sábado, 21 de junio de 2014

Adorno y los orígenes de la dialéctica negativa (yII)



Hasta ahora hemos analizado el papel del "objeto" dentro del proceso de la lógica de la desintegración[1], de modo que será necesario analizar el papel del sujeto, su posición y lugar dentro del método que posteriormente acabará por llamarse dialéctica negativa. Adorno sustituye en su dialéctica materialista negativa la idea de conciencia de clase, es decir una forma de colectivismo (percepción de lo idéntico y de lo igual como uniformidad) y la idea del individualismo burgués, esto es, el predominio del sujeto como dominador del objeto y de la propia experiencia de percepción; sustituyendo estas ideas por el sujeto de experiencia cognitiva que a su vez es análogo al sujeto de experiencia política y por supuesto estética (filosófica también), entrando así en una suerte de tríada análoga de paralelismos; que deben interpretar y establecer relaciones críticas sobre la realidad (totalidad de la realidad). Encontraremos en Adorno esa vieja identificación marxista entre pensamiento y praxis, sin aceptar el catecismo marxista;  y sosteniendo que aunque sean irreconciliables, no están separados y distanciados por la lejanía ni se encuentran absolutamente extraños, pensamiento y praxis, sino que se contraponen como polos de una misma teoría o método dialéctico. Este proceso de interpretación es el que caracteriza a la filosofía como conexión crítica entre concepto e imagen, análisis y expresión, y en definitiva entre ciencia y arte, disciplinas portadoras del contenido de la verdad, que versa sobre la realidad y que necesitan de un sujeto mediador entre sus objetos, que no es ni lo "siempre idéntico" ni tampoco el dominador y acaparador del objeto en cuyo proceso de conceptualización o abstracción oprime su carácter de realidad y olvida así el mundo, la abstracción entonces oprime y esclaviza al objeto por la extremada fuerza y presencia del sujeto.

Obtenemos una noción de sujeto de inspiración kantiana, un sujeto que establece relaciones críticas con el objeto pero que a su vez no es capaz de poseerlo por completo, puesto que no logra superar la negatividad, no logra sintetizar o reconciliar la oposición o antagonismo inherentes y consustanciales a toda totalidad (sujeto y objeto). Otra diferencia con kant, es la inversión que lleva a cabo Adorno de la "revolución copernicana", ya que para Kant, el objeto no podía experimentarse "en sí mismo"  tal y como era verdaderamente (noumenicamente), sino tal como lo estructuraban las formas y categorías subjetivas, por lo tanto, como algo esencialmente idéntico al sujeto. Adorno invierte la polaridad entre sujeto y objeto de modo que la no-identidad se convierta en la base sustancial de todo conocimiento, como decía Bloch: "Hay que dejar arder a Kant a través de Hegel". Además, Adorno encontraba en el sujeto kantiano una condición de universalidad e individualidad, y una disposición intercambiable, idéntico y trascendental que le hacía perder su necesaria contextualización histórica y concreción en unas circunstancias contingentes e inmanentes impropias del sujeto trascendental kantiano, pero que eran las propias de la dialéctica negativa.

Adorno apostaba por la concreción individual del sujeto en la historia, con formas e identidades cambiantes (como en el proceso del espíritu y la conciencia hegeliana) e históricamente reveladas, siendo el sujeto de conocimiento un individuo materialmente existente, concreto, condicionado, transitorio, un cuerpo humano que siente y no un "puro entendimiento" o un ego trascendental. El acto cognitivo tenía carácter somático y fisionómico; debía reconocer la realidad del sujeto dañado, del sufrimiento (sensible o corpóreo si se quiere) humano. El eje central en Adorno - huyendo de las determinaciones de clase y fuerzas productivas, y huyendo de la socialización o colectivización del sujeto, propias de la epistemología marxista - es la no-identidad, la negatividad recíproca de los elementos de la realidad existente (empírica) como factum, y los elementos cognitivos del pensamiento o la razón; puesto que el sujeto en tanto que particular y concreto, se singulariza por la determinación de las circunstancias sociopolíticas y socio-históricas. Estas le proporcionan la unicidad y originalidad que lo harán único e irremplazable, un sujeto irreductible y limitado, condicionado por lo incondicionado (la negatividad absoluta), que no permanecerá imperturbable e idéntico a lo largo del tiempo y del proceso cognitivo, ni será igual que el intransformable e incondicionado sujeto burgués, propio del idealismo, existente una vez para siempre siendo el movimiento solamente propio del objeto.

Concluyo pues; Adorno sostenía que era una necesidad política, estética y cognitiva ( ontológica, si no negamos la metafísica) el reconocer la naturaleza dialéctica de la realidad en su carácter de negatividad absoluta y radical, en su tozudez y acritud cognitiva; reconociendo la no-identidad como lo propio e "idéntico" de nuestra realidad natural e histórica (si no son, una y la misma cosa) y la no adecuación o identificación con lo aparente, con el status quo. Reconociendo en segundo lugar, la dependencia y referencia inherente y necesaria al presente y a la experiencia subjetivamente objetiva, para iniciar el pensamiento y el proceso de cognición, de interpretación de la totalidad contradictoria misma. Así la introducción de  la "no-identidad" en el mundo, es análoga a la actitud de "insatisfacción intelectual y política", a la actitud crítica como "disidencia de lo dañado", como el pensamiento, que encarnará políticamente mejor Benjamin: el paria en nuestro tiempo, del "outsider" del expulsado o ignorado. Sirvan como ejemplos, los siguientes nombres: Schönberg, Freud, Kafka, y el mismo Benjamin. Puesto que esta experiencia cognitiva y esta forma de estar en-el-mundo, estaba reservada para los intelectuales disidentes, los sujetos caídos y dañados, para los que aceptan la negatividad y la representan, y no los "Mandarines", individuos o intelectuales de trato transigente y servil con los gobernantes, con lo dominante y opresor de lo establecido.



[1] En este caso opto por llamarle lógica de desintegración y no dialéctica negativa, puesto que esta última ya implica un tipo de relación entre sujeto y objeto (de negatividad) y lo que se pretende ahora, es analizar aisladamente, parte por parte, objeto primero y sujeto después. 

sábado, 14 de junio de 2014

Adorno y los orígenes de la Dialéctica Negativa



Adorno postula la dialéctica negativa, no como una teoría en positivo, ni como la propia dialéctica hegeliana, sino que consiste en construir conceptos por sus polos opuestos, por las contradicciones no solo de razón, sino de la propia realidad. El conflicto y las tensiones, las contradicciones sangrantes y exuberantes de la realidad social o realidad objetiva revelada ante todos. Así juega con los opuestos y contrarios, como por ejemplo historia y naturaleza, individuo y colectivo, para producir conceptos fructíferos y exactos, “adecuados” para la realidad objetiva, y no caer en el idealismos o subjetivismo, ni en el terco y vulgar materialismo o nominalismo escolástico. Construyendo así una teoría negativa, que no demarque o defina acabados, que no diga “S es P”, sino lo que precisamente no es, aquello que le es ajeno y ausente a toda afirmación que es negación de todo lo demás, y sin el cual (carácter negativo) no podría constituirse teoría alguna, puesto que no habría o no cabría reconocimiento alguno, ni reconciliación posible, error de toda teoría positiva o dialéctica hegeliana sin más. 

De esta manera vemos como verdaderamente la dialéctica negativa no es una vana abstracción o una onírica conceptualización que pierda toque con la realidad, sino que precisamente es la máxima concreción y situación en la contingencia de la realidad. La identidad que se construye precisamente por el conflicto con la diferencia, con la alteridad, lo absolutamente “otro” , proyectando en otro la unidad que todo lo que es posee, y reconociéndolo pues como propio. Por el contrario, Adorno postula que tal reconocimiento no es posible absolutamente o totalmente, ya que si no, se perdería el carácter negativo que posibilita tal movimiento de integración o reconciliación, por lo tanto la negatividad de los elementos se conserva siempre, haciendo imposible que la superación total y perfecta se realice. La radical negatividad y oposición a “lo otro” del sujeto/objeto es tal, que siempre se mantendrá el reconocimiento en una contradicción y conflicto “productivo de identidades” y constructor de tensiones y conflictos, multiplicando así las formas y elementos de la realidad objetiva, de la verdad. 

Por lo tanto la dialéctica negativa y su proceder, consiste en yuxtaponer conceptos antitéticos como los ya mencionados, y exponer su irreconciliabilidad de los conceptos con la realidad supuestamente descrita por otras teorías. Mostrando así el carácter negativo y la imposibilidad de adecuar la verdad o cualquier concepto definido y acabado sobre la realidad, especialmente el todo social. Como en Hegel la contradicción, con la negación como principio lógico (de la lógica hegeliana) dotaba a su pensamiento de una estructura dinámica y proporcionaba la fuerza motora para una reflexión críticas (negadora, superpuesta) sea de la realidad misma, o sobre los conceptos (individuos también) que pretenden describirla. Pero mientras que Hegel veía la negatividad, el movimiento del concepto hacia su “otro” en busca de una síntesis y superación - que a su vez debía ser negada y reconciliada en algo mayor y superior, y así sucesivamente hasta la totalidad del  absoluto, esto es no el reconocimiento de lo otro, sino la auto-conciencia, reconocimiento absoluto – Adorno no creía en la posibilidad de superación sistémica o la integración en la totalización, sino que defendía la negatividad estructural de la realidad y de los conceptos (del sujeto y el objeto si se quiere[1]) y por lo tanto la posibilidad consustancial de la negación y la contradicción siempre y necesaria.

El resultado de la dialéctica negativa es un producto antinómico más cercano a Kant que a Hegel,  por su irreconciliabilidad e imposibilidad estructural; más por causa de la realidad que de la propia razón. El modelo dialéctico entendía el "auto- movimiento del concepto" de Hegel; no como una teoría del "desarrollo " y el despliegue de la realidad, sino como un movimiento del pensamiento en el que todas las categorías "son y no son ellas mismas", se mantenían y transformaban al mismo tiempo. Adorno utiliza la argumentación dialéctica para construir modelos  de pensamiento que se muevan en dirección opuesta y contradictoria, es decir enfatizando el carácter negativo, de negatividad de las cosas, para afirmar la imposibilidad de descripción positiva o sistematizadora (integradora) de la mayoría de teorías sociales empíricas (el positivismo social mismo). Así pues Adorno criticaba aquello que se presentaba en la conciencia del individuo como lo "siempre idéntico"; por ejemplo: la identidad entre sujeto y objeto, entre sujeto alienado y objeto "reificado" dentro de la estructura social. Entendiendo la identidad como la caja que aprisiona y encarcela al sujeto, y la dominación del sujeto sobre el objeto que conducía o que era llevado hasta su extinción.

Por lo tanto, si en el pensar la realidad, se le permitía al objeto (reificado) dominar al sujeto, el resultado era la reificación de la conciencia y la aceptación pasiva del "status quo"; por el contrario, si era el sujeto el que dominaba al objeto, el resultado era la dominación y justificación ideológica del "status quo", es decir, mantener las cosas ( en este caso social) como "idénticas". El objetivo dialéctico, no es la reproducción de la realidad de la conciencia como "siempre idéntica", de "lo que existía", sino la constitución de una conciencia crítica, de modo que la razón reconozca no lo idéntico, sino la "no-identidad", la negatividad, de la naturaleza material de la conciencia y la realidad. Dejando de lado la posición de la "racionalidad" y la descripción y adecuación, como ejes centrales de la teoría, y apostando por la irreconciabilidad y la no-identidad (negatividad) entre razón y realidad y entre objeto y concepto (sujeto).  Una de las formas para mantener la capacidad de experimentar lo no-idéntico, es decir, de mantenerse receptivo a lo nuevo y a lo abierto, como desprotegido; era mantener la distancia con la realidad práctico-empírica, con la facticidad que podía tragarse al individuo por completo, imbuirlo en la "participación" de lo real como lo "siempre idéntico" e incapacitarle pues, para la reflexión crítica: que consiste en identificar lo diferente, la alteridad y la contradicción manifiesta, expresa y constitutiva de la realidad y la conciencia como un factum

Queda pues, la conciencia no como un mero receptor pasivo de la exterioridad, un espejo donde se refleja la realidad acabada y cerrada en positivo, las coas y los objetos definibles; sino más bien, como un proceder dialéctico negativo, en que abandonamos el carácter de "valor de uso" de la razón, imposibilitando la "razón instrumental" y enfatizando los opuestos y el proceder de la conciencia según la lógica negativa.  Dejando pues la conciencia, no como aquello que percibe la realidad de las coas tal cual, la refleja, y en virtud de la razón articula los elementos reflejados y acabados, empleándolos como un medio para un fin; sino que la conciencia hace manifiesta la imposibilidad de afirmar en positivo, de definir objetos y cosas acabadas y estables, inquebrantables racionalmente, y revela el carácter negativo de la no-identidad y de lo no-igual (diferente) esto es de la alteridad interna de la realidad en sí misma. 

Vemos como el pensamiento de no-reconciliación entre lo no-idéntico (el pensamiento dialéctico negativo), es impulsado por las condiciones objetivas; ya que las contradicciones de la sociedad no se pueden desterrar por medio del pensamiento teórico positivo, sino que se presenta cada parte de la contradicción, en referencia crítica, es decir opuesta, una respecto la otra. Afirmando con su presencia y relevancia en la realidad, su no-identidad y no-pertenencia (unidad) respectiva, una de otra. El "principio de no identidad" es la base de la dialéctica negativa o "lógica de la desintegración"[2], como primitiva y primeramente se iba a llamar este nuevo método filosófico. Que tenía como base la manifestación de los problemas técnicos de la praxis, revelando los antagonismos y contradicciones de la estructura de la sociedad, teniendo Adorno como filósofo, el objetivo de socavar el contradictorio sistema idealista burgués, y empujarle mediante su lógica inherente e interna, a su propia negación o autodestrucción. Se presenta ante nosotros pues, uno de los objetivos fundamentales de Adorno: acabar con el idealismo, representante del sistema filosófico y ontológico de la burguesía; reconociendo que no se puede atacarse el sistema idealista desde "fuera" de manera "exterior", es decir, oponiéndose con unas tesis anti-burguesas, anti-idealistas y anti-metafísicas, sino que se debe desactivar y descomponer el idealismo hasta la auto-negación de sí mismo, de una manera interna, según su inherente lógica categorial y conceptual. Esto quiere decir, de manera dialéctica, pero negativa; ya que si el idealismo es el sistema hegemónico y dominante en filosofía, como representación y reflejo de la burguesía en la condición social, en la praxis, y ninguna alternativa teórica es válida para socavarlo, sólo un uso interno de su propia lógica de contradicciones y antagonismos categorial, esto es: de la dialéctica, es el método posible. Solo ella puede llevarlo a su auto-negación y apertura a un método nuevo: a la dialéctica materialista negativa. Entendiendo que sea como sea, la dialéctica es el único proceso crítico, el único método filosófico válido para conocer le verdad[3], y la superación del gran sistema inquebrantable de la burguesía (el idealismo) irresistible para cualquier otro sistema que no sea dialéctico; en especial, el único posible que es, la dialéctica negativa.

Concluyo pues, que como ejemplo fáctico, podemos ver como esta "crítica inmanente" (destrucción del idealismo "desde dentro") consistía en desafiar críticamente, es decir dialécticamente, a los conceptos burgueses (pensamiento burgués) de la realidad de la sociedad burguesa. Consiguiendo contraponer como antagónicos, como opuestos irreconciliables la realidad material burguesa y su propio pensamiento o ideología, su propia red de categorías como contradicción con su condición y realidad empírica. Es decir: así como sus ideales y conceptos centrales eran la razón, la justicia y el individualismo, se revela y manifiesta una sociedad burguesa, irracional, injusta y colectivizada por determinación del capitalismo monopolista. Haciendo presentes las contradicciones flagrantes de su sistema y los antagonismos en su lógica y articulación interna. Recordemos que Adorno, sólo pretende comprometerse filosóficamente con la verdad, como validación de su método dialéctico, y que estos ejemplos en la praxis político-social son más propios de su última etapa en el Instituto de Frankfurt (influenciado por Horkheimer), cuando estaba plenamente inmiscuido en el mismo.  Realmente, puede decirse que el origen de la "lógica de la desintegración" o de la dialéctica negativa, se encuentra ya, en sus polémicos encuentros con Benjamin en Königstein, pero mi perspectiva no era tanto un rastreo historio-gráfico como intelectual y filosófico.






[1] Aunque dichas nociones también son criticadas por Adorno, al menos en su teoría estética, que a su vez también es su epistemología y apuesta política de la renuncia.
[2] En dicho nombre, ya viene presupuesto su carácter anti-totalizador y anti-unicidad de la realidad. A su vez, la desintegración de la totalidad, la pérdida de la totalidad, significaba o venía a representar la decadencia de la época burguesa y su filosofía idealista, y sus sistema metafísico total. Así la "lógica de la desintegración" es  el nombre que Adorno iba a dar a la dialéctica negativa en sus primeros años, pero tras ingresar en el instituto y pasados los años, la expresión dialéctica negativa, enfatizando su "negatividad" cobró mayor fuerza y notoriedad.

[3] Verdad, como aquello que desafiaba críticamente, negativamente el curso y el despliegue de la historia, en lugar de fundirse con ella y adecuarse a ella, como se había entendido hasta ahora.