoria ofrece modelos éticos y estéticos, de pensamiento, más individuales que generales. Así las características de un género como la memoria son idóneas para hablar de la vida íntima y real, pues es su sujeto y su objeto. No cabe duda que en los dietarios se miente y se olvida la dimensión ética, igual que en las novelas se escribe mal y sin verosimilitud; negligencias que suceden en la práctica, pero que no cambian los términos o los principios de un género literario. La memoria es ideal e idónea para hablar de los casos concretos y reales que nos rodean, aspirando a lograr alcanzar la pequeña parcela de verdad que ansiamos, de un modo más certero que con la imaginación. Su igualdad es, simplemente, falaz. 

 A raíz de todo esto, de enlazar lo de C con Bardy, pienso en el periodismo. El prólogo o prefacio cumple la función de poner en contacto al autor y su tiempo con el lector, en cierta medida la vida del autor y su obra eran perfectamente trasparentes y conocidas. Sus intenciones, sus idiosincrasias éticas y estéticas, se conocían para poder tomar un interlocutor válido como referente y límite de todo desbordamiento textual; otra tarea del creador. Esa ingrata y en ocasiones desmerecida tarea es exactamente la que cumplían los periódicos con sus reseñas, sus críticas y sus crónicas literarias. El prólogo es la antesala más próxima a la obra y al autor, como el periodismo es la antesala más próxima a la vida, a la constatación de que existimos, y cómo existimos en el mundo. La formulación derivada: el mejor periodismo es un buen prólogo. 

PD: Pienso incluso que el prólogo, podría llegar a sustituir a las nefastas entrevistas de los autores, tan rimbombantes, tan vulgares, tan comerciales y publicitarias. Como las entrevistas reportajeadas o las croniquillas de antaño podían ser sustituidas no por su repetición, sino por una larga y dilatada conversación. Véase, al propio Boswell con Johnson. Y más mediterráneo: De la jara y otras yerbas, de Ferlosio.  




lunes, 6 de junio de 2016

Una casa de muñecas color pastel



Nadie espera en una húmeda y tranquila tarde de un aburrido y repetido día color sepia, ninguna compañía capaz de sublimar la desazón del paso del tiempo en las tediosas semanas primaverales, de los compromisos incumplidos y las promesas amontonadas y acartonadas en un oscuro y polvoriento rincón de la habitación vacía. Nadie espera que, una dulce y brillante visita femenina transforme, fugazmente, ese carnívoro hormigueo que devora nuestro estómago en las fétidas horas de cloaca, hasta su plumífero peso, en unos momentos de intensa felicidad estética tan densa como el plomo. Convertir el sudor frío y ácido del esfuerzo en sencilla belleza, dibujada en un liso y despejado lienzo, suave e inmaculado, poner rostro a lo inefable con una simple imagen, e inscribir lo inenarrable en una coherente y plausible explicación del amor, solo es posible si aparece de la nada y el vacío más oscuro, una espléndida y magnífica Grace Kelly dirigida, en el arte y en la vida, por la mano del insondable Hitchcock. La sensual enamorada de la Ventana Indiscreta (1954), Lisa Fremont, se acercaba a mí, a mis labios, que eran también los de James Stewart, con todas las mujeres a sus espaldas, acarreando con toda la feminidad y la sensualidad humanamente soportable, acumulando sobre nuestro pecho ese peso abrumador, presionando, hasta que se hunde un pequeño surco de carne morada y se oye el crujido de huesos como si fueran de cristal (sólo Gene Tierney puede enloquecer más a un hombre; hasta que deja de vivir, de beber, de comer, de dormir, de respirar, y lo peor, de amar). Volcando su belleza como una sombra protectora sobre su amado reportero, inmovilizado por un accidente típico del periodismo de acción, ¡arg!, y sobre todos nosotros, querubines contemplativos de la efímera imagen, sabemos que nos hallamos ante un simulacro. No hay identificación posible con los personajes, ¡no lo hay ni con la vida! Ni siquiera aproximación o asimilación a su psicología, es una simple y singular historia de amor; allí donde nadie debería meterse nunca, ni propia ni ajena, con esas ansias de repetición e igualación mítica. Gula emocional, sin más, que no conduce a nada; que no deja comprender, sólo regodearse, ¡maldita imaginación recreativa y turbadora! Lo femenino del film, queda arrancado de la sexualidad y sustraído de sus complementos, sus desajustes e imperfecciones, y sólo le queda la razón, la sensualidad y el erotismo; elementos suficientes, pero no reales, para construir grandes figuras femeninas con toda su belleza y despertar la fascinación de la perfección virginal en el espectador. 

"Aquí yacen los restos de L. B. Jefferis", puede leerse en la escayola que protege la pierna rota del reportero gráfico (James Stewart), el héroe, según confiesa el director en unas alimenticias conversaciones con Truffaut. La habitación y la distribución de su espacio, es la quintaesencia de la síntesis y el ahorro narrativo. Ella misma es una historia contenida en un instante, explica el pasado con un gesto; muestra en fotografías pegadas a una de sus paredes, en sucesión narrativa, el accidente de Jefferis: la cámara se pasea por el patio adormecido y soleado, infectado de amor, y va a recoger el rostro perlado de sudor de James Stewart, luego recorre su cuerpo hasta la pierna enyesada, sigue hasta una mesa en la que se ve el aparato fotográfico roto y un montón de revistas y, en la pared, se ven unas fotos de coches de carreras rugiendo como animales enjaulados. En este primer y único movimiento de cámara, sabemos dónde estamos, quién es el personaje, cuál es su oficio y lo que le ha sucedido. Estos tiros de cámara, sus movimientos, es decir, ese brillante montaje fílmico, es un continuo modo narrativo que sustituye, como sustituye la brevedad sintética e irónica de la escritura la mórbida prosa avalancha, la excesiva presencia del diálogo, los diálogos frondosos, poblados y toscamente explícitos que provocan el desencanto del texto visual. Dice Hitchcock, "Y yo pienso que el diálogo debe ser un ruido entre los demás, un ruido que sale de la boca de los personajes, cuyas acciones y miradas son las que cuentan una historia visual".  Ese movimiento plantea el problema fundamental, y lo resuelve, que consiste en elegir la dimensión de las imágenes en función de los fines dramáticos y emocionales, y no sólo del frívolo deseo exhibicionista y esteticista de mostrar el decorado. Sustituye diálogo por decorado (los medios materiales que utiliza el cine para contar una historia visual), y deja este de ser un contexto que abraza la acción y el discurso, para contártela y convertirse en palabra silenciosa, en un lenguaje de imágenes, iconográfico, más que de cáscaras y pulpas de palabras. 

La aparición de Lisa se anuncia por la presencia de Stella (Thelma Ritter), la enfermera y masajista de Jeff, en un papel gracioso, sabio y profundo en sus observaciones y reflexiones, de una vivacidad que no excluye la crudeza popular del lenguaje. La franqueza con la que habla, en ocasiones brutal, da un esmaltado más brillante y espontáneo a los diálogos, que con ella sí, cobran mayor importancia que un ruido entre otros; se oyen y calan en la misma fibra de la cinta. "Mi anillo de bodas está aquí, tendrían que cortarme el dedo para desprenderme de él"; " Hoy los matrimonios están llenos de libros y teorías; un noviazgo parece ahora que sea como realizar una oposición al Ayuntamiento."  dice mientras da masajes en la espalda al indomable paciente.





Es fascinante la división en dos partes del espacio por el que circula la película: lo que sucede dentro de la habitación y lo que sucede fuera, en el pequeño mundo vecinal de ventanales, muy teatral, que dan al patio de viviendas modestas del Greenwich Village neoyorquino. Desde el gran ventanal Jefferis contempla, como un espectador contempla un baile, una casa de muñecas vivientes; y esto es importante, pues las condiciones técnicas, los materiales, el decorado, las dimensiones, y el color y textura pastel de la luz, nos conducen inequívocamente a un simulacro de la realidad, no a su representación realista. Y ese artificio, tanto el director como el espectador, lo tienen claro. No juega a confundir ambas, como en el cine de Lynch. Dentro de la habitación, se nos cuenta una preciosa relación de amor, con impurezas que se van puliendo con la rapidez con que se raspan las escamas de un pescado. Como bien escribió Eugenio Trías (De Cine. Aventuras y extravíos), el cine de Hitchcock puede resumirse en grandes mansiones y grandes historias de amor. En la habitación transcurre una gran historia de amor romántico impedida o frustrada en un inicio por las condiciones del matrimonio y un destino y carácter de los protagonistas sobre la vida: ella es una gran sacerdotisa de la moda y pertenece al frívolo y lujoso mundo de la Avenida Madison; él, es un reportero de acción que vive una vida en condición de aventurero que ella a pesar de sus zapatos de tacón y sus sofisticadas faldas, no entendería ni soportaría. Evidentemente el nudo narrativo de la película es desmentir los dos elementos turbadores del planteamiento: los azares del matrimonio y las dificultades de la aventura. Fuera de la habitación, en esa casa de muñecas color y luz pastel, cada una de los viviendas, de los pisitos, es una especialidad del amor, en ocasiones de la pareja. Está la mujer indiferente y distraída de la cerámica; la bailarina busto, que ejerce de caperucita entre los lobos de una fiesta y del vicio; la cuarentona solitaria y solterona, todavía de buen ver, que imagina a sus amantes, preparando cenas, mesa y cubiertos, a las que sólo asiste ella; la pareja ya mayor que duerme en el balcón con un perro, su perro, ocupando el papel de hijito que nunca tuvieron y anhelan; la pareja de recién casados que se pasa el día en la cama con las persianas bajadas, y que a un respiro del hombre tomando aliento fumándose un pitillo en la ventana, su esposa le requiere una y otra vez con deseos lujuriosos insaciables; el músico que empieza a componer una canción, luego, otro día, se interrumpe, está borracho y tira los papeles de las partituras por el suelo, se agarra al piano, no puede más, otro día sigue componiendo, persevera, y logra componer la banda sonora de la película, una música que llega a los oídos y al corazón de Lisa. Y por último, el elemento turbador y macabro de la película, Lars Thorwald (Raymond Burr), el marido que asesina y descuartiza a su esposa gruñona. "Aquí en este rincón pobretón de Greenwich Village, las esposas refunfuñan, y los maridos pueden volverse asesinos que descuartizan el cuerpo de sus esposas", le comenta Jeff a su amigo el detective. "¿Dónde?" pregunta Lisa. "Sin duda en la bañera, con salpicaduras de sangre por las paredes [...] El cuerpo estará esparcido por toda la ciudad", responde Stella, la masajista; mientras Jeff, desesperado, termina de comerse el pollo. 

Jeff mira por la ventana todo el día y toda la noche, no sacia sus ansias de entretenimiento y evasión, no solo ve el horror macabro que esconde un supuesto asesino, sino que mira como un voyeur, un mirón glotón, el espectáculo de las debilidades humanas, en especial, de las debilidades del amor. Observa la vida desde una perspectiva de espectador, mucho más plural, que nunca antes había conocido. No había experimentado más que la acción y su inequívoca unidad de sentido, es un hombre de aventura, que ahora no puede más que desplazarse aparatosamente por una habitación en una frágil silla de ruedas, condenado a mirar por la ventana para paliar el tedio y la zozobra de la quietud, convirtiendo su condición de voyeur, en su modo de existir. Pero descubre algo más, de la misma manera que antes vivía en el interior de la turbia experiencia, ahora puede mirar las experiencias de otros, e incluso vivir las suyas propias con una distancia inimaginable, puede observar y contemplar el mundo con una nitidez de la que antes carecía, aunque antes estuviera en él verdaderamente vivo, desgajando su fruto. Somos todos voyeurs al asistir a un desdoblamiento que produce la maravillosa sensación, un clásico ya, del cine dentro del cine, mostrando la vida íntima de los otros, sus miserias y sus pequeñas grandezas. Jeff contempla sin más, una película, mientras que el espectador asiste a dos: el fracaso de los amores corales, y el éxito del amor romántico; la frustración del mundo fuera de la habitación y las dulces mieles de la victoria dentro de la habitación. Es, en fin, una película sobre un voyeur enamorado, en una comedia de fondo macabro en que se cita lo bello con lo perturbador y el amor con lo siniestro.  

A raíz de este mosaico de personajes, y del conflicto que se plantea entre una estética pastel que nos conduce a un simulacro, y un voyeur que pretende comprender una realidad, si no meramente mirarla por placer y saciarse, crece el animalito de la duda y la sospecha en mi cabeza. Me planteo cual es la diferencia entre el estamento del creador de ficción y del creador fáctico. Me respondo, que este último acarrea con los personajes toda la vida, pues de ella los saca, es más, están hechos del material del que se hace y se funda la vida; permanecen con él hasta que le consumen, y siguen, más allá de su muerte. Invaden otras cabezas, sólo que la suya fue devorada sin mediación, sin emplazamientos o mecanismos de enfriamiento y distanciamiento; la realidad es la abolición de lo inmediato dice un filósofo. Cierto. Pero sigue siendo su actualidad el espacio en el que habita, acompañe o no a los tiempos. Es la original muerte en vida del creador, pero real. Lo mata su propia creación, sus propios hijos, pues el simulacro aquí es relativo: es más un marco que un molde de arcilla. Esos personajes, tan íntimos y próximos como lo doméstico, son a su vez tan ajenos como lo desconocido e incierto. Como los perros, que falsamente y fatalmente como se supone, no son el mejor amigo del hombre, sino que son el mejor amigo de un hombre. Su distraída e indiferente mirada, acuática, flotante y suspendida, no debe confundirse con la amistad, aunque permanezcan siempre a los pies de su dueño, esconde en el fondo, esos íntimos e irrefrenables deseos de mutilación. La cruz del escritor fáctico es evidente. Sus personajes no abandonan jamás la escena. Mantienen con el escritor una agotadora relación, un conflicto o lucha, que solo acaba con la muerte. La del escritor. El primero, sin embargo, el escritor de ficción, no acarrea con ese peso más allá de la fría y seca cicatriz que dejan las ardientes esquirlas de la invención y los cementerios de sudor de la imaginación. Sus creaciones las sostiene y acarrean las cabezas de la gente y sus mundos mentales, cuelgan de los hombros de la cultura y solo se ciernen sobre el creador como podrían cernirse sobre todos nosotros; sobre todos los espectadores o voyeurs. Esos personajes, ad hoc, sin necesidades ni limitaciones, sin requisitos previos ni demandas más allá del sentido, son eternos e inmortales, pueden obsesionar a los que viven fura del mundo, pero jamás acabar con los que viven en él, desolados por lo contingente. Ese es el conflicto entre los personajes que pretende crear Hitchcock: personajes que no puedan morderle y que a su vez representa sus peores fantasmas reales. Una paradójica síntesis entre ficción y realidad que me resisto a creer. Su mayor grandeza artística es ese impresionante mundo estético, y a su vez, pudo ser su mayor debilidad personal. Todo su cine de ficción, la bestia negra de su vida. 

La ventana indiscreta, envuelta en melodías y canciones entrelazadas, celebra finalmente el amor de Lisa y el reportero. El film de Hitchcock es una gran historia de amor. Amor en igualdad y en la diferencia. Ésa es la mejor lección moral de esta importante y deliciosa película.