sábado, 28 de marzo de 2015

El mal sin porqués




La densidad de la textualidad informativa en busca de porqués y de causas del caso del "piloto de los Alpes"( el piloto de Germanwings que estrelló el avión en los Alpes acabando con la vida de 150 personas) para subsanar los errores de "control" de trabajadores, sus voluntades y sus conciencias, con la asfixiante regulación burocrática y la estupefaciente vorágine psicologista de examinar mediante "test" (altamente sospechosos, chatos, e impertinentes) aquello que no puede ser nunca detectado (el mal sin razón y sin porqué); lleva ocupando los interminables e infinitos espacios informativos de las sobredosis (borracheras) de las llamadas "sociedades de la información". Cuya crítica , hoy ya insuficiente y de manual, consiste en decir (desde F.Savater, a R.M.Calaf) que el aluvión de informaciones es tal, su flujo incansable y continuo tan sofocante, que no permite filtros, análisis o criterios de selección crítica que determinen lo veraz de lo falaz. Cuando lo realmente preocupante y a su vez interesante; pues si se es un persona de inteligencia media, ya dispone él de los métodos y recursos intelectuales (y los amigos in extremis) para subsanar problemas de veracidad informativa; consiste no en atender a lo que se dice y el cómo se dice (relevantes también, pero en radio y televisión inconmensurables), sino en el contexto (el medio) en el que se produce. Atendiendo  a su vez, al "meta-relato" o meta-lectura del "decir mediático", esto es, las condiciones de posibilidad que permiten decir lo que se dice, como muy bien dice Rafael Sánchez Ferlosio. Pues en último término, en las también llamadas "sociedades de la expresión" (recuerdo que Lipovetsky las describe como sociedades de la expresión, la realización y la información, todo ello personalizado y a la carta; narcisístico), las opiniones son libres en el peor sentido de la palabra, y el contenido y su forma pueden ser de lo más séptico y vulgar, de lo más vacío y espectral; y por ello corresponden al insobornable ámbito de la mitomanía subjetiva, tan arrogante y sugestiva a la vez (al menos en algunos casos).

La exposición excesiva de "lo noticiable" ( no de la noticia en-sí) para la conciencia media, y tan normal para la lógica retórica de la información (televisiones, diarios, radios, han hecho el agosto con ella), no sólo cae como una piedra en la charca mediática, creando surcos de agua que inhabilitan cualquier noticia cualitativa-mente mayor pero cuantitativa-mente insignificante; sino que expresa de manera viva y voraz, dos fenómenos propios de los medios de hipertrofia  (R.S.Ferlosio)  de la hiperealidad (virtualidad-realidad, véase en el blog "bajo la lluvia"); es decir, de hipertrofiar la hipertrofiada realidad vapuleada. Estos son: A) la ascendente "politización de lo social y el prejuicio hacia lo político"; y  B) la necesidad parasitaria, expansiva y efectiva del "ocupar", del "extenderse" o el "rellenar"  los espacios sociales inexpresivos, de no-expresión, con ruido y zumbidos,  sin permanecer en silencio, en blanco. No voy a detenerme en el punto (A), pues mucho he escrito y se ha escrito mejor que yo sobre el asunto (véase "sobre la revolución" de Hannah Arednt...). Me interesa en especial el punto (B), que nos obliga a recurrir una vez a la lucidez viperina de Ferlosio, para comprender, que los nuevos "medios" de comunicación, a los que llama "el juego de las cajas vacías"; envuelven pegajosa-mente la totalidad de la temporalidad existencial de lo personal y lo inerte o indiferente. La totalidad de los acontecimientos en el mundo, y sólo permanecen segundos en solitario, en silencio, pues, en breves instantes son acompañados por una nube de sombras buitreras de ensordeceros aullidos y crecimiento canceroso. Pues es verdaderamente extenuante el tener 24 horas de qué hablar, siempre impuesto por la agenda y el orden del "relleno" al silencio, que generalmente suele obedecer o bien a una dinámica despersonalizada  (sin consciencia ni voluntad) del suicidio político, o bien a sectarios intereses de dudosa y hedionda procedencia empresarial. La ensordecedora falta de silencio parecerá una novatada sin importancia, pero constituye una inversión  diacrítica del proceso de construcción y recepción de la información. Los medios de comunicación ya no sólo juegan, como se les acusó, ha construir la realidad y nuestra referencia al mundo, es decir el objeto mismo de información, sino que ahora manufacturan y moldean las figuras o las condiciones de posibilidad de la subjetividad, construyen como un castillo, las estructuras mismas de la subjetividad del espectador; no es nada que no hayan descubierto otros (teoría crítica) antes que Ferlosio, poro quizás no con tanta brillantez literaria y expositiva (exceptuando a Benjamin).

Lo relevante de  todo esto para nuestro caso de "aviación criminal", es que se produce ( no surge espontáneamente o naturalmente) al espectador de la tragedia (emplazado a esperar la justicia divina , el reconocimiento, y la explicación del sentido), y se le obliga a introducir en el esquema de su conciencia la necesidad de responder a las causas, al culpable o responsable  y el porqué de todo acontecimiento; obligado a pensarlo en términos psicológicos, regulativos, normalizadores, estándares y en clichés, que más que buscar comprender (incluso la no explicación o la ausencia de razón es un comprender), buscan revitalizar rápidamente el desbarajuste técnico, el hueco práctico y "rellenar" el silencio, la falta de explicación. Pues la figura del copiloto Lubitz no responde ni a la anatomía anímica de un "eichman" (la banalidad del mal), ni al mal fabricado como sujeto de guerra como en el caso " Eatherly" (el piloto de Hiroshima), ni mucho menos a ninguna aparición teológica del mal, se exprese como alegoría bíblica o como traducción fundamenta-lista (terrorismo). Más bien su figura responde a un asunto mucho menos decorado por inclemencias histórico-políticas, y más dispuesto a ser condimentado de apreciaciones ontológicas desprovistas de trascendencia, sin más reflexión que su inmediatez: el caso del mal como correlato de la libertad humana. Un tema bien expuesto por Sade (y Kant), pero que sólo podemos ver en su absoluta plasticidad en el cine de David Lynch (véase Lost Highway o Terciopelo azul) ; la aparición del mal sin motivo, sin redención, sin causa, casi absurdo y surrealista si se quiere, pero que no juega dentro de ningún compartimento de aprehensión categorial posible, y que escapa como jabón mojado, de las manos de toda red intelectual de entendimiento.

 Así  el piloto, que no se parece en nada al piloto de Relatos salvajes, pues este tenia distintos motivos (sucios y divertidos) basados en rencillas personales; y descendía a la muerte acompañado de sus incriminados, no tenía (como aquél) ningún motivo razonable y perceptible, para terminar como acabó, y que yo sepa - a menos que no me haya enterado - ni las depresiones ni bajas laborales, ni el siempre sobado "dolor de amores", conllevan el indeseable implícito de estrellar aviones. Pueden alegarse miles de causas irracionales e imperceptibles de antemano, a priori, y que ahora se ven indefectiblemente como "la causa" de siniestro (como se jactan los periodistas de decir), pero lo cierto, es que no pueden conocerse todos los impulsos destructivos de la condición humana; el cine, y no sólo el de Lynch, nos dan gran muestra de ello. No es tan difícil, ni debería serlo, el romper el encasillamiento que nos produce la fabricación y producción de espectadores trágicos (en el que siempre el sufrimiento y el mal provocados por la injusta justicia divina, al fin terminan con un reconocimiento en un sentido epistemológico y político); para observar la realidad sin mediatizaciones hipertrofiadas, y reconocerla tal como es, a veces azarosa y sin sentido.











jueves, 26 de marzo de 2015

Dinero y trabajo ¿redención y pecado?



Lo peor de los pueblos parece haberse extendido como modelo hasta las ciudades (mal llamadas cosmopolitas), y no lo digo sólo por los provincianos y primitivos nacionalistas (pleonasmo), que a duras penas dejan espacios de silencio, para que el silencio hable y deje de retransmitir el vacío de sus cabezas y su ideología; perdón, religión. Me refiero más bien a las figuras más arcanas y atávicas de su estructura social: el sacerdote, el guardia, el alcalde, el payés y la puta. Todos sumidos en la más que generalizada concepción de la moralización del dinero que cubre bajo su polvoriento manto, no solo la superficie, sino el propio esqueleto de lo urdido en el entramado social.  Rara es la vez que no encontremos en cualquiera de sus formas, la figura del "alcalde" reivindicando el mérito familiar, el orgullo de lo endémico y la apología de lo cerrado y enquistado de la descendencia, en un juego de prestidigitación, en que se pretende asimilar su voluntad individual (la de la siempre empalagosa y cursi familia con poder) con la voluntad de una suerte de fuerza objetiva de lo que sea: la historia, la tradición, la realidad material, el espíritu o cualquier otro "hermano mayor" que  legitime lo ilegítimo o moralice lo amoral; a todas luces contrario al sentido común. Una empresa ruda y fatigosa que solo se mantiene por la búsqueda del prestigio; un prestigio que no lo da la dedicación a la política en el sentido republicano, res publica, como lo entendían nuestros siempre homónimos griegos de la antigüedad, que siempre se sacan a pasear en procesión como a los santos. Ni siquiera lo da el frágil y tóxico poder del que hablaba Weil; sino el siempre inocente y neutro dinero, que sólo que ensucia cuando se moraliza con él. Cuando se pretende ver virtuoso al que trabaja por un salario, ruidoso, contante y chillón, en posesión de un trabajo en-sí-mismo "bueno", es decir, aquellos trabajos entendidos como "para" o "de" burgueses (sin que esto implique una distinción entre un "ellos" y un "nosotros"; dejo la psicologización política para el inombrable Nietzsche), aquellos trabajos que todo "padre responsable" desea para su (debe ser) "hijo de bien"; y se ve de manera compasiva (condescendiente) y vergonzante al que se dedica más a otros trabajos (sen activos o reflexivos) que no dan nada de dinero, pero que contribuyen a la formación y no a la especialización; entonces digo, es cuando se moraliza el dinero y "con" el dinero.

Pues es indiferente lo que el sujeto haga en un sentido profundo del término, es decir, a lo que consagre su acción integral; mientras aparezca y parezca "honorable" en su trabajo asalariado y  ante los demás, y obtenga grandes beneficios por su actividad, sea cual sea, mientras sea asociable a un conjunto de valores conservadores y burgueses que la gente, el resto del "pueblo", entienda y pueda ensoñar durante largas y enfermizas masturbaciones con ellos. Cuántas veces no nos hemos encontrado (ahora hablo a través de un "nosotros", pues espero que nadie indigno me lea) al portero (siempre viendo porno y por el "plus"), a una vecina viuda y su caniche (lesbiana), a nuestra pescadera (triunfando entre tripas de merluza), a nuestro mecánico (engrasando con la "Cope" de fondo y dispuesto a morir por su "Espe") etc. Y nos han  atracado con sermones apocalípticos, sobre lo que deberíamos hacer con nuestra vida, nuestro tiempo y nuestro trabajo (sea remunerado o no), y sobre todo nos han animado de manera impositiva y con un "debes..."  ponerte a trabajar y ganar dinero... ¿Sea en las condiciones que sea? ¿como prioridad ante cualquier cosa? ¿ganemos lo que ganemos y simplemente por convención o reconocimiento social?... Ciertamente, los vagos son una plaga y un peligro personal y social si se quiere, pero no los vagos identificados por no tener trabajo, sino por aquellos que no han hecho el esfuerzo de pensar jamás, aquellos que no han tenido la valentía de detener el tiempo financiero de nuestros días y subvertirlo mediante la experiencia heterodoxa de la lectura, de la escritura crítica o el diálogo político con los demás. Quizás aquel chico joven de traje y corbata, que es abogado o economista, sea un "eichmann", un analfabeto integral, un perezoso completo para pensar; sea un sirvo fiel y acomodado, un cabrero dócil y obediente, que cumple, parafraseando a Franco, a rajatabla la esencia moral de esta, nuestra, comunidad: "haz como yo y no te metas en política" y que podía extenderse a "haz como yo, y no dejes de trabajar" que es la consigna que los sacerdotes y los guardianes sacuden por todos los rincones y pretenden integrar en las conciencias juveniles. Y todo ello siendo un fiel cumplidor de la exigencia del dinero y el trabajo asalariado; pero nada docto en el trabajo de formación

Esa idea de que ganar dinero es algo "bueno", no "útil" o "práctico", sino "bueno", y que además es  un "deber" ganarlo con tu trabajo (con "el sudor de tu frente"); constituye una de las más insidiosas mitologías neo-liberales y conservadoras; una trampa en la caemos como moscas, pues, es la infiltración de una moral parasitaria en la sociedad que legitima y justifica los pretextos ideológicos (correlatos de los prejuicios atávicos de los pueblos) que persiguen el trabajar en condiciones inestables, precarias, inciertas, efímeras, incluso indignas; para aquellos cuyas circunstancias materiales les obliguen a "ponerse a trabajar", a "ganarse la vida"; y un sin fin de mitos y eslóganes ideológicos insufribles. Es la excusa perfecta para acabar con la filosofía, la historia, la música, el cine, y la política, y situarlo en el cajón de los vicios o de los entretenimientos nocturnos, del tiempo libre, pero no de la profesión o trabajo como formación: auto-reflexión del espíritu que permite introducir la razón, la función crítica y la emancipación en el mundo, según Adorno. Pero sin necesidad de caer en barroquismos y romanticismos varios, es por decencia y dignidad, sostener y compartir, que el trabajo (asalariado o no) debería ser aquel mecanismo que ofrezca, en parte y entre otras cosas, razones para vivir la vida, razones para una vida digna de ser vivida, para realizar una verdadera vida humana; y no una mera reducción mínima antropológica a "mera vida" o "nuda vida" (Agamben); una lógica vital de la animalidad y de cuerpos sin nombre, sin voz, sin rostro y sin conciencia, destinados a servir como esclavos. 

Moralizar el dinero y el trabajo conducen a criminalizar lo que vale la pena conservar por-si-mismo, además de ser un síntoma de algo mucho más perjudicial: la especialización como cosificación de las conciencias, resultado del proceso denunciado ya desde la Teoría crítica, como tecnificación y racionalización (reificación) del "espíritu" ( y de las ciencias del espíritu). No quiero repetir ni recordar las tesis más que exageradas, pero no por ello faltas de razón, de Adorno en algunos de sus textos ("¿para qué aún la filosofia?" y "la filosofía y los maestros"), y repetir aquello de Quevedo, "todo necio confunde valor con precio". Pero sí que es necesario atender a su reivindicación; que consiste en no dejarse, en resistir y subvertir (Marcuse; aunque no lo vieran posible con muchas esperanzas) las imposiciones que pretendan por distintos mecanismos y diversos motivos (y propósitos), concebir el trabajo y el dinero como una redención del mal, y la falta de ellos, como un pecado mortal y moral; y por lo tanto, pretendan moralizar una dimensión meramente material (en todo caso económica). Dejando entrever un síntoma de algo mucho más general y más peligroso; a saber, que aquello que lo produce: el capitalismo o el neoliberalismo, que son vistos como progreso indefinido, desarrollo técnico del bienestar y la abundancia, seguridad, estabilidad y orden político-social, son los mismos mecanismos regresivos y conservadores (reaccionarios) que recuperan los viejos sacerdotes, los viejos alcaldes, los viejos guardias venidos a matarifes (...) como nuevos garantes de la moral y el ethos público.  Tampoco es de recibo invertir los términos y odiar al rico por ser rico y criminalizar el dinero; eso sería ilegítimo y una falta ética si no viviéramos en un sistema capitalista que juega con el exceso, el derroche y la corrupción como modelo de crecimiento y despliegue, y de cuya lógica nos vemos impregnados, condicionados e incluso hasta incriminados. De tal modo, y hasta el punto, que convertir los psicologismos, tales como, resentimiento, odio, venganza, envidia..., se convierta en un discurso político objetivo; y sean sus exabruptos escatológicos, una consecuencia prevista por el "sistema"  y contemplada como material para reforzar aún más su unidad y cohesión frete a ataques furibundos y violentos. Vistos por la santa opinión pública provincial, quizás prostituida, como movimientos y discursos trasnochados o utópicos, cuando lo que se reivindica es el trabajo digno, no redentor, y el dinero neutral e inocente, y no como una cuestión moralizante.






















martes, 17 de marzo de 2015

¡Queridísimos intelectuales!



Se han dado infinidad de bochornosas definiciones sobre el intelectual, desde Sartre a Berlin, Adorno, Marcuse y Rand, pasando por Gramsci hasta Arendt; las definiciones han sido pintadas con exaltación y con el toque personal de cada protagonista. Algunos se desvinculaban de su inclusión categorial por el peso y carga histórico-conceptual del término que los encasillaba en un estilo, una forma y contenidos de un trabajo que consideraban insoportable, por "los demás"( el infierno siempre son los otros). Otros por su vinculación ideológica concreta y material con una "causa" o "partido" (véanse los mandarines o el intelectual orgánico); otros por una antipatía personal a miembros del gremio nacional, o una alergia irrefrenable a las clasificaciones sociales de cierto elitismo e idiosincrasia narcisista. Sea como fuere, cada cual ha pretendido singularizarse, distinguirse o integrarse finalmente en lo alto de dicha jerarquía. Por mucho que durase la pataleta o cacarease la gallina, se afirmaban intelectuales siempre con un orgullo sotto voce y una conciencia disimulada de auto-satisfacción personal, mientras mostraban la más desgraciada y desamparada de sus caras.

A fin de cuentas, intelectual es aquel que cobra por serlo, aquel que cobre por aparecer y presentarse públicamente como tal. Si queremos matizar; yo aceptaría sin complejos ni dejes existencialistas, la definición del bueno de Sartre: intelectual como aquel individuo que posee una contradicción interna entre aquello que "hace" y lo que "es". Es decir entre su rol social y su verdadera identidad, privada, solitaria, de poso cartesiano; un mínimo (de identidad) irreductible a cualquier máscara social-mente determinada y casi residual, pero existente por sí misma. Esto podría traducirse, como el sujeto que posee una trabajo teórico-contemplativo (cercano al filosófico o filosófico mismo) con el que su "ser" se identifica y asimila (con el que le es posible realizar su máxima expresión); y una voluntad social o compromiso político, una forma de acción en la comunidad. Constitutiva de nuestro "ser social", solo posible en diálogo con los demás; con terceros.  Por lo tanto, un intelectual como un teórico que se dedica a sus cosas y además participa, incide y actúa en política, en la vida pública a través de la crítica y la expresión. Hoy por hoy, podemos decir que el gremio de los intelectuales se ha industrializado ( no digo nada nuevo, de su obviedad me sonrojo), mediatizado así por mecanismos y aparatos económicos o instituciones administradas. Que los ha convertido o bien en empresarios (mercenarios) de la cultura, o bien en burócratas y funcionarios verticales, sin por ello perder el pluralismo y autonomía que caracteriza nuestras sociedades occidentales; eso sí, un pluralismo y una autonomía unidimensional como diría Marcuse, pero ese es otro jardín...

Los "intelectuales" que particularmente considero más interesantes son precisamente aquellos que no han sido secuestrado por las industrias culturales ni las pétreas e impermeables academias (con diversas excepciones concretas), sean estas las oficiosas y ostentosas "reales academias de..." , universidades, centros de alto rendimiento (véanse aznares y pedro jotas...), sindicatos o fundaciones de pensamiento, e incluso gobiernos caritativos ( ¡véase el gobierno venezolano, casi nos saca de pobres! ). Despreciando, solo hasta que me paguen (no creo que se de el caso), todas esas estructuras e instituciones, encuentro en otros "escritores" o "autores", el cumplimiento también de las funciones del intelectual, aquellos que no han habitado (en general, no soy sectario o dogmático) o parasitario sistemáticamente y durante toda su vida, en la condición de intelectuales. Arendt, Benjamin como teóricos clásicos (por no remontarme a Platón o Aristótels en adelante), Ferlosio, Hitchens y Espada como ensayistas, Leopoldo María Panero, F.ferrer Lerín como poetas, Houellebecq, Hemingway, J.V.Mirmont como novelistas (...) Me parecen mucho más interesantes y reales como pensadores, o al menos un mayor testimonio moral, que a estas alturas no consigo menospreciar o disociar de la obra en sí; que otros autores encorsetados y previsibles en el mejor de los casos, o comprados y falseados en el peor de ellos. La invectiva anti-intelectual de salón, no proviene de nada más que de la experiencia reciente de un acontecimiento atroz. En una de las infames clases contadas para niños en la UB, sobre los "posmos" franceses, me sumí en un momento de lúcida y plena consciencia sinóptica, en la que me di cuenta de donde estaba, de quién hablaba y de qué diablos hacia yo allí (no es una crisis existencial, simplemente una caída del caballo). Ciertamente el problema no es tanto lo que se decía, como el hecho de que "yo" estaba allí para escucharlo. La mañana de autos discurrió así: casi al finalizar la plástica clase de variedades, diversos "compañeros" (no considero compañeros a los reales, menos a los que tengo en una clase que voy como oyente)  se enzarzaron en una disputa nada interesante, sobre teorías nada comprensibles, con herramientas inexistente: textos y libros; pues no los habíamos leído y además tampoco podíamos, pues simplemente nos basábamos en "dos hojas" mal repartidas y mal fotocopiadas en una clase demasiado a "la catalana". Faltaba tanto la responsabilidad y la vergüenza moral de reconocer que no se entendía ni "pa-pa", y el reconocimiento de la carencia de la distancia y  poso suficiente para analizar críticamente presupuestos teóricos complejos y precisos, que en su ánimo parecen sobrevolar como una nebulosa divina las cabezas de los tristes mortales. 

No recuerdo, o no quiero recordar, todo lo que se dijo, todo lo que se balbuceó o blasfemo sobre el asunto, sólo quiero resaltar que el espíritu en el que se embutían aquellos jovenzuelos, provenía de las sobriedad y solidez de las paredes de la académica y de la atenta mirada maternal de una profesora atónita ante el gallinero que había construido. Pues sus formas y actitud era exacta a la de los ¡queridísimos intelectuales!. Nada de lo que se dijo correspondía a la decencia de los conceptos en minúscula y pacíficos, sino más bien aquellos que Weil decía que se escribían con mayúsculas y causaban ríos de sangre. Dichos conceptos en mayúscula constituyen en el discurso, según Weil, elementos absolutos, es decir, elementos incondicionados por la necesidad de la realidad (material se supone), abstractos y vacíos, y por lo tanto totalitarios. Pues constituyen los "ismos" por los cueles se pierde el valor a la vida y se asesina, yo diría que se pierde el valor a la realidad material o la verdadera realidad. Weil aducía el uso de conceptos en mayúsculas, de los "ismos", a una falta de instrucción o educación emancipadora. Dicha instrucción pretende suprimir el vocabulario superficial, las entidades absolutas, las explotaciones locucionales, y los retorcimientos lingüísticos. Devolviendo categorías como "limite", "medida", "condicionado", "relación" (...) al orden del discurso intelectual. Locuciones como "en la medida que...", "a condición de que...", "en relación a...", "limitado por...", deben estar presentes en la articulación de nuestro lenguaje intelectual, para no caer en "ismos" caníbales, irreales y absolutos (absolutistas políticamente). Paradójicamente, en ciertos cursos universitarios, sucede lo contrario; es en la "educación intelectual" en  la que se instruye para los "ismos" en mayúsculas. 

 La trampa de zorro, en este caso, la trampa lingüística que construían los estudiantes-intelectuales, pronto alcanzaría los cielos de la meta-lingüística infinita, en que lo importante eran las expresiones deportivas, el uso de la palabra decorativa, el juego del diálogo como recreo de la imaginación, lo jocoso y la gratuidad de la réplica, y por supuesto el "matiz" narcisista de las propias posturas subjetivas (necesitaron un sin fin de sutilezas de "todo a cien" para reafirmar sus intervenciones). Igual que sucede con los intelectuales del escenario público. Para la gimnasia lingüística yo recomiendo los bares de copas, los billares con amigos, las comidas copiosas en la terraza bajo el sol invernal y las reuniones trasnochadas con gente de mala vida, pero no la universidad y el espacio público. Aunque uno debe reconocer que a parte de ciertos compañeros del gremio (como M., L., G., P., etc.), las discusiones más interesantes y fructíferas han sido precisamente en esos lugares soterrados con mi amiga C. (trabajadora incansable y persona de provecho); que no pertenece al gremio, pero cuyos conocimientos, inteligencia y estilo estético sobrepasan con creces a los "obreros culturales" de la universidad.

No pretendo representar las flemas de un "hombre terrible" o un provocador, pero reconocer, que la tarea meramente contemplativa, académica, o estrictamente comercial y económica hace olvidar la verdadera realidad, la solidez y consistencia de la terca realidad, no es un ejercicio de polémica, sino de sensatez. Aquellos efebos, aceptaban sin revolverse sentencias tales, tan bruscas y torcidas, como: "no hay hechos, solo interpretaciones", "la verdad no existe como idea platónica sino como representación o juego de representaciones", "el instinto es anterior al concepto", "la filosofía no es epistemología sino estética (como contraposición y no diferencias complementarias)", "las palabras son metáforas (en el sentido más trivial y peyorativo del término)" y un largo sin fin de exabruptos filosóficos, toscos y confusos así dichos; que habrían producido una alergia incurable a mi amiga C. Aceptaciones que no sobrevivirían o pasarían el examen crítico de la luz pública (sentido común), y sin embargo habitan y se reproducen en las facultades de filosofía, generando estudiantes auto-complacidos e intelectuales verticales dispuestos para industrias y academias, sin compromiso y sin voluntad moral (o ética, según se mire), sin ser por lo tanto, ni siquiera el intelectual descrito por Sartre. 










jueves, 5 de marzo de 2015

¡Aló Pablemos! y el pujolismo



La sobre-presencia en los medios de comunicación, no solo de los representantes corporales (cada vez más automatizados) de Pablemos, sino de sus fantasmas; exceden los límites de la higiene intelectual y la pulcritud política. Lejos de representar "el pensamiento radical" o "pensamiento crítico" que tan a gala llevan algunos de los más arrogantes y acomplejados miembros directivos de la "nueva corporación" (también empresarial), como el irritante e insoportable Luís Alegre (ganó un "premio literario" en Venezuela de 150.000 euros, por su tesis doctoral) o el amanerado y snob de Monedero; sus flemas sofísticas, sólo sirven para lubricar los viejos engranajes de la mentira, no maquiavélica, sino moral e intelectual.  Además de activar y encender el aparato de propaganda, que al mismo tiempo que vende "gritos" y "mayorías" del socorrido e infecto  "pueblo" para fines políticos populistas, consigue producir jugosos y suculentos beneficios; fecundos ingresos impropios de "profesores" parlanchines de universidad. Ciertamente, de momento no puede demostrarse la financiación extranjera del partido, pero es innegable la multitud de nexos y vínculos que les une con el gobierno de Venezuela. No ya ideológicamente, por su política lingüística (populista y demagógica) o sus guiños narcisistas, sino por su transferencia material. Por la proximidad de las fundaciones que recibían dinero de Venezuela, configuradas por aquellos mismos miembros que ahora decoran como copas impolutas el elenco de  Pablemos. Con esto, no pretendo hipertrofiar su figura, y construirlos como bolivarianos enloquecidos al estilo tutsi; pero sí destacar sus gestiones prácticas y teóricas de "asesoría internacional", cobrando honorarios dignos de premio Nobel, pero con resultados que han conducido a Venezuela al puesto numero 15 de naciones con mayor índice de pobreza. Así aparece en un reciente estudio de Bloomberg. Entre otros consejos, también debían estar: la bufonada del "cesarismo", la pétrea represión policial hacia estudiantes y civiles (pobres; no sólo de la supuesta conspiradora-golpista derecha) la detención política e ilegal del líder de la oposición venezolana, Leopoldo López y la del alcalde de Caracas, Antonio Ledezma (acusado por el propio Maduro, no por ningún tribunal de justicia, de formar parte de una conspiración de la ultra derecha golpista, en un eje: Madrid-Miami-Caracas; en un llamamiento demoníaco a los ínferos: "derechas del mundo, uníos" ) entre otros consejos peregrinos...

Más allá de si se les pagó más de 14 millones de dólares a dichas fundaciones, que servirían de tapadera para una supuesta financiación ilegal; de los 427.000 euros (aprox.) particularmente "donados" a Monedero por Venezuela, para implantar no sé qué modelo bolivariano en España, y pagar así  las campañas, los mitin y demás performance que realizan (son carísimas, UPyD nunca pudo hacerlas a tan gran escala). Lo más interesante, y sobre todo, lo único que podemos criticar con objetividad, es la miseria intelectual y la (in)decencia pujolista con la que se visten. Para demostrar lo primero, me gustaría que el lector degustará sin indigestarse, la siguiente "poesía" que Monedero le dedica a Chávez:

"He amanecido con un Orinoco triste paseándose por mis ojos.
Querer a Chávez nos hace tan humanos, tan fuertes. Chávez en la señora que limpia, Chávez en el señor que vende periódicos a la entrada del metro, Chávez de la empleada de la tienda, Chávez del vendedor de helados, Chávez de la abuela que ahora ve y de la que ahora tiene vivienda, Chávez de la esquina caliente de Caracas y de la lonja de pescadores de Choroní, Chávez de la poesía rescatada, de los negros rescatados, de los indios rescatados, Chávez de lo que hoy es posible en América y que hace veinte años era imposible.
He amanecido con un Orinoco triste paseándose por mis ojos y no se me quita. Fuerza Hugo. Aguanta. Aguanta para ayudarnos a quitarnos este miedo de la soledad de cien años. Aguanta Presidente. Aguanta. "
Queda demostrado que alguien que se las da de intelectual, y es capaz de escribir esa basura de la literatura política, ese vómito ideológico, no representa más que al intelectual orgánico del partido único, al vocero de las "facciones de partido" (Gramsci). Incapaz de dar lecciones éticas o estéticas, ni servir de ejemplo renovador o reformista en nuestras sociedades occidentales. Que si bien, sufren la explotación capitalista, y por lo tanto necesitan "artes de no ser gobernados" e ideologías de resistencia con un proyecto marxista (emancipación material); bien es cierto, que no pueden abandonar un orden de principios e ideas liberales e ilustradas. Pues son necesarias para poder combatir problemas estrictamente políticos (desvinculados de la dominación económica del capitalismo), como: el nacionalismo mesiánico, el conservadurismo católico, la culturización de la política, el progresismo posmoderno (victimismo e infantilismo), el terrorismo o guerra islámica, los nuevos fascismo tecnocráticos, y la política de la comedia (autoritarismo berlusconiano o de Groucho Marx). Dejando de lado la lírica séptica de Monedero (y de Pablemos), no podemos dejar de dedicar en el "Aló Pablemos" (Aló Presidente), un pequeño comentario sobre su "dignidad moral" que debería alertarnos y advertirnos de sus sombras. Me refiero al pujolismo rampante que se gastan los chicos de Pablo. Esa actitud "centrista" como tapadera que oculta una verdadera ideología fuerte de carácter autoritario (cesarismo), ese alarde, con una seriedad forzosamente impostada de ser hombres de "consenso" (como si en democracia se pudiera ser otra cosa; necesariamente todo político es de consenso una vez se establece en la estructura parlamentaria), esa vinculación de una política de contenido moral (legisladores de la virtud que sustituyen la moral por la dignidad pujolista). Ese fundamento mesiánico (trascendente) oculto; ese platonismo lingüístico, transmitido por un lenguaje adámico y originario (verdadero; los demás lenguajes políticos son copias), y ese propósito "tercerista" (siempre hay una tercera opción) (...) son los elementos que les constituyen como pujolistas. Una doctrina que se ha visto regresiva, corrupta, hipócrita y lo que es peor: mítica; susceptible de idolatrías y mitologías que se creen en posesión de una "única verdad". Que al no poderse imponer por la fuerza, jugará con los mecanismos perversos del lenguaje rastrero y servil del populismo tropical. 

La utilización propia de los limpia botas lingüísticos, de un lenguaje servil, sucio, sacrificado, honroso de la humildad intelectual, orgulloso de la miseria de la moralina (...) es el instrumento y la herramienta que les sirve para manufacturar sus artefactos y proyectiles políticos, conceptos tan cínicos a estas alturas como: "pueblo", "nueva política", "círculos ciudadanos", "gente por el cambio", "alarma social", "mayoría social", "los de abajo" etc.  Que atrapan el corazón de todo el mundo en un puño, pero que no sirven ni funcionalmente ni operacionalmente en teoría política. Sólo como técnica para adquirir el "poder" del estado o de un gobierno occidental a cualquier precio. La intención en sí misma de querer gobernar desde una postura de "izquierdas", me parece la mejor opción, pero si eso incluye tener que acoger el pujolismo y el populismo chavista, sería un precio demasiado elevado que no sé si estaríamos dispuestos a pagar, o si lo podríamos pagar aunque quisiéramos. A mi juicio, según una perspectiva físico-política, Pablemos sigue representando la mejor forma de resistencia, de alteración y subversión (no cualitativa, pero sí de la relación de fuerzas cuantitativa) del orden establecido. Aunque sea necesario e ineludible pulir su lenguaje como exigencia ética, ser escépticos y distantes ante su política comunicativa, mantenerse alerta y no idolatrar o aceptar el !Aló Pablo¡ bajo cualquier precio. Para todo ello, es necesario pretender establecer siempre, un cálculo de fuerzas que permita que los "cesarismos" o pujolismos no se sucedan efectivamente en el gobierno. Reivindicando a otros jóvenes o nuevos (quizás no tan nuevos) partidos políticos, que entran y juegan con fuerza e influencia en el escenario o teatro político; véase C'S y UPyD. Así pues, la miseria moral y la ignorancia intelectual de Pablemos no me parecen un espíritu renovador de ninguna "vieja política".












martes, 3 de marzo de 2015

De la lírica política al supermercado del populismo




La política, como todo en la sociedad pos-moderna, se ha vuelto una cuestión de elección, de inteligencia y decisión instrumental en el supermercado de lo público; unos grandes almacenes en cuyas tiendas podemos encontrar mecanismos, métodos y dispositivos de "socialización a la carta", en una casi ilimitada gama de posibilidades de "individualización". Según Lipovetsky (en "La era del vacío"), y en esto estoy plenamente de acuerdo (por muy marxista que uno se pretenda), las reivindicaciones, apologías y exaltaciones de las singularidades y particularidades ideológicas, o especificidades y diferencias culturales, que hacían de la política algo duro y fuerte, hostil y agresivo, son hoy en grado sumo, no ya los motivos de conflicto, tensión o síntesis (superación) discursiva; sino la mayor forma de identificación y asimilación política; convirtiendo la ideología y las ideas en algo flexible, blando, plano y frágil. Tan alternativo y variable como la compra de productos domésticos o caseros. La mejor forma de establecer sistemas, individuos, colectivos, ideologías y partidos, homologables y hegemónicos - convirtiendo así, los guetos irreductibles e irrepetibles de las nuevas culturas, a la vez, cool (indiferente) y  "radicales" (pero no subversivas) de lo político, en copias ideológicas - son los nuevos "programas de personalización" de las sociedades pos-modernas. Es decir, la información (democratización de la palabra), la expresión (deportiva, ociosa, erótica, culinaria, tecnológica o humorística) y la realización personal (narcisismo), como modos o medios de establecer el nuevo espacio de lo político. Estas sociedades del "individualismo-narcisista", son sociedades flexibles, abiertas, plásticas, y al mismo tiempo cerradas herméticamente a las clásicas concepciones, teorías o ideas de la tradición histórico-política de Occidente; pues constituyen alternativas subversivas, alteraciones cualitativas y categóricas de lo establecido. La vieja "Revolución" o el siempre recurrente "Progreso", como horizontes de proyección utópicos en el que se perfilan proyectos políticos emancipatorios: el hombre nuevo, el super-hombre, la teleología de la historia, el desarrollo del espíritu (...) son jarrones de porcelana que decoran las entradas burguesas de las casas más horteras y desfasadas.  Aquello de la "lucha de ideas" liberal, o la "lucha de clases" marxista, es hoy a ojos del sentido llano común, pura nostalgia y melancolía política, una antigualla histórica inservible, que conduce a una sonrojan-te disonancia estética (e incluso ética, según algunos), a todo aquel que osa interpelar a un tercero con dichos recursos retóricos "del pasado".

El "narcisismo" de nuestras sociedades, no significa "despolitización", sino un cambio de paradigma político. Pues si, como decían algunos, el fascismo es la intoxicación y contaminación política en lo privado (Arendt por el contrario, pensaba que el fascismo era la persecución y supresión de la política y la vida privada), es decir, la "politización de la vida" ("politización de la cultura"); la nueva era se caracteriza por la "privatización de la política" ("culturización de la política") como dice Lipovetsky. Algo así como una transferencia emocional y deportiva, propia de la vida privada, hacia lo político. Cuyo devenir ya no es como el de una tragedia griega, el núcleo del cual, son siempre los caminos de reconocimiento, sino el de una comedia. La política  pierde su contenido tradicional y se reescribe en clave de: sentido del humor, seducción-populista, hedonismo-emocional, erotismo-narcisista, agrupación-psicológica etc. Sustituyendo la dominación, la violencia, la opresión y la explotación del poder vertical, por la "seducción", entendida como juego de las apariencias.  Es decir, la seducción reemplaza a la vieja dialéctica que venía dominando el todo social o el espacio político desde Hegel. Abandonando el activismo colectivo y las movilizaciones de "clase" o partido (en Gramsci son lo mismo) por una indiferencia operacional y una "apatía" de las masas (individualismo hedonista-responsable). Todo ello debe matizarse y concretarse, pues estando de acuerdo en las líneas maestras del planteamiento de Lipovetsky: nos encontramos en la "era del vacío", en la que ya no hay Tragedia ni Apocalipsis; es necesario advertir que esa posmodernidad que hace de la política y la ideología algo blando, frágil y débil, personal e individual, es una posmodernidad que no llega de una vez por todas tras su proclamación o declaración. Podemos entender que sucede igual que en el proyecto ilustrado, lejos de estar terminado y caducado, aún permanece en construcción de manera asimétrica, irregular y discontinua, como muy bien dicen algunos. Respondiendo al esquema de despliegue de la symploké. Pues al no darse de una vez y de manera uniforme, responde a las discontinuidades materiales del desarrollo histórico-político de cada cultura o comunidad política. De la misma manera esa posmodernidad "del vacio" es mucho más parcial, sectorial y limitada; de lo que deducimos, que de momento no se ha concluido el ciclo o proceso, o bien, que dispone de menos fuerza política (emancipadora) y filosófica (reconocimiento de la tradición) que la ilustración, para realizarse de manera universal y general.

Ante todo esto, lo más interesante es lo que en nuestras comunidades macro-políticas sucede con la seducción; aquel juego de máscaras, que sustituye la dominación y la coerción por el arte de persuadir y ser persuadido en la voluntad política. Pues, aunque insuficiente y parcial, la producción del populismo como la forma de seducción más mediterránea, más nacional y provinciana, más cómica incluso, puede albergar gran significado para explicar los fenómenos y acontecimientos políticos de nuestra castiza y folklorica patria. La seducción nos puede aparecer como un término político polisémico, multiforme y travestido, pues puede entenderse seducción erótica, seducción económica, seducción por el terror y el miedo, seducción fundamentalista (prometer el paraíso en la tierra) o lo que podríamos asignar con denominación de origen: la seducción por populismo. Populismo como uso de máscaras y antifaces con referencias absolutas "por" y "para" el pueblo; para la excitación y eyaculación del "pueblo" y la exaltación y glorificación de la miseria popular. Por un lado, parece una mera técnica de comunicación, inofensiva y pragmática frente a los damnificados cimientos y fundamentos de las estructuras políticas (aparece como recurso ocasional); y por el otro, aparece como una plaga bíblica cuyo destino es ensombrecer y oscurecer nuestro mundo "ilustrado"; una pandemia insoportable que parasita un lenguaje y un discurso político originario, puro, virginal y verdadero, del cual derivan sus falsas copias, perjudiciales y nocivas para la ecología política.  Parto pues, del convencimiento de que ambas caras son exageraciones y en su falsedad y constancia, reside su peligro como arma. Cabe analizar el populismo bajo un esquema de limitaciones y aduanas cognitivas, en el que el sujeto crítico-reflexivo, también realiza un trabajo moral en primera persona; y no solo analiza los límites del populismo como proyecto teórico, sino que resiste personalmente y corporalmente a sus tentaciones de ejercicio y aplicación. Es decir, el populismo, debe ser visto como lo que parecer ser hoy: el nuevo modo de seducción política y por lo tanto de lenguaje y comunicación ideológica, en el que sabemos que el arte de prestidigitación y  engaño lingüístico, juegan un papel esencial.Pero no debemos dejar engañarnos en la "acción" y persistir en una moral del reconocimiento antes que una moral del narcisismo de las diferencias.

Como decía, en el caso español, la democracia de chirigota, sodomizada por el fantasma y verdugo del pueblo y su clamor, han radicalizado los llamamientos justicieros, las condenas ejemplarizantes, la explotación pornográfica de las imágenes informativas, los resurgimiento de chovinismos sadomasoquistas y "centrismos" mercantiles-electoralistas, entre otros. Hemos llegado hasta el extremo de aceptar, sin más vergüenza torera, que las comicidades de los políticos más paletos y torpes (una cuestión de estética de las costumbres, pero no de ética) se conviertan en categorías políticas trascendentes, capaces de levantar y derrumbar gobiernos. El "caloret" de la Barberá, el "relaxing cup of café con leche in plaza Mayor" de la Botella, "el duque empalmado" del duque empalmado, el inexistente inglés de Zapatero, las amantes de Monago, la "multita o bronquita" de Aguirre, el "Lúís se fuerte" o el "Its very dificult todo eshto" de nuestro presidente Rajoy, son a ojos de muchos miopes "ciudadanos", categorías políticas suficientemente sólidas, fuertes y potentes, como para destituir cargos, hacer volar escaños por los cielos de Madrid y precintar ministerios. Como si a la condición de "buen político", le fuera consustancial, o le viniera implícito el vicio de hablar inglés y valenciano, o la virtud de no follar sin reproducirse.  Un latigazo populista gravado a sangre en un cuerpo más que castigado por la miseria y la ignorancia, los dos males de la democracia según Savater, hacen del populismo una borrasca que ha llevado a remover como las olas del desierto mueven los campamentos tuaregs, todos los asentamientos liberales que cualquiera, incluso un marxista ingenuo (de nuestro tiempo), podría afirmar. La presunción de inocencia, el derecho de defensa pública, el deber de una justicia no prevaricadora,  y el deber a no confundir política y moral, son ejemplos de una multitud, de principios olvidados por nuestra mascota exótica (el pueblo), que sacamos a pasear cuando más nos conviene.

El ejemplo con nombre propio, puede establecerse en nuestra dieta mediática e informativa diaria; desde los inicios de UPyD, C'S, (no hablemos de los "progres posmodernos" y los nacionalistas vascos o catalanes) y ahora "Pablemos", los discursos populistas se han  radicalizado y extendido por toda la lingüística política y el espacio retórico. La carrera por conquistar una terminología y poner en juego la propia " palabra política" (o incierta identidad política) se persigue limpiando las letrinas del ego discursivo, sin reparar en una lírica o una poética política; transgrediendo y degradando así los géneros clásicos ( al menos de una manera formal e intencional) no para subvertirlos en una superación, sino para degradar y dañar el propio discurso. Convirtiendo la política en "una opción", una elección de "formas de vida" locales, de lo que nos es propio, el recurso y la apelación a lo "popular" ;como quien elige en un supermercado su propia individualidad y personalidad (siempre relativa a un ethos o pueblo común).

Concluyo con dos ejemplos de los desastrosos efectos del populismo: la caza de brujas  al imputado; concreta-mente, en F.Camps ex-presidente valenciano y X.Trias, el alcalde de Barcelona. A este último, el diario "El Mundo"(bajo la dirección ya, de Casimiro García Abadillo) acusó al sobrio alcalde, de poseer una ingente y escandalosa fortuna en una cuenta suiza (siempre Suiza), que difícilmente podría proceder de probos orígenes, pues no se le conoce actividad empresarial multimillonaria alguna, al viejo doctor venido a alcalde. Tras estas acusaciones, Trias respondió y afirmó que no poseía ninguna de esas cuentas y que denunciaría a los medios y los periodistas que lo publicaron y los que lo difundieron sin comprobarlo... De todo aquello ya han caído varios soles, y todavía no ha sido imputado por ningún tribunal. Ni ante la evidencia, los del segundo diario de mayor tirada nacional, ni siquiera han rectificado o se han disculpado públicamente ante agravios que podrían hundir la carrera y reputación moral de un individuo, de uno especialmente considerado en el nacionalismo catalán, por su mediocridad, discreción y docilidad. En el caso de F.Camps, no puedo hacer nada más que animar al astuto y avezado lector a que lea los dos artículos ("La justicia automática"  y "Lo llaman Tribunal y Superior, y de Justicia"), siempre brillantes y lúcidos (en estilo y contenido) del siempre huraño y cicatero Arcadi Espada. En el que se demuestran que a través de una "traducción sioux" puede imputarse a alguien delitos ( o irregularidades) fundados en invenciones. Dos ejemplos del "injusto término medio", que consiste en castigar públicamente a personajes del teatro político, situando el castigo entre el salirse de rositas y la condena penal; pues si no hay ni una ni otra durante un tiempo, se le adjudica el San Benito. Producto del populismo moribundo que lleva a hacer al populacho (no a los ciudadanos) juicios aventurados, similares en sus efectos al terrorismo periodístico que "El Mundo" (Pedro J. Ramírez) y "La Cope" (Federico Jiménez Losantos) hicieron con el 15-M. Llegaron a acusar a Rodolfo Ruíz de un conjunto de falsos delitos, muy graves, que le llevaron por la presión y el impacto del ataque, a graves costos personales. Los resultados del populismo, pueden ser del mismo calado a escala social.