martes, 26 de mayo de 2015

El 24-M a primera vista




Sondeos, encuestas, providencias electorales, liturgias democráticas, ceremonias municipales, aquelarres autonómicos,  y un sin fin de enjambres televisivos para diagnosticar el futuro estado de la geografía política española. Una radiografía de las correlaciones de fuerzas, que como objeto televisivo, han llenado horas de cuota de pantalla y han producido verdaderas tormentas de share y volcánicas erupciones de titulares variopintos: apocalípticos, erótico-eufóricos, utópico-playeros, pro statu quo, visionarios, belicistas, etc. Todos dirigidos a jugar con el volátil e inflamable material demoscópico, subsidiario del aparato burocrático-administrativo de la socialdemocracia y su proceder mecánico. La dinámica ha consistido en jugar a seleccionar al azar una encuesta entre miles y deducir de ella las posibles correlaciones de fuerzas. Un ejercicio idóneo para la sociología de feria, que estos días estaba de romería por los distintos medios; que construyen tanto el plano de la virtualidad o irrealidad política en la que la mente del ciudadano se sitúa, habla y actúa; como la estructura del interlocutor-espectador, llamado "pueblo soberano" en años de sobredosis electoral. 

Toda la pirotecnia demoscópica se apagó ante las corrientes ineludibles de los hechos. El resultado de las elecciones ha barrido las profecías y los actos de fe del horizonte de análisis, para dar paso a la  incuestionable contundencia de la cartografía democrática; dibujando el mapa político con el pincel de la minuciosidad y precisión milimétrica de las votaciones. El tam-tam de las cacerolas burguesas y el run-run de las nuevas voces auto-marginales, sonaban con el estruendoso efecto de la sinfonía de la ingobernabilidad y la inestabilidad institucional. Lo único en lo que coincidían todas las encuestas: no se iba a producir lo que se ha venido llamando recientemente "el efecto Cameron", es decir, ganar por mayoría absoluta en contra de lo que decía el ruido ambiental. Y efectivamente así se ha producido: no ha surgido ninguna mayoría absoluta de ningún partido, y especialmente de ninguno de los grandes o tradicionales. Los dos grandes partidos del bipartidismo se han repartido el 52'06 % de los votos del electorado que participó. El PP obtuvo un 27 %  y el PSOE un 25'06 % (aprox). Por lo tanto, el bipartidismo sigue a flote aunque herido y erosionado por las fuerzas llamadas emergentes. Desde el 1991 el bipartidismo no había bajado del 63 %, llegando a alcanzar en 2007 (la cresta de la ola del "pelotazo" español) el 70'54 % de los votos del electorado; su mayor cuota. A la vista de los datos (extraídos de El Mundo; edición de papel) no pueden los agoreros y cenizos de la inestabilidad y el desorden acogerse a sagrado ante la debacle, ni los runruneros o tiktakeros sentirse revolucionariamente victoriosos. Aunque sea significativa la apertura a la pluralidad, no siempre deseable pero siempre deseada en un sistema liberal, siguen poseyendo el mayor número de votos aquellos partidos que más veces han pactado entre ellos, aquellos viejos lobos que mejor se conocen internamente y que conocen a la perfección: escondites y atajos, técnicas y mecanismos del parlamentarismo proporcional. 

El gran vencedor ético y estético de las elecciones ha sido el PP, pues  ha ganado en número de votos en todas las autonomías (casi roza la mayoría absoluta en Castilla y León), exceptuando: Extremadura (no se perdona el adulterio y la infidelidad) y Asturias; nuevos fuertes del socialismo adulterado (PSOE). Y Navarra, tocada por el nacionalismo (CCa). Con el recurso infalible hasta hoy, de la eterna unidad de la derecha, el votante liberal y conservador sólo disponía de una sola opción psicológica y material de poder; mientras que la diversificación de la izquierda de dos rombos, la izquierda blanda y blanca, disponía de un desparrame de alternativas y combinaciones posibles. Singularizadas y diferenciadas entre sí, más por su educación sentimental o generacional, que por un proyecto racional o ilustrado que aunara o separara según razones y no según intuiciones cosméticas. Pero los verdaderos vencedores políticos (técnicos) han sido el PSOE y Podemos, ambos configuran el binomio por el que cualquier pacto o diálogo entre interlocutores mayoritarios deberá transcurrir; ambos son la piedra de toque de todas las investiduras, coaliciones, pactos ocasionales o matrimoniales, y gobiernos varios. Al fin y al cabo, el poder territorial (real) recaerá casi hegemónicamente en el PSOE si consigue seducir la progresia que anida en el alma de todo joven de Podemos. Por el contrario, los grandes perdedores, los fracasos convertidos en residuos de desagüe, han sido UPyD y IU. Produciendo, en el primero de ellos, la dimisión en diferido de la lideresa magenta, y en el segundo, la chirigota más desafinada y minoritaria de su historia reciente. 

En un discreto y exagerado tercer puesto, o término medio, encontramos a C's, cuyo líder, cada día más macizo y atrevido en el flirteo, cree representar la llave de la gobernabilidad de la mayor parte de las comunidades. Se cree ocupando el lugar de Podemos; pero tan sólo dispone de esa capacidad en un posible Madrid, una imposible Valencia y unas inseguras e intrascendentes, Murcia y La Rioja. Cierto es de todas maneras, que Rivera demanda unas exigencias aún mayores de las que se podía esperar en un principio, apretará las tuercas e impondrá condiciones de contradictoria aceptación por aquellos que quieren gobernar. Al no tocar poder ni poseer la clave o la llave a muchos gobiernos, no tiene nada que perder, acentuando y radicalizando su apuesta por la higiene de hospital. Pues, su mejor baza se limita a la limpieza ética y al brillo estético que aporta la presencia de intactos especialistas y técnicos de la administración, profesionales civiles que parecen no haber roto un plato en su vida. El propio Rivera ha anunciado que solo piensa pactar con la lista más votada, es decir, con el PP. Nada de tripartitos o pentapartitos; nada de mancharse, como sí dijo Pablo Iglesias. C's pretende mantener su inaccesibilidad a la condición humana, presentándose como voto útil, como la "regeneración" (término adolescente y digital) de lo sucio y viciosos, renovado por lo limpio y nuevo que aporta la siempre descarada y gratuita juventud pos-78

Dejando de lado el análisis de partidos y atendiendo a las grandes ciudades y a las autonomías más  importantes, tenemos los cuatro grandes bastiones del PP: Valencia, Madrid, Castilla - La Mancha y Castilla y León. Por un lado, Rita Barberá ha perdido la mitad de sus concejales, de 20 a pasado a tener 10, uno más que Compromís, que en coalición con cualquiera de las fuerzas políticas restantes en Valencia gobernará la alcaldía; además de obtener mayoría absoluta junto al PSOE en las autonómicas, dejando al PP en una situación parecida a la del aeropuerto de Castellón. Y por otro: en Madrid, el PP gana la alcaldía y la autonomía, aunque perdiendo (medio millón de votos en ambas)  más de la mitad de concejales y escaños en ambos casos, haciendo difícil incluso gobernar en minoría y con pactos ocasionales. Podemos se opondrá frontalmente y C's no tiene nada que perder siguiendo con el chantaje y al mismo tiempo boicot, de las exigencias higiénicas; sustituyen la pureza racial del nacionalismo por el integrismo ético de los profesionales. Aguirre cederá la alcaldía a Carmena (Ahora Madrid + Podemos), que podría formar algún tripartito. Cifuentes (el segundo mejor resultado del PP en autonómicas) ha pasado de 78 a 46 escaños, y sólo podría gobernar con el apoyo carísimo de C's. En lo tocante a las castillas, Cospedal pierde la mayoría absoluta (se queda con 16 escaños, dos más que el PSOE) y cedería ante un hipotético gobierno bicefálico entre  PSOE-Podemos. En Castilla y León, el PP roza la mayoría absoluta; podría ser la excepción exótica del partido y gobernar sin tantos problemas. En cambio, en el otro gran bastión de la derecha, en este caso de CIU; en la última gran ciudad, Barcelona, ha ganado por 11 escaños la coalición de Ada Colau, frente a los 10 del prolífico Xavier Trias de CIU. La nueva alcaldesa de Five Points; pues según sus declaraciones, piensa gobernar con ERC, la CUP y quién sabe si con algún resto del naufragio del PSC; quiere llevar a cabo un conjunto de medidas para las que el ayuntamiento no tiene competencias. Véanse las sanciones a la banca, la doble moneda y la renta mínima municipal; por no hablar de lo que queda fuera de las competencias de la inteligencia y la inteligibilidad, como son la de: "la accesibilidad de la ciudad a todos los ciudadanos". Lo único inaccesible para el ciudadano en Barcelona son las modelos de los congresos automovilísticos y telefónicos. Estas son las políticas 'cool' y cosméticas que los nuevos partidos promueven. Como por ejemplo, la eliminación del Wéstern  de la parrilla televisiva de Telemadrid, por no respetar la igualdad de género y explotar su distinción (discriminatoria). O lo que decía la andaluza mona de Podemos (Teresa Rodríguez): "Defendemos pasar de un paradigma de la movilidad al de la accesibilidad. Lo realmente necesario es acceder a los lugares y los servicios y no moverse por moverse" (entrevista digital en El País); una reflexión digna de José Mota ( "si hay que ir se va, ir va pa na es tontería...").

En definitiva, en la actual situación política nacional, habrá que sumarle una explosión orgiástica de gobiernos Hidricos, comunidades a distintas velocidades, y ensaladillas soberanas diversas. Gobiernos conformados por las dos fuerzas victoriosas: el PSOE que estará siempre presente como ganador técnico y territorial, y los partidos "cool" o ecológicos, cuyo discurso es tan artificial y artificioso como el de los tradicionales, eso sí, muy "bio" todo. Mientras que el PP ejercerá su estética  oposición y lucirá su inútil victoria sin resultados prácticos. Y C's lucirá su impoluta virginidad gubernamental.  














miércoles, 20 de mayo de 2015

Notas libres sobre Gramsci





[...] Para Gramsci la política como ciencia se escribe en términos dialécticos, sin envolturas tradicionales, y por lo tanto, como una dialéctica de la distinción, un juego de contraposiciones en la propia unidad tanto interior como exterior entre estructura y superestructura. Donde estructura es el conjunto de formas históricas "permanentes": clase, trabajo y técnica; y superestructura esta compuesta por formas históricas caducas y efímeras : cultura, religión, filosofía, ética, estética e ideología. Ambas conforman la hegemonía, espacio de dominio de los elementos políticos bajo una misma unidad y totalidad plural, en tensión: gobiernos y gobernados, partidos y facciones de partido, "espíritu estatal" o proceso histórico. Pueden producirse rupturas, grietas y abismos en la propia hegemonía, pues la superestructura es el ámbito que permanece abierto a reescrituras más frágile y volubles, frente a la solidez y rudeza de la estructura, cuyos cambios sólo son posibles a través de lo que Gramsci llama pasión: intereses materiales. La política es pasión, acción permanente, originada, dirigida y realizada a través de los intereses económicos o materiales. Las condiciones económicas no son pues los elementos inmediatos que operan en política, son las creencias y especialmente las pasiones, generadas materialmente, las que operan en su propio nombre, por lo tanto, lo propiamente político es pasional. Dándose la toma de conciencia en la única apertura posible, en el terreno de las ideologías, de la palabra (en su acepción más débil, condicionada y dependiente), esto es, de la superestructura; aunque la distribución y posicionamiento pasional responda a la estructura [...]

[...] Lo que más nos interesa aquí es uno de los tres elementos de la estructura: la técnica. Pues la historia política desde entonces, ha confirmado y demostrado su relevancia e importancia tanto en la vida celeste de la teoría política  como en la vida terrestre de la práctica política [...]

[...] En Gramsci la contraposición ideología versus técnica, corresponde a la tensión y el conflicto entre estructura y superestructura. Pues existiría un corte epistemológico a la francesa y una inconmensurabilidad de los lenguajes, en que la pasión jugaría el papel mediatizador: el puente de correlación entre una y otra. Respetando la lógica autónoma y la diferencia entre técnica e ideología, siempre y cuando pertenezcan a una misma hegemonía (sistema, paradigma), es decir, una misma dialéctica de la distinción. En la que la técnica y la ideología podrían distinguirse y negar la identificación y asimilación directa e inmediata entre una y la otra. Gramsci realiza una identificación entre historia-política-economía, pero no desde la continuidad o la inmediatez, sino la ruptura y la discontinuidad, mostrados en los términos: conciencia y passión (los mismos que operan en la tensión técnica versus ideología); que él introduce en sus Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado moderno. [...]

[...] Como dice Gramsci, los tiempos de crisis son los tiempos de sucesión de lo viejo a lo nuevo, de conflicto entre lo viejo y lo nuevo. Las viejas formas políticas que ya no son, que ya han pasado, y las nuevas formas políticas que aún no son, que están por llegar, por venir. Es decir la dialéctica entre la hegemonía establecida, impuesta, y la hegemonía que se abre como lo nuevo en la brecha de lo viejo. En ese tiempo de crisis, es decir, en el choque indirecto, o sucesión entre dos hegemonías distintas, fantasmagóricas aún; es donde, a mi juicio, es idóneo hablar de lo técnico como ideológico. De la tecnocrácia como algo asimilable y conmensurable con la lucha ideológica (pasional: intereses materiales). Imposición en un mismo terreno de poder y en un mismo tablero de correlaciones de fuerzas según la misma lógica pasional. Ahí es donde la estructura: las formas permanentes, reescriben las formas perennes y caducas según los nuevos términos pasionales; pero no de una manera unilateral, sino bilateral, bidireccional: en el que reescribir la superestructura, supone cambiar la estructura, pues el motor no esta en la verticalidad de una sobre la otra, sino en la  horizontalidad de su mediación; la pasión [...]

[...] Desde las tripas de Podemos al verbo vivo y fluido, pero no escritural, de Zizek, hasta la balanza "ni-ni" de Barthes; la contraposición ideología versus técnica, o lo que es lo mismo, ideólogos versus tecnócratas, ha empañado la vidriosa realidad de nuestra ya tediosa y sobrecargadamente electoral situación política. Pues las rencillas femeninas y los golpes sudorosamente masculinos, caen con el peso de la lírica astrológica y sentimental, ante el grueso y denso campo objetivo de la terca terminología, adherida siempre, a la pétrea solidez de lo terrenal. Son múltiples las algaradas académicas, apestadas por lo popular, aunque ellos no lo reconozcan; que dedican interminables e insufribles horas pre-veraniegas a dilucidar sobre cuál es la mejor o más adecuada reflexión peregrina, que pueda explicar el hecho de la conversión de lo técnico, lo mecánico, lo administrativo y lo burocrático en ideológico. ¡Como si eso fuera nuevo! 

 Y eso precisamente es lo grave, pues de lo evidente y claro, hacen un castillo oscuro y pantanoso, tan débil y frágil como espectacular es su levantamiento. Como decía Josep Pla " En un món com l'actual, on tot es mágic i hiperbólic, generalmente fals i desorbitat i on la generositat de la gent viu en la mentida inconscient o deliberada, no solamente en la realitat dels sentiments sinó en la realitat de l'economía personal, la producció d'un fet qualsevol, mentre sigui positiu i real, suscita una quantitat sorprenent de xerrera - parlotte, com diuen les porteres de París - fenomenal". Así, sin distinguir la teoría de la práctica, una conversión que tras los exaltados y admirados simposios, es adjudicada con lozana y profana alegría a cualquier discurso administrativo, como si toda gestión, incluso la del propio hogar, la masía para algunos, constituyera un debate político, un escarnio ideológico. Pues no aceptar lo evidente, por muy loables o aristocráticos orígenes que posea el argumento en su contra, cumple la misma función en términos operacionales que el tópico más infecto, la palabra más grosera y vulgar que todo hombre medio pueda pronunciar en el ya maltrecho, por la palabra disociada de la verdad, espacio político actual [...]













domingo, 17 de mayo de 2015

Adorno: apuntes sobre televisión




De las palabras de Arcadi sobre Pablemos: "son los hijos de la televisión basura y por lo tanto son política basura"; se desprende algo más que un significado meramente valorativo y polémico. Se desprende algo que quizás escapaba a las pretensiones de Espada, pero que sintetiza un conjunto de características del propio medio televisivo. Expresadas por Adorno, en varios artículos de crítica de la cultura y sociedad, en el fetiche de ese tipo de sentencias a caballo entre realidad e irrealidad, entre lo valorativo y lo descriptivo, o entre la asimilación de ambas disyuntivas. Decir que un objeto es televisivo, que es hijo de la televisión, implica una constitución o configuración regulativa y ontológica que se da dentro de los límites del propio medio y que lo distingue y diferencia de un "exterior", de un  "afuera" extra-televisivo; aunque su contenido pertenezca y provenga a su vez de esa realidad. De aquello que tradicionalmente ha estado fuera de la televisión y que pertenecía a distintos niveles u ordenes de la realidad, como la política. Vemos hoy, como ésta, se identifica y se asimila a la irrealidad real, a la hipertrofia efectiva de la televisión. Afirmando así, aquello que decía Antonio Casado sobre Podemos (especialmente dedicado a Monedero) y el Estado, y que puede aplicarse a la televisión: "el contacto con aquello que quieren superar hace que a veces se parezcan a lo que quieren sustituir [...] La entrada de Podemos en la carrera electoral convirtió a este partido en rehén del Estado en su peor versión". Pues, que duda cabe que los chicos de Pablemos han pretendido usar y superar el medio televisivo; usarlo como un instrumento político, una herramienta de propaganda, una palanca para el tecnicismo burócrata de elecciones y gobiernos (gestores) nacionales. De eso, de su contacto y presencia contínua en ese medio, han terminado por asimilarse a él. Asimilando su discurso político a mensajes televisivos, sus categorías en mayorías de share, el debate y el diálogo en términos deportivos (en retransmisiones de fútbol) de blanco o negro; la retórica en funnies, y el lenguaje de palabras en lenguaje de imágenes. Que como dice Adorno, es un lenguaje más primitivo, pues para la cultura de masas (el público objetivo de la televisión; osea todos) el lenguaje es como una escritura jeroglífica. En definitiva, han fijado y sellado el cauce a una "personificación infantil y serial de la política";  la lógica de las soap opera como dinámica o forma de administración. 

Tanto es así que los interlocutores y los enemigos de Pablemos no vienen dados o impuestos, sino que se fabrican. Sus interlocutores no son aquello escondido que hay que encontrar incluso en los terrenos pantanosos y cavernosos, sino que son moldes y patrones de los tópicos mediáticos, interlocutores fabricados a golpe de impacto televisivo. Pues el espíritu del 15-M canalizado en la política, no hubiera dado para tanto, no hubiera movilizado, paralizado y masificado de tal modo el espacio público, no hubiera causado una brecha (que no ruptura) en la hegemonía, vamos a llamar con imprecisión, "bipartidista". Ni hubieran instaurado un lenguaje, un tipo de discurso y unos objetivos que marcan la agenda oficial de todos los partidos. En cuanto al enemigo, la demonización (justa) del PP, lo han convertido en el "malo" de la serie; su caricatura, ya más real que ficticia, es la que se combate y se oye, y no la grisura y seriedad socialdemócrata con que se pretenden (el PP de Rajoy, pues el PP de Aznar o Cascos sigue masturbándose con el conservadurismo recio). De este modo Pablemos ha conseguido fabricar sus interlocutores y electores, su enemigo y los objetivos nacionales oficiales de referencia; quebrando la hegemonía y abriendo una brecha que posibilitará, como ya se ha visto en Andalucía, un verdadero pluralismo liberal. Una estéril y tiesa política de pactos y acuerdos, que quizás resulte insuficiente para la perspectiva de la izquierda crítica, mal llamada radical, pero que en todo caso, se gana en coherencia y plasticidad institucional. Cumplen al menos con los requisitos éticos y estéticos del parlamentarismo.

La televisión como ideología asume la tarea de edificar hegemonías, ya que según Adorno, la televisión es el aparato de retransmisión de "lo siempre-igual" o lo "siempre-idéntico", es decir, de lo establecido. De todo aquello que al ser dicho no representará ni una subversión, ni una alternativa como punto de fuga, ni una inversión del orden, sino que reafirmará la recta continuidad del statu quo. Todo discurso primitivo de imágenes, precario en la reflexión e indigente en la crítica, esto es, en la posibilidad de introducir la alteridad o la diferencia, tiene como fin los objetos del inconsciente. Aquellos productos que no son fácilmente filtrados por un "yo" maduro y una conciencia despierta, y que por lo tanto, sottovoce, se introducen con total holgura y amplitud en los dóciles y dúctiles pastos sin puertas del inconsciente. De ahí que para analizar los elementos de dominación de la televisión, Adorno no se los tome como elementos aislados, como datos y hechos, más propios a la cesta de la sociología empírica; sino que entienda el fenómeno televisivo como "el conjunto del sistema", cuyo objeto sólo puede ser estudiado por el método psicoanalítico y sus amplias y arbitrarias miras. Aunque para las pretensiones aquí expuestas no es imprescindible el método psicoanalítico, no así, la concepción de sistema que el medio televisivo representa. Pues sin tener que repetir la crítica a la razón instrumental, la televisión consigue algo más sutil, imperceptible quizás, que el convertir un medio en el propio fin. Consigue inocular su "realismo" como parámetro y patrón de orden político, como criterio para la experiencia individual cotidiana y como ideología del "sentido común". El convencionalismo y el conformismo que apoyan la estabilidad, la paz y la seguridad, grandes mantras de la ideología de la identidad. Configurando la ideología realista, a la que se le deja todo el espacio disponible, como antagonismo o contraposición a la ideología utópica, quimérica, y a todo tipo de ensoñación o endiosamiento. 

En el caso de Podemos vemos como la concepción adorniana de la televisión sí que ha conseguido asimilar lo técnico y lo artístico en ellos, e inocular en sus discursos la ideología realista. Pues contrariamente a lo que muchos piensan, a mi juicio, sus propuestas serán o no realizables, pragmáticamente viables o económicamente factibles, pero en ningún caso juegan un papel agónico, subversivo o que suponga una alternativa a la socialdemocracia. Ciertamente su presencia institucional sea como oposición o gobierno en los distintos parlamentos de la comarca, mejora y purifica el limpio e impoluto parlamentarismo pluralista. Sus medidas no puede decirse que sean propias de una ideología de la diferencia, sino que corresponden a una ideología de la identidad. De ahí sus propuestas técnicas, estratégicas y mecánicas sobre la administración, gestión y burocracia del país. No propiamente del buen gobierno; problema esencial de la filosofía política, a excepción de la excéntrica Arendt. Se habla pues en clave televisiva, lo idéntico, sobre lo político; pues éste lejos de poder dominar aquello, se ve imbuido y envuelto plenamente en su mediatización, en la mediatización de lo televisivo. Así sucede de forma más ejemplar y paradigmática con Podemos, en la que la frase de Arcadi cobra su total significación, sin suscribir sus intenciones valorativas y provocativas como ya dije. Adorno ve en este tipo de identificaciones y solapamientos, un fuerte carácter anti-materialista, anti-intelectual y "moralista", al que tiende la televisión por su naturaleza, y correlativamente la política y su ideología. Cuyo lenguaje televisivo embrutece el lenguaje político y el lenguaje del espíritu. Quizás la política dentro de la hegemonía necesita de esos excesos del sistema, no como vicio, defecto o error del mismo, sino como lógica inherente para su funcionamiento, crecimiento y desarrollo. Quizás cuanto antes lo asumamos, y lo asuman los intelectuales (por mucho que nos repugne y les repugne idealmente), antes podremos arreglar a un nivel práctico, y gestionando la televisión, domándola en lo posible, los problemas económicos y sociales (no estrictamente políticos) a los que nos enfrentamos. Pues no parece que nadie este dispuesto a pagar el precio de hacer política rompiendo la hegemonía y oponiendo otra distinta a la del realismo y la identidad. Los peligros, mediáticos, políticos, morales, estéticos y personales son excesivos. 
































miércoles, 13 de mayo de 2015

El perdón del camaleón (II)





Analizado ya el contexto retórico político en el que se producían tanto las preguntas como las respuestas, cabe resaltar que lo más interesante quizás, no fuera la tarea mediocre de un atomizado Évole, ni el resultado de una entrevista pos-producida y confeccionada a medida. Trampa o cortesía de toda entrevista televisiva. Sino, el propio discurso y figura del personaje entrevistado. Pues lejos de sus legítimas pretensiones de limpieza y saneamiento de imagen, pues es la única lógica que puede llevar a un ex-etara a aparecer en televisión; y su oportunista publicidad comercial, tiene un libro que vender, su "historia", como se congratulan en llamarla, a ojos de cualquier inteligencia media, ha quedado aún más dañada si cabe. No por su agresividad gestual, su hostilidad lingüística o su integridad ideológica, que a día de hoy son nulas; sino por su simple e ingenua personalidad infantil, adolescente si se prefiere; que le lleva a aparecer con unas taras gestuales y cognitivas difíciles de olvidar. 

Cualquiera que haya visto la entrevista y sólo se quede con el recuerdo inmediato de ella, dirá que exagero. Pero si atendemos a la literalidad de su blando verbo, a la empírica expresión de su cuerpo y gesto, y al por qué, concedía la entrevista (no sólo a la tele, sino a otros medios de papel); la evidencia de la realidad demuestra su incapacidad, moral, intelectual y estética incluso, para afrontar los hechos atroces que cometió. La siempre juvenil y ruda estética de abertzale que permanece inquebrantable tengan 19 o 45 años (como él); junto a esa sonrisilla inconsciente y delatora, que se le escapaba al recordar los crímenes, las reuniones, y los diversos pos-party. Son signos, que para el tablero de juegos progresista, conforman el elenco de los elementos de las distintas formas de vivir. Pero que para la gente con sentido común, y firmes ateos en lo tocante a abrazar determinada fe política, constituye la revelación de los límites fronterizos de su discurso como testigo. Desacreditando su testimonio para la historia. No sólo por la insistencia del silencioso y torpe periodista, que centró la entrevista en la disposición e inclinación más propia al medio: el sentimentalismo y el destino (sentido) de la vida. Sino por la absoluta ausencia de los hechos y de lo político, de cualquier capacidad reflexiva sobre lo sucedido, sin tener que recurrir al choteo emocional y sentimental de unos y otros, terroristas y víctimas. Puede decirse que la banalidad y la vulgaridad de su entrevista, es inversamente proporcional a la de su moralidad e inteligencia, de nula capacidad estratégica. 

Como todo (ex) etarra entrevistado, dejando de lado a los que sin pudor se presentan con sus boinas y trajes nacionales (hay imposibles metafísicos reales), la sucesión de tópicos y la aplicación automática de los protocolos de "terrorista arrepentido", fue la tónica de toda la charla o monólogo: arrepentimiento, pena, perdón, muestra de humanidad, apelaciones a la inconsciencia juvenil, lo malos que eran los veteranos (los viejos etarras), reniegos etc. Un arrepentimiento algo curioso, pues lejos de poner el foco en el hecho moral de matar, de quitar la vida a tres personas. Él enfatizaba el hecho de que "no vale la pena matar"; como sí por una causa política (no hablo de temas sociales), en plena democracia, hubiera alguna causa legítima por la que matar a civiles o policías. Apelaba a la vida que hubiera podido vivir sin pena ni culpa, sin encierro, una vida melancólica que los periodistas ayudan a construir al preguntar por lo que podría haber sucedido y no sucedió. Que no mataran. Manteniendo la virginidad de la parcela moral, sin reflexionar sobre lo que significa la incapacidad de reconocer al "otro" como un interlocutor político, como un igual jurídico, en definitiva como otro hombre con las mismas dificultades y ventajas de su condición. Allí donde es relevante su condición de testimonio moral, a parte de como portador de materiales para la narración histórica, es donde el silencio y la ausencia reflexiva reposan como en su guarida, indefinidamente.  

Su relato correspondía más al de una máquina movida por impulsos eléctricos, que al de un hombre movido por impulsos morales, lo suyo supuso más una representación teatral del niño que pide perdón a sus padres (autoridad estatal), que la toma de responsabilidad sobre su lugar en el mundo y sus acciones en él, que todo ciudadano moderno debería tomar como responsabilidad política. Tan lejano estaba de la cordura, que llegó a comparar su estado de enajenación violenta, con la risa de los talibanes después de lanzar bombas anti-aéreas. Si no fuera por lo que Weil contaba en su Diario de España (1936), sobre cómo son los recursos y técnicas para poder matar a otro hombre: la bebida y las buenas comidas entre los compañeros de tareas, las risas sobre los hechos, el humor negro y las exaltaciones viriles de la masculinidad, no sabría a qué siniestra permisividad y relatividad moral se refiere el etarra al relatar sin beligerancia su historia. Al fin y al cabo, tanto el periodista como el entrevistado, acaban siendo en grado y peso distintos, victimas del victimismo; y por lo tanto, de la ausencia de responsabilidad en casi todos los ámbitos.

Para finalizar, contrariamente a lo que escribe Jorge Bustos en un artículo en El Mundo sobre este mismo tema; entrevistar a un etarra no es darle el privilegio de considerarlo un interlocutor, sino la necesidad del periodismo de mostrar lo vidrioso de la realidad, sus contradicciones y su fragilidad. Sea tomando como interlocutor a cualquiera con el don de la palabra y la innegable pertenencia al acontecimiento. Por lo tanto, no es más importante el tema que se escoge, que el cómo se trata o cómo se muestra un tema periodístico (el lugar desde el que se habla y discurre). Entendiendo que el dilema se encuentra en qué medio escoger, qué discurso mantener y qué posición moral adoptar para no mancharse con el barro propio del asunto. En cuanto a lo que Bustos aducía sobre la mano canonizadora del periodismo, es una consecuencia tan indeseable como inevitable en cualquier trabajo informativo: dar un tiempo de relevancia pública, incluso a aquello más sórdido y sombrío de nuestra realidad. Pero en todo caso, es algo ajeno o heterónomo al ejercicio limpio del periodismo; depende más del espectador y del ciudadano el glorificar o santificar ciertos asuntos. En todo caso, dicho sea de paso, el trabajo de Évole, es malo,  por la calidad y el tratamiento y no por el tema o testimonio escogidos. 












martes, 12 de mayo de 2015

El perdón del camaleón (I)






El angosto terminar del desfiladero académico no solo permite pocos recreos lingüísticos en horas libres, sino que su deontología ni siquiera permite prestar atención a la realidad inmediata, sin sentirse uno mismo culpable por perder el tiempo, sea tomando unas cañas o un vinito en ficciones sureñas o en tareas menos saludables como ver, pensar y escribir sobre la manoseada y magreada actualidad. Pues actualidad son otra vez los hombres de la revolución vasca, que en tiempos de "guerra" escondían su siempre abertzale rostro tras las capuchas de maligno de serial, durante sus vagas apariciones cómicas en los garajes de papá, revolucionariamente ornamentados. En cambio, en tiempos de paz, de normalidad socialdemócrata o estabilidad bursátil (así miden la paz hoy nuestros abogados del estado), dedican sus ratos muertos a la dura tarea de escribir y publicar libros, a conceder o quién sabe, quizás vender, entrevistas cual vendedor ambulante de rodaballos, a la televisión más comprensiva, progresista y menos prejuiciosa o conservadora. Y sobre todo, dedican su escaso y redimido tiempo a explicar lo cargante y sofocante que era el ambiente de los lunes al sol en las vascongadas para cualquier rural efebo, cuya inherente juventud, conducía irrevocablemente a la inconsciencia del bucle melancólico y a la gélida y seca violencia terrorista.  

Como no podía ser de otro modo, Évole, el referente periodístico de la izquierda de violonchelo (¡que Dios nos pille confesaos!), entrevistó en "la Sexta" a Iñaki Rekarte, el joven etarra antaño, madurito ya, autor de tres asesinatos envueltos en el pachangueo nacionalista propio de la provincial reducción política vasca. Pero lo más relevante, no es ejercitar los músculos del amarillismo como hacen los conservadores de este país, o jugar al mangoneo (mamoneo) de las vísceras del recuerdo, y resucitar viejos fantasmas a través del noble y viejo ritual (a veces) del insulto. Sino atender por una parte, al contexto en sentido ideológico en el que se produce la entrevista, y por otra, atender al pensamiento, si no es ofensa, y al contenido de las palabras del etarra, durante la comprensiva entrevista televisiva. Situación y circunstancia política digo, a modo de resaltar el paquete conceptual salvavidas que todo periodista de share, necesita para enfrentarse, más que a un testimonio de engranaje sin responsabilidad, a un sujeto moral y político que abandonó toda humanidad (si no es pecado recurrir a ella) para llevar a cabo un proyecto político, del que ahora reniega, y antaño, cuanto menos desconocía o le era indiferente, según dice. Paradigma periodístico en que lo ideológico se traviste de conceptual; pues en su discurso interrogador, pero nada hostil, el periodista se sumerge en las trampas del "perdón y reconciliación" de las víctimas del terrorismo; todo ello bajo un vago pero intenso tufo de "victimismo social del verdugo" y presentado el caso, como producción de pura mercancía que necesita venderse. Pues el etarra, concedía ese mismo día una entrevista extensa en  "El Mundo", periódico en el que repetía la misma misa del apenado reinsertado.

La dimensión ideológica en la que se insertaban tanto las preguntas como la respuestas, es la de la igualación política de las víctimas y los verdugos, la igualación del recuerdo personal a la memoria histórica, la dimensión de la usurpación del perdón y la reconciliación que sólo pueden dar las víctimas reales, los muertos y heridos, y no sus familiares, amigos, novios o novias, amantes, conocidos y allegados. La pedagogía terapéutica del dolor, que el progresismo mediático-político intentó, y consiguió en gran medida, instaurar con las reuniones de familiares de asesinados y asesinos, grupos de especialistas y discursos mediáticos sobre la paz y el perdón; no pretendían otra cosa que realizar una empresa política: Suturar y coser las heridas, arreglar y reparar el daño, y sanear la embrutecida resolución de un conflicto desgarrado y pasional en lo personal, y textual y narrativo en lo político, como un procedimiento pedagógico y terapéutico. Cuando debería tratarse, no como un fósil o una huella, cerrada y acabada, quizás efímera y borrable en lo perosnal, sino como un texto abierto a la interpretación y a la memoria política. Pues todos aquellos asesinatos no eran producto de arrebatos pasionales o anhelos y esperanzas existenciales mal digeridas, que podrían haberse ahogado en lo privado. Sino chantajes al Estado y  a toda una comunidad política, que necesariamente debían exhibirse ante la pesada y fatigosa luz pública; que debían aparecer ante el común como acontecimientos que necesitan ser narrados y contados según una prosa política y no una prosa  teológica del perdón y la redención, una prosa al fin y al cavo, del sentido. 

La operación de sutura y reparo, pura propaganda ideológica, consiste en imponer la necesidad psicológica del perdón y la reconciliación, propia del mecanismo psíquico de un individuo (incluso ahí, el imperativo de superarse y ser feliz ya es cuestionable ¡no se que problema hay en las vidas gruñonas y resentidas como la mía!), a los procesos políticos que nos incluyen e interpelan a todos. Que o bien se rigen por criterios morales y estéticos o  bien estrictamente políticos; pero que en ningún caso deben ser sometidos al yugo de la autoayuda colectiva. En esas reuniones televisadas (televisivas o televisables) de etarras y familiares de las víctimas, ambos bandos caían en el mismo error, el narcisismo y vano egoísmo emocional, todos ellos iban para expurgar sus miserias, unos por asesinar y otros por sufrir y padecer, una suciedad y hedor que había que mitigar a cualquier precio en el espacio público, pues en él y por él, se había producido. En nombre, unos de no se sabe bien que causa perdida, y otros en nombre de aquellos que ya no tienen voz. Y que tras la "reconciliación" circense, ni siquiera conservan el patrimonio del recuerdo: abierto, inacabado, en galeras, por narrar, y sin teleología; que toda víctima política requiere para su dignidad histórica. Recuerdo, que sus familiares, de buena fe, pero de total falta política, intentan construir como cerrado, acabado, con finalidad y sentido novelesco, para por fin "pasar página" y avanzar en otra cosa; como un fósil o una ánfora para el coleccionista de la historia. Eso sí, dicha tarea, que en ningún caso soportaría el filtro de la ética y la estética, es realizada con la inestimable ayuda y el torcido interés de la mano mecedora o terapéutica de los tecnócratas venidos a  bio-políticos; que ven en estos actos que deberían ser privados, la posibilidad de enmendar sus errores y limpiar su imagen pública. Privatizamos así lo público bajo categorías emotivas y personales, sustituyendo las categorías políticas, por categorías de la intimidad sentimental y lo doméstico.  En definitiva, si los familiares quieren perdonar a los asesinos por el dolor que les han causado a ellos, y no parasitando el nombre de las víctimas, en las consultas del psicólogo se están calentando los divanes. Pero ante el espacio público, no deben acogerse a manipulaciones políticas mediante la organización de actos embrutecedores y hostiles a lo que simboliza el espacio histórico de la memoria.

La entrevista se inscribía en este contexto, bueno, no solo de manera formal, sino que el discursos y sus palabras concretas y literales, presuponían que todos los espectadores, la sociedad podríamos decir, aceptaban y asumían esa jerga personal como propia, como ética y estética; que siendo el canal que es, no sé si suponían bien...